La dación de cuentas es una exigencia de un sistema político sano y su ausencia revela una moral pública deteriorada. Desde la llegada de Pedro Sánchez al poder, se han tomado decisiones que han ido demoliendo los pilares de la Constitución.
En los últimos días, se han producido dos hechos que son reveladores de la deriva en la que estamos inmersos. La primera de ellas es la comparecencia de Sánchez ante el juez instructor de la causa abierta contra su esposa, Begoña Gómez.
La normalidad democrática y el principio de igualdad exigen que la responsabilidad judicial del primer ministro y su familia no sea diferente a la de cualquier otro ciudadano. Independientemente del resultado, no es extraño que, ante una denuncia, el juzgado inicie una investigación.
Si la causa contra Gómez termina siendo archivada, será una buena noticia para el país, pero es innegable que los contactos que le han servido para lanzar su carrera profesional han sido conseguidos desde que Sánchez es presidente. Es difícil imaginar al rector de la universidad Complutense crear una cátedra para Begoña Gómez si no estuviese casada con Pedro Sánchez.
Lo anormal es el ataque furibundo que, desde el gobierno, se ha lanzado contra el juez Peinado. Se ha trasladado que es una causa política, pero el silencio en la testifical del líder socialista y en la de su esposa, se percibe más preocupación por la estrategia legal de defensa que por defender su honorabilidad.
No se ha dado una sola explicación sobre los hechos que se imputan, más allá de las soflamas contra la judicatura. Si realmente está convencido de que se trata de un ataque político, la respuesta debe ser política y pasa por dar detalles que demuestren que la denuncia es falsa.
El segundo hecho significativo de la semana es el acuerdo con ERC. Sánchez ha dinamitado la igualdad y las bases de la solidaridad entre españoles otorgando la soberanía fiscal de Cataluña.
El fin de la Hacienda única significa que habrá españoles de primera y otros de segunda. Tampoco ha habido explicación alguna por parte de la dirección socialista, el único argumento que se transmite es que Illa será presidente.
La otra razón que está detrás de la decisión es que Sánchez necesita un golpe de efecto que aleje los focos de los juzgados en los casos de su esposa y su hermano. Con este acuerdo, el PSOE ha dejado de ser socialista.