Informes de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, del historiador Albert Curto y el arquitecto Javier Calzada son taxativos acerca del valor patrimonial y arquitectónico y sobre la ausencia ya de referencias franquistas del monumento a la Batalla del Ebro, que «configura parte de la fisonomía familiar a los ciudadanos de Tortosa desde hace 60 años». En este punto, cabe recordar que, en 2016, una consulta popular de ámbito local, respaldó con un 68% de votos que se conservara.
El conjunto estuvo a punto de ser retirado en el verano de 2021, pero el Juzgado Contencioso-Administrativo número 2 de Tarragona adoptó medidas cautelares contra las obras a petición del Colectivo para la Reinterpretación del Monumento de la Batalla del Ebro (Corembe), ante el temor a que sufriera daños irreparables. Pero además hay abiertas vías judiciales contra la retirada del enclave del catálogo de edificios y conjuntos históricos y artísticos –en 2007, por decisión del consistorio local– y por la licitación y adjudicación de las obras, en las que están interesadas la Asociación Reivindicativa de la Memoria Histórica Raíces y la Asociación Cultural Despierta España.
En concreto, los informes referidos han sido aportados al procedimiento por la modificación del Plan de Ordenación Urbanística Municipal (POUM) que dejó fuera el monumento.
El texto de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando recoge que es una obra «sumamente estilizada» del escultor tarraconense Lluís María Saumells, y «se integra perfectamente en el paisaje urbano colindante (...) dialogando en altura con el campanario de la vecina parroquia de Nuestra Señora del Rosario». Apunta el secretario general de la institución, José Ramón Encinar, que, «retirados los elementos más denotativos del origen del monumento, lo que hoy queda de la conmemoración original es un equilibrado ‘A los combatientes que hallaron gloria en la Batalla del Ebro’, (...) lo que constituye un elemento histórico-artístico más de un enclave, riquísimo en este aspecto, (...) que es lugar de privilegio para disfrutar de una visión por estratos de la historia de la ciudad».
Por su parte, el historiador Albert Curto, acerca de la «polémica suscitada en los últimos tiempos acerca de su permanencia o eliminación», cree que «esta última opción se defiende con el argumento ideológico y político de que el monumento es un símbolo de la dictadura franquista y que, por lo tanto, hay que quitarlo del espacio público, sin atender a razones históricas ni artísticas». Recuerda el experto que «formaba parte de la relación de bienes catalogados del Ayuntamiento de Tortosa, el cual lo descatalogó sin ninguna motivación ni argumentación que se sustentara en la perdida de los valores históricos y artísticos, que en su día fueron, precisamente, los que llevaron a catalogarlo, evidenciando así el carácter puramente político de la decisión». Entre los puntos a favor del enclave se refiere a «su monumentalidad (26 metros de altura en su parte más elevada) y su singularidad (un monumento erigido en medio de un río)», aunque Curto añade que «actualmente solo existe este monumento que conmemore la batalla más importante de la Guerra Civil», y «muy apropiadamente, en el mismo escenario histórico: el Ebro».
Un valor que «viene dado» además por el «contexto en el que fue inaugurado». Porque «qué duda cabe que se inauguró y se instrumentalizó bajo el régimen franquista», una «faceta» que «también le aporta una nueva valoración de carácter histórico. La historia es la historia y el que hay que hacer es estudiarla, analizarla e interpretarla», de manera que «cualquier testimonio de época pasada nos tiene que ayudar a esta reflexión, incluso de forma didáctica».
Defiende el historiador asimismo la figura de su autor, el citado Saumells, cuya «obra de mayor grandiosidad» considera la que nos ocupa, pues «su propuesta y realización evidencian una apuesta muy personal, alejada de las directrices condicionantes que se podría esperar de un encargo del régimen dictatorial».
«Particularidades de gran novedad como las vidrieras emplomadas, la propia estructura de metal hueca y practicable en su interior, la ingeniería que se precisó para que de la estrella que sostiene el soldado salieran por cada punta un halo de luz o la toma de la electricidad por un conducto subterráneo debajo del río» constituye un «bagaje rompedor» que, «juntamente con las fórmulas vanguardistas de las esculturas le otorgan al monumento un valor excepcional, testimonio de la riqueza artística que nos ha precedido y que justifican su salvaguarda, protección y mantenimiento».
Termina Curto recordando que la Ley de Memoria Democrática «no será de aplicación cuando concurran razones artísticas» y «arquitectónicas».
Por su parte, el arquitecto Javier Calzada afirma que «la descatalogación contraviene todo principio recogido en las Cartas Internacionales de la protección patrimonial», así como que «el propio POUM de Tortosa de 2007 establece el espíritu y la interpretación teológica, que no es otro que proteger ya no solo el monumento individualmente considerado, sino el conjunto de carácter histórico que supone la zona en la que se halla, esto es, junto a la Catedral de Tortosa, el Castillo de la Zuda, Palacio Episcopal...».
Apunta que todo el espacio fue declarado Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN) por la Ley del Patrimonio Cultural Catalán de 1993, y el monumento individualmente fue considerado como Bien Cultural de Interés Local (BCIL). Y que «es imposible proceder a la descatalogación de un único bien –sin motivación alguna– por cuanto, de conformidad con todas las normativas y criterios anteriormente expuestos, debe entenderse como conjunto monumental único y de incalculable valor patrimonial». Respecto al monumento en el río lo considera «expresión única e irrepetible del llamado “Noucentisme de postguerra i arquitectura moderna”».
En otro apartado hace constar que «está desposeído de toda simbología enaltecedora del régimen franquista desde 1985». Aporta como prueba de ello un «recorte de “La Vanguardia” de 9 de diciembre de 1985». En 1986 ya se han eliminado «los emblemas y anagramas del régimen franquista y una inscripción dedicada a Francisco Franco. Con ello, retirado el Víctor, la inscripción y los restantes elementos de carácter político, a día de hoy puede afirmarse que se trata de un monumento sin carga política alguna ni, mucho menos, de carácter totalitario o franquista, siendo el propio monumento construido con una estética totalmente contraria a las obras propias del franquismo, de ahí su especial interés».
Ante estas conclusiones, Alejandro Hernández Royo, abogado de los defensores del enclave tortosino, apunta que «todos los informes, tanto aportados por nuestra asociación como los solicitados por el tribunal a entidades públicas, han puesto de relieve el interés arquitectónico, escultórico, histórico y, en definitiva, patrimonial, del monumento. Confiamos en que ello sea suficiente para que anule su descatalogación».
