Richard Carapaz no pudo llegar con los favoritos de la general a la llegada de Padrón. Se dejó quince segundos pero no fue por que le faltaran piernas sino por la sucia manera del Decathlon Ag2R de defender el liderato de Ben O'Connor en la carretera. Los compañeros del líder bloquearon la carretera de lado a lado para impedir los ataques y que alguien más se sumara a la escapada que se había formado con 38 corredores y acabaron mandado a Carapaz a la cuneta.
Los comisarios de carrera sancionaron con una multa económica y una tarjeta a amarilla a varios de los corredores del Decathlon. La amarilla es una nueva sanción que está en pruebas en esta Vuelta y que se pondrá en marcha de manera oficial en 2025. Aún no tiene consecuencias, pero a partir del año próximo la segunda amarilla provoca la expulsión de carrera.
Victor Lafay, Cyril Dessel, Bruno Armirail y Geoffrey Bouchard son los compañeros del líder a los que se ha enseñado tarjeta amarilla. Una decisión que provocó la indignación de O'Connor, que mostró su indignación en las redes sociales aunque después borró el mensaje. Las tarjetas amarillas se utilizan para sancionar las acciones que supongan un riesgo para la seguridad y el líder defendía que sus compañeros no habían provocado ningún problema de seguridad.
Sin embargo, habían causado la caída de Carapaz, que estaba visiblemente enfadado en la salida de Orense. «Se vio muy claro, ¿no?», ser lamentaba el ecuatoriano. «Hay muchas maneras de defender el maillot y de la manera que se está haciendo me parece muy triste porque es una falta de respeto muy grande», dice el ecuatoriano. «Yo no puedo juzgar, cada uno sabe lo que hace y espero que lo tomen en cuenta», añadía.
Pero lo que más molestó a Carapaz es que nadie se hubiera puesto en contacto con él para preguntar por su estado y para pedir disculpas. «Nada. Eso es lo peor. Por lo menos uno espera que cuando cometes un error, lo aceptas y dices lo siento, no fue intencionado», se lamentaba Carapaz. «Fue una prepotencia y no he recibido nada de ellos», aseguraba.
Al menos le queda el consuelo de no haber sufrido ningún daño físico. «Físicamente no me pasó nada, fueron unos rasguños pero da un poco de rabia porque se pierde el respeto en el pelotón y estas cosas no pueden seguir pasando», dice. «[Si vuelve a suceder] Habría que hablar con ellos, son cosas que yo no puedo controlar. Siempre trato de actuar con el mayor respeto, pero esto son cosas que ya se me escapan de las manos y no podemos controlar».
El resumen de daños es «un par de rasguños y un par de golpes, pero no fue nada grave». Y, aunque no le supuso una merma grave, sí le afectó. «Quieras o no el cuerpo no va en su situación, quise hacer mi mejor esfuerzo, me dejeé unos segundos, pero tenemos terreno por delante», admite.