La sorpresiva dimisión del presidente del Banco de China, Liu Jin, por "razones personales" ha generado una ola de especulaciones en los círculos financieros del país. Este acontecimiento se produce en un contexto de creciente presión anticorrupción impulsada por el liderazgo de Xi Jinping, lo que alimenta los temores sobre una posible depuración más amplia dentro del sector financiero estatal. Es más, la repentina salida se produjo a poco más de un año de la del expresidente del BOC, Liu Liange, quien dimitió en marzo de 2023 tras ser sometido a investigación por el organismo de control antisoborno del régimen comunista, y se declaró culpable de cohecho. Estos cambios tan bruscos en la cúpula de la entidad bancaria más importante del país plantean serios interrogantes sobre la estabilidad y el futuro del organismo, cuyo rol resulta crucial para la segunda economía mundial.
El Gobierno central chino inició en abril una nueva oleada de «inspecciones disciplinarias» de gran envergadura para erradicar una serie de irregularidades en más de una treintena de departamentos gubernamentales y empresas estatales. Entre ellas se encuentran las mayores entidades crediticias, las bolsas de Shanghái y Shenzhen, compañías de seguros destacadas o el Ministerio de Finanzas. Al parecer, mediante estas exhaustivas pesquisas se han atrapado a más de un centenar de altos ejecutivos.
Desde su ascenso al poder en 2012, el implacable Xi ha identificado la lucha contra el fraude como una de las piedras angulares de su administración. Consciente de los riesgos que representa la corrupción para la estabilidad del Partido Comunista Chino (PCCh), ha implementado una campaña sin precedentes en la historia del partido, que se remonta a más de 100 años de existencia. De hecho, entre 2013 y 2022, las autoridades competentes llevaron a cabo una exhaustiva revisión de más de cuatro millones de casos de corruptelas, y que, según medios estatales, resultaron en sanciones para cerca de cinco millones de individuos. Este esfuerzo no se ha limitado a los funcionarios de menor rango, conocidos como "moscas", sino que también ha alcanzado a figuras de alto perfil, denominadas "tigres". Al parecer las raíces de este problema endémico se remontan a ciertos incentivos estructurales arraigados en el sistema, como el predominio del Estado en la economía, los bajos salarios de los funcionarios públicos y la cultura del "guanxi" (conexiones personales), que han creado condiciones que fomentan el soborno o el favoritismo.
Los casos más notorios de esta caza despiadada incluyeron la condena a cadena perpetua del exmiembro del Comité Permanente del Politburó, Zhou Yongkang, o la sentencia a muerte con dos años de indulto del exviceministro de Seguridad Pública, Sun Lijun. La magnitud y la persistencia de esta persecución no solo han marcado un hito en la política china, sino que también han tenido implicaciones significativas para la segunda economía mundial, al intentar crear un entorno más transparente y eficiente que fomente la inversión y el crecimiento sostenible.
En enero, Xi delineó una ambiciosa hoja de ruta destinada a catapultar a su país hacia el estatus de «superpotencia financiera», con un enfoque decidido en fortalecer la economía real. Durante su discurso, destacó la imperiosa necesidad de abordar los riesgos financieros que amenazan la estabilidad del país, y entre las acciones más urgentes enfatizó el actuar con «total rigor» en la «severa y compleja» batalla contra el peculado. Su doctrina de la «prosperidad común» pretende fomentar una sociedad más equitativa, reduciendo las diferencias de riqueza y frenando los excesos de las élites, por lo que ha intensificado los mecanismos de supervisión y control implementando medidas severas para evitar las prácticas abusivas.
La Comisión Central de Inspección Disciplinaria (CCDI), una entidad con una membresía de 97 millones, se ha comprometido a "sancionar a los elementos corruptos en sectores caracterizados por su abundancia de recursos y alta intensidad de capital, tales como el sector financiero, las empresas estatales, y las entidades de comercialización de productos agrícolas". Asimismo, se ha planteado la necesidad de evitar que los funcionarios públicos se conviertan en voceros de intereses particulares o de confluencias entre el poder político y empresarial.
Entre los episodios más notorios que han sacudido este ámbito se encuentra la abrupta desaparición y posterior dimisión de Bao Fan, fundador del banco de inversión China Renaissance, un suceso que generó gran inquietud como parte de una ola de altos ejecutivos que se han esfumado. Adicionalmente, el ex presidente del Banco de Comunicaciones (BOC), Liu Liange, quien renunció en marzo de 2023, fue objeto de una investigación antes de admitir su culpabilidad por haber recibido sobornos que superan los 121 millones de yuanes (unos 15 millones de euros). En un desarrollo aún más drástico, Bai Tianhui, un ex alto funcionario de una empresa estatal de gestión de activos, fue condenado a muerte por aceptar sobornos que rondaban los 1.100 millones de yuanes (unos 138 millones de euros). Estas contundentes medidas reflejan el firme compromiso del estado contra esta lacra en todos los estratos del poder.
De la implacable mano de la justicia no escapan ni los funcionarios que han huido al extranjero. A principios de este año, el régimen comunista lanzó la operación especial "Sky Net 2024", diseñada para dar caza a aquellos servidores públicos que se han fugado con fondos obtenidos de manera ilícita. Este ambicioso proyecto toma su nombre de un antiguo proverbio chino que advierte: "La red del cielo tiene amplias mallas, pero nada escapa de ella". Muchos de los funcionarios actualmente señalados como "fugitivos" fueron en su día elogiados como líderes competentes que impulsaron un notable crecimiento económico en sus respectivas regiones. Esta transformación de héroes locales a prófugos caídos en desgracia refleja una narrativa en la que la deshonestidad ha evolucionado y se ha arraigado en las estructuras de poder de la nación, desafiando los esfuerzos previos por erradicarla por completo.
