¿Desde cuando las mujeres enseñan los pechos en playas y piscinas? No antes de que estuviera bien instalada la revolución sexual y trascendiera de las comunas jipis a los lugares de veraneo de moda. Hubo escarceos en los años 20, en el Hollywood anterior al Código Hays. Pero aquel desmadre era intramuros: fuera de Los Ángeles no llegaban más que los ecos escandalosos de las estrellas de cine. En la primavera de 1929, Jean Harlow posaba desnuda en Griffith Park (LA) para el fotógrafo Edwin Bower Hesser. A la Rubia Platino le encantaba exhibirse desnuda.
Por entonces, desnudarse era cosa de nudistas. Desde principios de siglo XX se prodigaban en pequeñas localidades de Alemania comunidades naturistas que practicaban al aire libre el nudismo en lugares acotados, para vivir con libertad y en armonía con la naturaleza. En España, tras la muerte de Franco, comienza a verse mujeres en «topless» sólo en algunas zonas restringidas de las playas. Los primeros desnudistas fueron jóvenes jipis contraculturales en las playas de Formentera.
En cuestiones de liberalidad sexual, Francia fue pionera. Gala Éluard exhibía sus pechos desnudos en las playas vacías de Torremolinos en 1930. Se había bajado la parte superior del bañador y Dalí inmortalizó a su musa, por entonces su amante, totalmente despechada. Tras la Segunda Guerra Mundial, fueron los franceses quienes publicaron de forma periódica revistas eróticas en las que se exhibían mujeres completamente desnudas. La normativa de aquella época imponía que el fotógrafo debía retocar el vello púbico de las modelos. Durante los años 40 y 50, revistas como «París-Hollywood» podían comprarse en los quioscos.
Revolución en revista
La revista que revolucionó el mundo acotado de las revistas que basculaban entre el erotismo y el desnudo artístico fue «Playboy». En vez de mujeres vulgares sacadas de los cabaretes parisinos, las chicas de «Playboy» era jóvenes saludables que respondían a la «Girl Next Door», la vecina de al lado. Esas fotos que publicaba la revista norteamericana, en las que mujeres enseñaban los pechos sin rubor alguno, se justificaban con textos más o menos sesudos escritos por escritores y periodistas famosos sobre los temas más candentes.
Desde 1953 «Playboy» normalizó los pechos desnudos en los hogares de americanos y europeos. En el primer número, publicó el famoso desnudo de Marilyn Monroe sobre fondo rojo. Fue la avanzadilla de la liberación sexual que se iniciaba en la revistas, quince años antes de que el cine de Hollywood eliminara el Código Hays (1934-1967), que prohibía en las películas de cuanto atentase a las buenas costumbres, la exhibición de cuerpos desnudos y las relaciones sexuales. A la revista «Playboy» le siguieron numerosas imitadoras y algunas más osadas que exhibían desnudos de mujeres frontales con el vello púbico, pero no antes de los años 70.
Con estos antecedentes, la primera revolución del «topless» se inicia en Saint-Tropez, donde Roger Vadim había rodado «Et Dieu… créa la femme» (1956), filme prohibido en medio mundo en el que Brigitte Bardot se desnuda sin pudor alguno. La película la convirtió en el símbolo sexual más deseado. Bardot hizo que el desnudo estratégico fuera sexy: con una toalla de baño o recortando su cuerpo desnudo tras una sábana. Fueron esos años iniciáticos en los que BB dejaba que su pechos tomaran el sol en las playas de Saint Tropez, hasta que tuvo que hacerlo en yates alejados de los paparazzi. En ese aspecto nada ha cambiado de las famosas que gusta de tomar el sol en topless en la actualidad.
Bardot puso de moda el «topless» justo cuando se popularizaba el bikini en las clases medias, cuyo auge coincide con la canción de Brian Hyland «Itsy Bitsy Teenie Weenie Yellow Polkadot Bikini» (1960): era un bikini a lunares amarillos tan pequeño que cabía en una polvera. El bikini fue un invento del ingeniero de automóviles Louis Réard, que trabajaba en la tienda de lencería de su madre. Y lo llamó así en protesta por las pruebas nucleares que se realizaban en el atolón Bikini de las Islas Marshall.
