Irán vuelve a contar con un Gobierno de plenas garantías tras la muerte accidentada del expresidente Ebrahim Raisí y la rápida convocatoria de elecciones anticipadas. Y lo hace en mitad de un escenario desalentador para las perspectivas de paz en Oriente Próximo. La guerra israelí en la Franja de Gaza, sumada a la muerte en Teherán del líder político de Hamás, Ismail Haniyeh, hacen temer un estallido bélico a escala regional. Irán y su socio libanés Hizbulá han prometido venganza, a expensas de lo que suceda en la mesa de negociación de Catar para cerrar un alto el fuego en el castigado enclave palestino.
El Parlamento, controlado por el ala dura del régimen, aprobó en la tarde del miércoles, uno por uno y después de tres días de deliberaciones, a los 19 integrantes del Gabinete del reformista Masud Pezeshkian, claro ganador de los comicios frente a su rival ultraconservador Saeed Jalili. Es la primera vez que esto sucede desde 2001. El proceso no es una mera formalidad. En todo este tiempo, el Majlis no había sido capaz de dar el visto bueno a todos los ministros propuestos por los sucesivos presidentes. Ni Mahmud Ahmadineyad, ni Hasán Rohaní ni por supuesto el propio Raisí lo consiguieron. La gravedad de la situación requiere de unidad. «El camino hacia nuestra salvación es la unidad y la solidaridad», remarcó en esta línea el propio Pezeshkian desde la Asamblea.
Pezeshkian es el primero en hacerlo, sí, pero el coste ha sido elevado. Unas semanas antes de la votación, el diplomático Javad Zarif, consejero de cabecera y principal valedor del ahora presidente durante la campaña electoral, abandonó su puesto como adjunto para asuntos estratégicos en el Ejecutivo por su disconformidad con la política de nombramientos del presidente. Javad Zarif esperaba, como la mayoría de sus votantes, un Gobierno más joven e integrador con las minorías étnicas y religiosas del país.
El reformista ha optado, en cambio, por elegir un Gabinete de consenso, mucho menos ambicioso de lo que prometía su campaña, con guiños a la facción conservadora del régimen y, sobre todo, al líder supremo, Alí Jamenei. De hecho, ninguno de los candidatos designados por Pezeshkian había sido elegidos «sin consultar a las altas autoridades» del país, según recoge la agencia de noticias estatal Tasnim.
La apuesta le ha salido bien. Javad Zarif, respetado ministro de Exteriores durante la presidencia de Rohaní, ha visto incluso cómo su antiguo puesto ha caído en manos de Abbas Araghchi, un diplomático de carrera de 61 años que le ayudó en la titánica tarea de negociar con las principales potencias occidentales el acuerdo nuclear de 2015, un pacto que limitó el programa nuclear iraní a cambio de aliviar el severo régimen de sanciones que lastraba su economía.
En su alocución al Parlamento, sin embargo, Araghchi estaba obligado a contentar a los conservadores, lo que le llevó a afirmar que mantiene la misma visión del mundo que tenía durante su tiempo de servicio en la Guardia Revolucionaria Islámica y que respalda un proyecto de ley parlamentaria de 2020 que endurece la postura nuclear de Irán. Pasó por el aro.
Pezeshkian ya dio pistas en sus mítines sobre su intención de acercar posturas con Occidente y, por qué no, reactivar el famoso Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés) que el expresidente de Estados Unidos Donald Trump rompió de forma unilateral en 2018. Pero la reciente humillación de Israel, liquidando a Haniyeh en el edificio de la Guardia Revolucionaria en Teherán en el que se alojaba, y después de asistir nada menos que a la toma de posesión del propio Pezeshkian, no le facilita el trabajo.
Otra nota histórica de la jornada de nombramientos ha sido la aprobación de Farzaneh Sadegh como nueva ministra de Carreteras y Desarrollo Urbano. Así, esta arquitecta de 47 años se ha convertido en la primera ministra de Transportes de la historia de Irán y la segunda mujer que ocupa un cargo ministerial en la República Islámica.