Entre la tortuga y la libre, suele quedar clasificado a media tabla el ser humano. Aunque la marca récord de nuestra especie la tiene el jamaicano Usain Bolt con 44,72 km/h, una persona promedio puede correr como mucho a 15 o 20 km/h, que tampoco está nada mal.
Entre la tortuga y la libre, se dice que gana el reptil conchudo aprovechándose de esta prima vaga del conejo, pero no siempre tiene por qué ser así. Ya nos gustaría ver a la tortuga tomándose con tanta parsimonia una prueba de 100 metros libres, que seguro que a los Juegos Olímpicos de París 2024 no llegaba.
Además, por muy veloz que nos pueda parecer la libre, esta no es ni de lejos el animal más rápido que se conoce en la Tierra. Nuestro planeta está habitado por seres increíbles, algunos de ellos con adaptaciones genéticas que les han permitido especializarse en una tarea concreta durante el transcurso de los últimos millones de años. La especie de la que hablaremos hoy es un carnívoro profesional en eso de la velocidad, pudiendo dar caza a sus víctimas a más de 380 km/h, casi nada.
Para entender a esta especie debemos dejar de pensar en piernas musculosas o supernumerarias (como el ciempiés), la clave de su velocidad no radica ni en su potencia ni en su peso, sino en 'dejarse llevar'. Gracias a las adaptaciones evolutivas que lo han convertido en uno de los mejores depredadores del planeta, este animal es capaz de alcanzar velocidades inimaginables para un humano con la simple orientación de su cuerpo.
Y es que para comprender cómo esta ave voladora es capaz de humillar en rapidez a una de las maravillas de a ingeniería de nuestro país como son los trenes AVE (alta velocidad española), que pueden alcanzar los 300 km/h en momentos puntuales es preciso conocer más acerca de cómo se mueve este animal. Apréciese el conato de chanza entre los homófonos ave-AVE, nada desdeñable.
De hecho, algunas de las especies de esta clase de pájaro se pueden encontrar tanto en gran parte de la Península Ibérica como en Baleares, Canarias, Celta y Melilla, por lo que está muy presente en todo el territorio y el imaginario colectivo español. No nos podríamos referir a otro ser que el halcón peregrino o 'Falco peregrinus', un ave rapaz bastante más común de lo que se piensa.
El halcón peregrino recibe este nombre de 'viajero' tanto en español como en su denominación científica porque muchas de las especies del norte practican largos procesos migratorios hacia zonas más calurosas cuando el clima frío del invierno empieza a dejarse sentir.
Los halcones, como la gran mayoría de las aves voladoras, pueden volar gracias a su estructura ósea y a su plumaje. Al esqueleto de los pájaros se le suele llamar 'huesos huecos' porque, efectivamente, no tienen el mismo espesor interno que el de muchas otras especies que no surcan los cielos. Gracias al poco peso de su esqueleto y a la forma de sus plumas de vuelo, los halcones son capaces de mantenerse sostenidos en el cielo, además de avanzar contra fuertes corrientes de aire.
Como un francotirador, los halcones vuelan más alto que sus presas para vigilarlas desde arriba y planear su siguiente movimiento de ataque sin ser detectados, pudiendo llegar a subir incluso más de un kilómetro de altura desde el nivel del suelo.
Una vez que han avistado a su futura víctima, y utilizando su forma aerodinámica (que copiaron muchos aviones 'caza' modernos) que disminuye el efecto frenada del viento, se dejan caer en picado hasta impactar por sorpresa a sus presas a gran velocidad. En el año 2009 llegó a registrarse un halcón que en mitad de una caza alcanzó los 389 km/h en caída libre. Por muy livianos que sean sus cuerpos, tan solo imaginen la fuerza que llevan por la inercia estas aves.
Son tan buenos cazadores que en muchos ayuntamientos de pueblos y ciudades de España se utilizan desde hace décadas para el control de plagas, como palomas, ratas o las recientemente mal afamadas cotorras argentinas. Sin ir más lejos, el Ayuntamiento de Murcia soltó hace poco menos de un mes a tres halcones hembra por la ciudad para controlar la población disparada de palomas.
