Quedó grabada en las piedras del Albaicín la ansiada libertad de Mariana Pineda. Cada vez que allí doblan las campanas vuelve su recuerdo. «Ley. Igualdad. Libertad»: tres palabras que la histórica liberal medio bordó en una bandera que la llevó al cadalso, pero con la que forjó historia. Su lucha, discreta y pasional, aún resuena entre los rincones de Granada. Los cánticos que Federico García Lorca escuchaba de niño sobre la gran Mariana, los que tarareaban las mujeres entre sus quehaceres y labores, los desmenuzó, atrapó y acarició, como sólo el poeta sabía hacerlo. En 1927 estrenó una obra de teatro basada en la historia de Pineda, nacida en 1804 y ajusticiada en 1831. El escritor no concebía que una heroína como Mariana quedase en el olvido, y por ello incluyó su teatralidad a su lista de inmortales creaciones. Llevó a escena cómo la joven amó, lamentó, cuidó y combatió. Cómo su sueño de abrazar la libertad en pleno absolutismo de Fernando VII le costó la vida. Cómo fue ejemplo de valentía, una mujer que, en el siglo XIX, con el mencionado y asfixiante régimen, y con la entonces costumbre patriarcal, desafió a base de creencias, sin una sola palabra indiscreta. Una dolorosa liberación cuyo eco ahora castañea, cada noche, entre los jardines del Generalife.
Hasta el 24 de agosto, los muros de la Alhambra enmarcan el espectáculo «Pineda. Romance popular en tres estampas». Con Patricia Guerrero como directora artística y también protagonista del espectáculo, el Ballet Flamenco de Andalucía viene saboreando los quejíos de Pineda noche tras noche de verano. Un elenco de magníficos bailaores se reúnen, enmarcados en el programa «Lorca y Granada», junto a un cuadro flamenco con composición musical de Dani de Morón y Agustín Diassera. Un espectáculo que alienta a un público también sobrecogido, pues la historia de Pineda es bravura pero también dramatismo. Un contraste que, en el espectáculo, se vuelve tan visual como sonoro: la sobria puesta en escena se ve aliñada por los vuelos y colores de los vestidos de Pineda, por la embrujadora y medida coreografía, por la percusión de David Chupete y la cálida voz de Amparo Lagares, por el impecable trío clásico de Gustavo Abela en el violín, Rosa de Valme García en el violonchelo e Isabel Junquera en el clarinete.
En la obra, que en septiembre y octubre girará por Sevilla, Málaga o Jaén, es la fuerza narrativa de la danza flamenca la que desgrana los pasos del vil Pedrosa –interpretado por un intachable Alfonso Losa–, tras la combativa Pineda. Un baile coral que atrapa a través de la soleá o el gesto a la Mariana heroína, pero también a la enamorada, a la madre, a la bordadora, así como la forma en la que Lorca la retrató, según dijo, como una mujer que integró en sus pensamientos y acciones «la libertad en sí misma».