A sus 22 años, en su primera participación en los Juegos, Mar Molné soñó durante muchos minutos que se llevaba una medalla, frente a Fátima Gálvez y otras cuatro finalistas. Llegaba sin responsabilidad, sólo para disfrutar. Y esa relajación se notó para bien al principio: estaba suelta, no fallaba. Sin embargo, cuando pasó la primera ronda y se aceleró el ritmo, sí que le pesó. Y lo que no había temblado el brazo antes, lo hizo en esos momentos. «Los primeros 25 los he tirado bastante bien, nervios correctos», contaba más tarde. «Después, en los siguientes diez, los nervios han bajado, pero demasiado. Me he relajado demasiado y el tiro lo alargaba. No llegaba al plato y tiraba por detrás». Era imposible seguir el ritmo de la guatemalteca Adriana Ruano, oro imbatible.
«Estoy contenta. Son mis primeras Olimpiadas, una persona como yo que tiene poca experiencia en las canchas, seis o siete años, ha competido con unas deportistas que tienen como mínimo 14. He llegado a un cuarto puesto que no me esperaba para nada... bienvenido sea. Da igual, no pasa nada, a las próximas», contaba Molné. Tiene todo el futuro por delante y puede soñar con lo que quiera. «En los Juegos de Los Ángeles intentaré tomármelo como aquí. Nadie esperaba nada de la novatilla. De esa manera se consiguen los logros, con actitud, esfuerzo y trabajo», seguía.
Fátima Gálvez, oro en el mixto en los últimos Juegos, de 37 años, también llegó a la final, pero no era su tarde. «Estoy feliz de haber terminado el sufrimiento de la final olímpica, de la clasificación, de la competición, de estar metida en una rutina permanente. Me hubiese gustado ganar una medalla. Y muy orgullosa de mi compañera por el papelón que ha hecho», decía.
Comenzó con demasiados fallos y luego fue a remolque. Se salvó de ser eliminada la primera de la final, pero no pasó el siguiente corte. Terminó quinta y contenta. Aunque harta del machismo: «No tiene sentido que en un deporte que requiere de concentración y de precisión la grada esté chillando, alentando a sus tiradoras. Reivindico que es deporte de precisión y reivindico que la grada debe estar en silencio. Por lo visto no había música en la final de los hombres. Eso sí que me molesta», siguió. «Si los hombres son a las nueve y media, ¿por qué las mujeres tenemos que empezar a las nueve? Si había un reflejo en el telón, ¿para nosotras no hay reflejo? Eso me molesta muchísimo».