Taiwán hizo gala este martes de su capacidad de lanzamiento de misiles, con el disparo de una batería de misiles tierra-aire ante la atenta mirada de periodistas durante una visita a un lugar de pruebas situado en una remota zona de la costa sudoriental de la isla. Este show fue una clara señal de la determinación de la isla democrática de fortalecer su capacidad disuasoria frente a la cada vez más asertiva postura china en el estrecho.
Las Fuerzas Armadas taiwanesas exhibieron sus capacidades en precisión de misiles disparando su proyectil tierra-aire autóctono Tien-Kung III (Sky Bow III) y los Patriot PAC-II de fabricación estadounidense, que impactaron con éxito en sus respectivos blancos teledirigidos. Mientras, un buque de guerra situado frente a la costa disparó misiles RIM-66 Standard.
Esta ronda de ensayos tuvo lugar a primera hora del martes en los alrededores de la base de Jiupeng, al sur del condado de Pingtung. Este campo de maniobras ha sido utilizado durante décadas por el Ejército y su principal unidad de desarrollo de armamento, el Instituto Nacional Chung-Shan de Ciencia y Tecnología (NCSIST). Sin embargo, rara vez se han hecho públicos este tipo de ejercicios. De hecho, fue en 2012 cuando se celebraron por última vez en esta localización ensayos de precisión con misiles de fuego real abiertos a medios informativos.
Al parecer, cabe la posibilidad de que los efectivos también hubiesen probado la versión ampliada del Hsiung Feng II-E o «Brave Wind II-E» desde el mismo lugar a primera hora del martes. Sin embargo, esa parte de las maniobras no estuvo oficialmente abierta a los medios. El Hsiung Feng II-E es un sistema de misiles de crucero de ataque terrestre superficie-superficie. Al parecer, el alcance previsto de su variante expandida es de 1.200 kilómetros, lo que implica que las provincias del interior de China, por ejemplo, estarían dentro de su radio de acción.
El líder chino, Xi Jinping, ha intensificado sus amenazas [[LINK:INTERNO|||Article|||65a30d54f678b0e4e7c0fab7|||al declarar inevitable la «reunificación»]] del gigante asiático con la isla. Además, ha subrayado su disposición a utilizar la fuerza para lograr este objetivo mediante el envío de un número creciente de aviones de guerra y buques de la armada, para bloquear o sondear las defensas de la isla. Por su parte, las autoridades taiwanesas han tratado de reforzar sus capacidades defensivas ampliando el servicio militar obligatorio y modernizando la formación continua de los reservistas, en el marco de un cambio más amplio de su estrategia militar, cuyo propósito es que el régimen de Xi recapacite antes de apostar por el uso de cualquier tipo de artimaña.
Cabe destacar que el Ejército Popular de Liberación ha intensificado sus «patrullas conjuntas de preparación para el combate» alrededor de Taiwán desde que William Lai, del Partido Democrático Progresista y de tendencia independentista, fuese elegido el pasado mes de enero como líder de la isla de veintitrés millones de habitantes. Apenas tres días después de que este asumiera el cargo, se llevaron a cabo dos días de ejercicios a gran escala alrededor del territorio, en una maniobra similar a un bloqueo, como respuesta a la afirmación del mandatario de que Taiwán y China «no están subordinados el uno al otro», una postura que la parte continental considera inaceptable.
Desde que asumió el cargo en mayo, Lai ha hecho hincapié en seguir adelante con las reformas de su predecesora Tsai Ing-wen para impulsar la preparación frente a una posible invasión, y ha advertido al Ejército que deben evitar una actitud «derrotista». Asimismo, ha advertido a las tropas de que no pueden dar por sentado que «la primera de las batallas será la última» en caso de que se produzca un ataque chino. Por otra parte, el controvertido Lai se enfrenta a la feroz oposición del partido Kuomintang, afín a Pekín, que controla el Poder Legislativo y que ha acusado al gobernante Partido Democrático de convertir a Taiwán en un «polvorín».
Frente a la creciente beligerancia china, las autoridades taiwanesas están trabajando en la preparación de los servicios públicos y las infraestructuras para que funcionen en tiempos de guerra. La agenda de reformas incluye propuestas para aumentar el personal de defensa civil, incrementar las reservas de alimentos y energía y la capacidad médica de emergencia, así como reforzar la infraestructura de comunicaciones.
Los estrechos lazos de seguridad entre Taiwán y Estados Unidos han sido un factor determinante en el reciente aumento de las acciones de Pekín en la «zona gris» del interminable conflicto. Durante la Administración de Donald Trump, Washington aprobó importantes ventas de armamento avanzado a Taipéi por un valor aproximado de 10.000 millones de dólares. Estos paquetes de defensa incluyeron cazas F-16, tanques Abrams y misiles antiaéreos Stinger, reforzando significativamente las capacidades militares de la isla. La tendencia se ha mantenido bajo el Gobierno de Joe Biden, con la casa Blanca reafirmando su compromiso de proporcionar los medios necesarios para la defensa taiwanesa. Esto ha incrementado aún más la percepción en Pekín de una isla cada vez más independiente y ha provocado los implicados.
A pesar de los reiterados llamamientos para que se ponga fin a estas transferencias de armamento, no parece probable que Washington vaya a renunciar a estos vínculos de defensa.
La desescalada en este entorno volátil sigue siendo un reto, ya que ambas partes se aferran firmemente a sus posiciones divergentes. De hecho, el mes pasado, Pekín adoptó oficialmente un lenguaje mucho más contundente contra la parte taiwanesa, suprimiendo la mención a la «reunificación pacífica» en un documento gubernamental entregado por el primer ministro Li Qiang.
La historia reciente de las relaciones a través del Estrecho indica que cuanto más tiempo permanecen en el poder los líderes independentistas, más agresivas se vuelven las medidas dentro de la campaña de la zona gris de China. Con la toma de posesión de Lai, es de esperar que la trayectoria de estas acciones continúe intensificándose, a menos que dé un paso atrás en la búsqueda de la independencia de Taiwán.