Inaugurados con una grandiosa y muy sugestiva ceremonia, los Juegos Olímpicos de París van a concentrar la atención del mundo durante algunas semanas. Francisco ha subrayado este fenómeno con un mensaje enviado al arzobispo de la capital francesa Laurent Ulrich. Las imágenes transmitidas a todo el mundo han demostrado, como escribe el Papa, que «el deporte es un lenguaje universal que trasciende las fronteras, las lenguas, las razas, las nacionalidades y las religiones».
«Los Juegos Olímpicos –continúa diciendo– si siguen siendo verdaderamente ‘juegos’ pueden ser un lugar excepcional de reencuentro entre los pueblos, incluso los más hostiles». En efecto, entre las más de doscientas delegaciones que desfilaron por el Sena se encontraban las de Israel y Palestina, Myanmar, Yemen, Siria y, por supuesto, Ucrania; Rusia ha sido excluida del Comité Olímpico Internacional pero sus atletas podrán participar a título personal.
Bergoglio evoca también que en la antigüedad los Juegos instauraban una tregua y formula su ardiente deseo de que «en este período perturbado en el que la paz mundial se encuentra gravemente amenazada se respete esta tregua». Esta petición ha sido secundada con una carta firmada por unos treinta Premios Nobel. «En la actualidad –escriben– hay al menos 55 conflictos en curso; una guerra sangrienta está teniendo lugar en el continente europeo por primera vez en décadas. Las consecuencias de este prolongado conflicto han reverberado en varios países, causando un aumento de la hambruna en las naciones africanas».
Por desgracia, la petición de Francisco, que se sumó al llamamiento de la ONU, no ha tenido el eco deseado y prosiguen todavía los bombardeos y violencias que causan muertes de víctimas inocentes, y violencias de todo tipo.