Cuando Rishi Sunak presentó su dimisión como líder tory tras el varapalo de las últimas elecciones, explicando que se quedaría en el cargo sólo hasta que encontraran sucesor, esperaba que la situación de interino sería cuestión de unas semanas.
Pero sus vacaciones se han visto truncadas. Su viaje a la soleada mansión que tiene en California -donde muchos apostaron que se mudaría tras el desastre en los comicios del pasado 4 de julio- tendrá que esperar. Tras poner fin a una era de catorce años en el poder, el Partido Conservador ha decidido tomarse tiempo para reflexionar, por lo que el nuevo dirigente de la formación no se anunciará hasta el próximo 2 de noviembre.
Una de las tantas batallas internas que mantenían las filas era sobre cómo debía ser el proceso de primarias. Y tras varias discusiones, finalmente el llamado Comité 1922 ha conseguido acordar un calendario para una contienda que se prevé sangrienta. Algunos consideraban que una decisión a corto plazo podría traer estabilidad, pero se temía que eso se convirtiera en una “coronación de Kemi Badenoch”, la bautizada como “niña bonita de la derecha”, de padres nigerianos, con discurso anti woke, anti trans.
Por lo que finalmente el proceso durará hasta otoño. En teoría, está pensado para recapacitar sobre la dirección que ha de tomarse tras haber perdido 251 asientos. Pero en la práctica, todo apunta a que pondrá en evidencia la intensa guerra civil que devora a los apenas 121 diputados que tienen ahora en la Cámara de los Comunes.
Desde este miércoles hasta el lunes, aquellos que logren reunir diez apoyos de sus compañeros de filas podrán presentar su candidatura. Los cuatro finalistas tendrán la oportunidad de ganarse al público a finales de septiembre, cuando se celebra el congreso anual del Partido Conservador. Las filas elegirán a dos, pero son las bases las que tendrán la última palabra. Y entre los afiliados predomina el perfil de hombre, blanco, mayor, situado más a la derecha.
Entre los candidatos del núcleo duro se espera a Kemi Badenoch ex ministra de Negocios, Priti Patel y Suella Braverman (ambas ex ministras de Interior). Entre los moderados podrían estar James Cleverly (ex ministro Interior) o Tom Tugendhat (ex secretario de Estado de Seguridad). Aunque siempre puede haber sorpresas de última hora. En las primarias de 2005, por ejemplo, todo el mundo daba por hecho que David Davis sería el nuevo líder, pero fue un joven y desconocido David Cameron quien acabó siendo elegido llevando al partido al centro.
Y este es precisamente el enfoque que muchos defienden ahora. Entre ellos, Jeremy Hunt, ex Chancellor, quien recalca que “en un sistema bipartidista… las elecciones siempre se ganan desde el centro”. Sólo entonces, sugiere el ex ministro del Tesoro, podrán los conservadores “dar a la gente la confianza de que antes podremos hacer las cosas de manera diferente”. Con un guiño pragmático a la izquierda en cuestiones sociales y un guiño a la derecha en materia fiscal, se puede lograr la reelección.
Sin embargo, hay otros, como en su día expresó Margaret Thatcher, que creen que pararse en medio de la carretera es muy peligroso porque “el tráfico de ambos lados te puede atropellar”. Y ahora además, los tories tienen un fuerte rival con el partido Reforma de derecha radical, capitaneado por el populista Nigel Farage, que por primera vez ha conseguido escaño en Westminster.
En los últimos comicios del 4 de julio, los conservadores perdieron el 6% de los votantes que respaldaron al Ukip en 2015 (primer partido de Farage), al Brexit en 2019 y a los tories en 2019.
Recuperar a estos votantes es esencial para cualquier esperanza conservadora de volver algún día a Downing Street. Pero necesitan una hoja de ruta coherente. Los tories ya intentaron imitar a Farage eligiendo a Boris Johnson como líder. Y el experimento no salió muy bien.
Ganaron los comicios de 2019 en un contexto excepcional marcado por el Brexit y Jeremy Corbyn como alternativa radical de la izquierda como candidato laborista. Pero apenas tres años después, cansados de tanto escándalo, fueron las propias filas quienes forzaron la dimisión del controvertido político de melena alborotada.