Comenzó agosto con turbulencias en las bolsas, que luego se han calmado, y, en España, con lo del concierto de Cataluña para permitir la investidura de Salvador Illa. Y el mes termina con muchas dudas sobre asuntos económicos de mucho interés. Entre ellas lo de los Presupuestos Generales del Estado para 2025. Tal y como señalaba la semana pasada, no hay garantías de que el Gobierno vaya a presentar su proyecto en el Congreso de los Diputados el 30 de septiembre como muy tarde, algo a lo que está obligado por la Constitución, pero que se incumple un año sí y otro también, especialmente desde que el marido de Begoña está en La Moncloa. Suponiendo que ese documento haya llegado a las Cortes antes del 1 de octubre, lo que es mucho suponer, luego vienen las dudas sobre su aprobación, o no, por parte de diputados y senadores. ¿Se podrían prorrogar los actuales por segundo año? Hay muchas dudas jurídicas al respecto. Pero lo más importante es si, en la realidad, unas cuentas de varios ejercicios atrás sirven en un panorama tan cambiante. Y otro dato a tener en cuenta: sí hay que comenzar a atender lo pactado con ERC, cuyo contenido la mayoría desconocemos, será necesario recogerlo en los PGE para 2025 y que estos se aprueben y se apliquen. De lo contrario, los republicanos independentistas podrían decir que Pedro Sánchez no cumple, otra vez más.
La aprobación de esas cuentas está en el aire, porque no veo yo a los de Puigdemont dando su visto bueno a las mismas, salvo que obtengan un gran compensación. Y, tal y como se han puesto la cosas, tampoco veo a Ábalos, el exministro de Fomento, tragando. Y aquí cada voto cuenta. Además de las dudas sobe las cuentas públicas, está lo del nombramiento de Gobernador del Banco de España, todavía empantanado; pero es que también habrá que designar al sucesor o sucesora de la actual subgobernadora, cuyo mandato expira ya mismo. Llegado septiembre será el momento de echar cuentas y realizar el balance sobre cómo ha sido el verano desde el punto de vista económico en el sector servicios (incluye el turismo y la hostelería) y del nivel de gasto y consumo de los nacionales. Los primeros datos de julio no eran buenos. Esos resultados van a ser el mejor termómetro de la situación de la economía real.