Siempre hay un toca-pelotas, en el sentido literal del término, para cualquier evento. Máxime si se trata de unos Juegos Olímpicos, donde los deportes que hacen uso de pelota o balón son innumerables.
Ahora resulta que los activistas, los animalistas, se han revelado contra el uso en las [[LINK:TAG|||tag|||6336128087d98e3342b267a5|||Olimpiadas de París]] del foie gras o fuagrás (aunque aquí decimos más "fua" a secas para diferenciarlo del socorrido paté La Piara), uno de los productos alimenticios estrellas de la gastronomía francesa junto a las ostras, el queso y el champán.
Se trata una campaña, de un boicot, promovida por Igualdad Animal, a la que se han adherido personalidades como la actriz Kate Mara, en la que se pide mediante la recolección de firmas a los organizadores de los Juegos Olímpicos de París retirar el foie gras en su menú de hospitalidad al entender que supone un "impacto para el bienestar animal".
¿Y por qué? ¿Qué ocurre con ese producto marrón-grisáceo de consistencia cremosa que habitualmente se unta? Pues ocurre que sigue, desde tiempos ancestrales, una polémica elaboración en lo que al trato del animal, del pato o de la oca, se refiere.
Y es que para quien se le resista el secreto de su elabocación, el fuagrás (llamémosle a la española) es un producto alimenticio del hígado hipertrofiado de un pato o ganso que ha sido especialmente sobrealimentado. Se trata del hígado de un pato cebado por sonda, de una alimentación forzada con maíz.
Estos activistas de la organización internacional de protección de los animales consideran que la decisión de la inclusión de este producto en el menú de hospitalidad de los Juegos Olímpicos "es totalmente contraria al espíritu de los juegos"
Menos mal que estos animalistas no se han topado con el pato a la sangre de La Tour d’Argent que describe con lujo de detalles Juan Manuel de Prada en su novela 'Mil ojos esconde la noche': "Les tuercen el cuello hasta estrangularlos, para que conserven toda su sangre. Luego los despluman amorosamente, pluma a pluma, como si estuviesen deshojando una margarita, los asan someramente, les retiran los muslos y las pechugas, les pican los higadillos y los condimentan y... ¡Aquí viene lo verdaderamente importante! El resto de la carne del pato, con su carcasa, sus huesos y su piel, se pone sobre una rejilla de malla muy fina, casi como de colador, y encima de estos despojos, se coloca una tabla, cuanto más anatómica mejor, sobre la que deja caer todo su peso una granjera de posaderas abundantes, prensando los despojos y extrayéndoles la sangre y todos sus jugos".
Les daría un soponcio, vaya.