Una inundación en un país africano no es igual que una inundación en España. Y esto no sería porque la fuerza de la naturaleza es necesariamente mayor en un sitio que otro, ni significa esta afirmación que el agua desbocada no perjudica enormemente los cultivos de los afectados, sea en Mali o en España. Pero las casas en Mali, muchas, son de chapa. Los cimientos son débiles. Aquí no hay helicópteros de salvamento, ni equipos de emergencia entrenados durante décadas para minimizar el impacto un desastre natural. Cuando el agricultor europeo pierde sus cultivos, comienza para él una época de privaciones y sufrimiento, pulsos con la administración pública y las compañías de seguros que retienen cada céntimo posible; cuando el agricultor africano pierde sus cultivos, la muerte llama con alegría a su puerta.
Este año, las inundaciones en las zonas de África afectadas por la época de lluvias (que comprende los meses de verano) han sido más catastróficas de lo habitual. Este periodista no es experto en ciencia, ni pretende dar una explicación climática a lo sucedido porque ignora si hace cuatrocientos años ocurrió lo mismo, pero siempre queda comunicar que la realidad es la que sigue: esta temporada de lluvias está siendo especialmente destructora.
Mali declaró este sábado el estado de desastre nacional tras la muerte de treinta personas en las inundaciones que afectaron este viernes al sur del país. Desde el pasado mes de junio, las lluvias han destruido más de 7.000 hogares y han llevado a que alrededor de 47.000 personas se hayan visto obligadas a desplazarse para escapar de las aguas. Sólo en la capital del país, Bamako, 563 hogares resultaron afectados y cinco personas murieron. La junta militar que gobierna el país, que también debe dedicar grandes esfuerzos a la doble lucha contra el terrorismo islámico y los rebeldes de Azawad, ha destinado una partida de 4.000 millones de francos CFA (7 millones de dólares) a la recaudación de alimentos para aliviar a las poblaciones afectadas. Calderilla.
Una situación similar han vivido en las últimas semanas las vecinas Chad y Níger. Níger suma más de 200 muertes en las últimas semanas, Chad calcula “docenas” de fallecidos sin que aún se conozca una cifra exacta. La situación en Níger (que también combate al terrorismo islámico) es dramática. La capital del país, Niamey, hace semanas que se encuentra prácticamente aislada por la subida de las aguas, dificultando en gran medida el transporte de tropas pero también el transporte de bienes y productos necesarios para garantizar el funcionamiento de la capital de un país. A los daños humanos y materiales, siempre deben añadirse los daños económicos en naciones donde cada céntimo debe ser atesorado.
Médicos Sin Fronteras emitió recientemente un comunicado donde se exponía la difícil situación que atraviesa el este de Chad como resultado de las inundaciones: “Desde principios de agosto, la ciudad de Koukou, situada en la provincia de Sila, y los pueblos aledaños, se han visto gravemente afectados por unas inundaciones sin precedentes. El río Bahr Azoum, que bordea la ciudad, se desbordó el 5 de agosto, provocando la inundación de gran parte de Koukou. Una segunda crecida, aún más intensa, tuvo lugar el pasado 9 de agosto. Toda la ciudad ha quedado devastada. Una colina se ha convertido en el principal refugio para los habitantes. Aunque el nivel del agua ha bajado ligeramente, las previsiones meteorológicas son preocupantes y existe el riesgo de nuevas crecidas”.
Naciones Unidas calculó esta semana que ya hay más de 260.000 damnificados por las inundaciones en el este de Chad, que se suman a la riada de refugiados procedentes de la guerra civil en curso en la vecina Sudán. Una inundación en España no es lo mismo que una inundación en Chad porque en Francia no hay 20 millones de personas en riesgo de hambruna que cruzan a diario los Pirineos.
Nigeria también ha sufrido la paliza de las inundaciones, siendo como es un país acostumbrado a ellas cada año. Sólo esta semana, más de 30 personas han fallecido en el estado de Jigawa a causa de las inundaciones. El presidente del país, Bola Tinubu, declaró que los desastres ambientales subrayan la urgencia de hacer frente al cambio climático y sus peligros "y eliminar los elementos creados por el hombre para hacer frente al desafío". Aseguró “todo el apoyo de la administración pública” sin que se haya especificado ninguna medida de ayuda concreta para con las poblaciones afectadas. Tomando de referencia inundaciones previas ocurridas en Nigeria, los afectados deberán enfrentarse en solitario a esta prueba implacable que les arrojó la naturaleza.
Tampoco habría que olvidar que Etiopía vivió el pasado mes de julio su catástrofe más mortífera desde que se tienen registros. Al menos 229 personas murieron por un deslizamiento de tierra que provocaron las lluvias y 240.000 personas han sido desplazadas en todo el país. País que ya hace frente a complejos conflictos internos con sabor a guerra en las regiones de Amhara y Oromía. Y suma y sigue donde se mezcla la lluvia con el barro y con los desastres más crueles de la humanidad.