Mientras las famosas desnudaban sus pechos en las playas del Mediterráneo, se iniciaba calladamente la revolución contracultural de los jóvenes en la costa Oeste de EEUU, que desembocó en el famoso «Verano del amor» en San Francisco, donde se reunieron cien mil jóvenes dispuestos a drogarse, enrollarse y oponerse al Sistema opresor que tanto los había mimado. En 1967 se popularizó la contracultura y se puso de moda la provocación mostrando los cuerpos desnudos de los jipis como la cosa más natural del mundo. Una orgía de cuerpos al aire puede verse en la película «Woodstock. 3 días de Paz y Música» (1970), donde la lluvia, el barro y los jipis desnudos se exhiben deslizándose por el barrizal. Enlazando con la contracultura jipi, comienzan numerosas manifestaciones transgresoras de grupos feministas radicales: el precedente del grupo ucraniano «Femen» hay que buscarlo en las feministas que protestaban en Atlantic City durante el concurso de «Mis América 1969» quemando sus sostenes a pecho descubierto.
Aunque mayoritariamente practicado por hombres, el «streaking» fue un movimiento de individuos que corrían completamente desnudos por campos de fútbol hasta ser detenidos por la policía. Esos desnudistas buscaban la notoriedad del instante y su reflejo en la prensa. Alfredo Landa hizo el ridículo en «Solo ante el streaking» (1975). Con la liberación sexual propiciada por la contracultura de los años 60, a partir del Verano del amor, lo primero que desaparece es la idea de obscenidad. El tránsito del bañador al bikini es el primer paso de la liberación sexual, una prenda hoy corriente pero que tardaría años en ser aceptada. En muchos países o estuvo prohibida o restringida a ciertas playas como las de Benidorm y Mallorca para turistas nórdicas.
Poco a poco se va imponiendo la desnudez como una moda practicada en parques públicos durante las fiestas multitudinarias jipis y consolidada junto al amor libre en las comunas agrícolas y naturistas. El primer desnudo del elenco al completo de una compañía de teatro se dio en la ópera rock «Hair» (1968). A medida que se asentaba la contracultura en los años 70, el cambio de costumbres se hace patente en todos los órdenes de la vida. En España comienza el «destape»: la revista «Nuevo Fotogramas» publica desnudos de actrices del cine español, comenzando por Carmen Sevilla, y la revista «Interview» se hace de oro desnudando a Lola Flores y Sara Montiel, ansiosas por enseñar sus domingas de forma artística o pilladas en la playa haciendo topless, previo cheque al portador.
Durante años, el «topless» fue aceptado socialmente en las playas internacionales. Fue a partir del siglo XXI cuando muchas mujeres francesas se sintieron molestas enseñando los pechos en público y dejaron de mostrarse abiertamente, mientras que en España e Italia continuaba como una práctica socialmente aceptada y de uso corriente en playas familiares, donde se mezclaban con naturalidad nudistas con familias «textiles» y mujeres con un monokini improvisado. En la actualidad, con el «topless» ya asentado, las famosas se debaten entre el temor a ser fotografiadas por periodistas, pilladas por friquis de internet o por el temor a los mirones playeros, mientras las amas de casa se despelotan en familia sin miedo al qué dirán.
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Miedo, puritanismo y «wokes»
Lo curioso del topless, una moda ya instalada en casi todo el mundo, es que primero fue impugnada por las fuerzas reaccionarias y puritanas de la sociedad. Luego, fueron las feministas radicales quienes se oponían «a la cosificación de la mujer» y, por último, el enemigo del «topless» es el miedo al melanoma. Para la moderna generación de las «influencers», su rechazo a esta práctica se debe al temor a que las fotografía desnudas y cuelguen sus imágenes en internet sin su permiso. Ahora, se cierne un nuevo rival: con el avance del nuevo puritanismo de la izquierda y de la cultura «woke», el topless quizá acabe pronto cancelado. Parece que siempre ha sido una costumbre peligrosa.
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