Los 191 faros españoles nunca deben morir. Forman parte de la historia patria con el mar y un referente histórico y geográfico distribuido por nuestras costas. Una forma de asegurar su permanencia, cuando ya han dejado de ser utilizados para su fin original, es proceder a su rehabilitación para distintos fines. Es lo que han conseguido un grupo de entusiastas de la firma Lighthouse Baiona con el Faro Pequeño de Cabo Silleiro de Baiona, en Pontevedra. Y pronto harán lo mismo con el Faro Grande, a 1.000 metros del primero.
En el caso del Pequeño, situado al borde de la costa y con vistas privilegiadas a las Islas Cíes, en 1924 se apagó definitivamente su luz como faro tras la decisión de la construcción y puesta en funcionamiento del nuevo Faro Silleiro –el Grande–. Ahora, el Faro Pequeño se ha encendido de nuevo convertido en Taberna con sabor atlántico para dar servicio a la zona, a los turistas y a los cientos de peregrinos que a lo largo del año hacen el Camino de Santiago portugués por la costa y que pasan por sus inmediaciones.
La rehabilitación duró seis meses, tras lo que hubo hace unos días un acto de inauguración presidido por el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda; acompañado por el alcalde de Baiona, Jesús Vázquez; los consejeros de Cultura y Empleo de la Xunta de Galicia; el presidente de la Diputación de Pontevedra; representantes de la Autoridad Portuaria de Vigo; el director de la Agencia de Turismo de Galicia; la delegada de la Xunta de Galicia en Vigo; el presidente de la Confederación de Empresarios de Galicia; el presidente del Clúster de Turismo de Galicia y otras representaciones de marcado carácter empresarial y sectorial, del turismo y la hostelería.
Todos pudieron contemplar cómo se ha reproducido la imagen primitiva de 1924, recuperando los valores que supusieron en su anterior etapa, su catalogación integral, como bien de interés público.
Este Faro Pequeño goza de un emplazamiento estratégico por su ubicación próxima al paso del Camino de Santiago portugués por la costa, por lo que dispondrá de los medios y servicios necesarios para prestar atención al peregrino –como el sellado de la credencial, la Compostela– y dispondrá de puntos de recarga eléctricos tanto para bicicletas como para automóviles.
El edificio que se acaba de inaugurar se encontraba en estado de total abandono y solo contaba con los cerramientos perimetrales. Mantenía los muros exteriores originales, pero ninguna de las divisiones interiores ni la cubierta.
La torre del faro también se había derruido, por lo que se ha rehabilitado recuperando su imagen original. Se ha restaurado la cubierta con cerchas de madera, manteniendo los muros de carga exteriores de sillería granítica.
En su rehabilitación, la sostenibilidad arquitectónica y el mantenimiento del patrimonio construido pasó por el reciclaje de lo edificado, manteniendo intactos los elementos y singularidades que en su día motivaron su catalogación como bien de interés histórico, artístico, cultural y etnográfico, armonizándolo todo con el resto del paisaje.
Podemos destacar como ejemplos de la restauración la nueva cubierta de teja, apoyada sobre rastreos de madera, manteniendo los muros de carga exteriores y la figura de la cúpula que simula albergar una linterna para mantener su fisonomía estética de faro.
En cuanto al Faro Grande, ya convertido en hotel y restaurante, se espera que pueda abrirse en otoño. Constará de 16 habitaciones de lujo. Estarán distribuidas en 2 plantas –nueve habitaciones en el piso superior– y todas contarán entre 17 y 21 metros cuadrados de superficie. Además, siete de ellas estarán reservadas para personas con movilidad reducida.
La distribución de las plantas se completará con un vestíbulo-recepción, salón con chimenea y restaurante y bar-cafetería en la planta baja, mientras que en la superior habrá un salón amplio y una terraza de 138 metros cuadrados.
La impresionante escalera de caracol por la que se asciende a la torre del faro, de 16 metros de altura, mantendrá su uso y será el hilo de unión entre las plantas y la terraza exterior.
Ayuda a la navegación desde 1850
La red de faros españoles se inicia con el Plan de 1850 y sus nuevas construcciones, como ha destacado en sus estudios el experto Juan Francisco Rebollo. Así, en Estaca de Vares (La Coruña) inicia su funcionamiento el primero el 1 de septiembre de 1850 y, tras una pausa, los de Llobregat en Barcelona el 1 de marzo de 1852, Dragonera y Mahón en Baleares el 20 de marzo de ese mismo año; Cabo Peñas en Asturias el 1 de agosto y Cabo Machichaco en Vizcaya el 15 de ese mes, para continuar una multitud de ellos en los años siguientes. Los faros existentes en España responden a necesidades puntuales de los tráficos del momento y no forman parte de un Plan integrado para todas las costas españolas. No hay que olvidar el aporte español al diseño y construcción de los faros en las regiones que han estado bajo dependencia española en África, Sahara y Marruecos, así como en ultramar: América y Filipinas. En la actualidad, los faros mantienen su utilidad de referencia para los navegantes, siendo empleados como señal de recalada a puerto y para verificar el posicionamiento del buque, obtenido por otros métodos de última tecnología, como el posicionamiento por satélite. Aunque su futuro no está comprometido como ayuda a la navegación, sí lo está en cuanto a sus infraestructuras anexas, diseñadas para los tiempos en los que era necesaria la permanencia de personal técnico en los mismos. Por ello se hace necesaria una labor de conservación.