El trauma es algo normativo en la infancia, no se olvida, pero su gestión es fundamental para lograr una madurez sana. Así lo afirma Rafa Guerrero, psicoterapeuta, doctor en Educación y divulgador en redes (solo en Instagram suma casi medio millón de seguidores), en su libro «Trauma: niños traumatizados, adultos con problemas» (Libros Cúpula), donde aborda el factor transgeneracional de los «shocks» emocionales y las secuelas que arrastra el no abordarlos y afrontarlos de cara. No es sencillo, lo reconoce, pero aporta herramientas, muchas de ellas que ha aplicado él mismo para superar sus miedos de la infancia y que relata a través de su libro, con las que ayudar a nuestro cerebro a vencer las barreras del terror. «Tu cerebro no busca que seas feliz, sino que seas capaz de sobrevivir», desvela.
¿Cómo se puede detectar que un niño está viviendo una situación traumática?
Una situación traumática no es algo objetivo, no hay una tabla de situaciones traumáticas. Cualquier situación puede ser potencialmente traumática. Además, no siempre las consecuencias son inmediatas, a veces, salen a la luz años después. También hay que considerar la lealtad que los menores guardan al adulto, lo cual deriva en que, si el adulto no hace las cosas bien, el menor no siempre dirá que ese comportamiento o actitud no es correcto. Me refiero en concreto a los abusos sexuales, los cuales, en un alto porcentaje, quedan silenciados por esa lealtad. Los síntomas que indican que hay un trauma son muy diversos: desde notar que el menor está más despistado, si tiene una racha de más pesadillas, a través de la alimentación, si se muestra más inquieto o presenta mayor hiperactividad... Cualquier conducta diferente puede indicar la vivencia de trauma, lo que no significa que cualquier cambio drástico suponga un trauma. Requiere una evaluación en profundidad.
¿Qué porcentaje aproximado de menores sufre situaciones traumáticas?
El trauma es algo normativo en la infancia, es decir, lo anormal es no haber vivido un acontecimiento traumático. Cuando pensamos en trauma todos lo hacemos en un golpe fuerte como un desastre natural, una violación..., pero también existen traumas silenciados como el abandono emocional o la sobreprotección.
¿Cómo trabaja el cerebro cuando se enfrenta a una situación traumática?
La parte inferior del cerebro, el sótano cerebral, es la parte más instintiva, la más emocional y reactiva, mientras que la superior es la que tenemos que desarrollar nosotros como adultos. Esta es la parte pensante, la ejecutiva, la que gestiona y controla. Cuando una persona vive un acontecimiento traumático y ese acontecimiento no ha sido integrado, el cerebro inferior, sobre el que no tenemos control, es el que se muestra mucho más activo. Entonces aparecen esos «flashbacks», regresiones al pasado ante determinados disparadores, que pueden ser algo que se está viendo, pensando, oliendo o cualquier estímulo que los lleve de nuevo a esa situación. Es como si el cerebro nos secuestrara y volviéramos al pasado, al momento del trauma. Pero si hemos sido capaces de gestionarlo, es la parte superior del cerebro la que entra en juego. Una vez que hemos sido capaces de integrar ese acontecimiento, trabajarlo y sanarlo, no quiero decir que se convierta en algo positivo o agradable, pero sí que el cerebro trabaja de una manera mucho más global y nos podemos hacer cargo de la situación traumática e integrarla en nuestra vida.
O sea, el trauma nunca se supera, se aprende a vivir con él.
El trauma no se puede olvidar, de hecho, el cerebro hace un esfuerzo muy grande para que tú no lo olvides incluso décadas después de que haya ocurrido. Por eso, el objetivo es integrarlo y trabajarlo. Si se deja ahí sin más es como una herida que no ha sido tratada, seguimos en carne viva. La única manera de que la herida no duela es integrarla.
Si no, llega la disociación...
Exacto y esos son los fantasmas que muchos de nosotros arrastramos desde la infancia porque estamos constantemente evitando circunstancias que nos hicieron daño o que nos llevan a ese dolor. La disociación o desconexión es un mecanismo de defensa que tenemos, que aparece de manera innata y automática y que nos permite amortiguar el dolor y el sufrimiento. Pero llega un momento en el que todo esto no funciona y comienza a afectarnos. Si se quiere tener una vida mucho más plena, consciente e íntegra, tenemos que dejar a un lado la evitación. No es sencillo, da miedo. Es normal que un niño ponga en marcha la disociación porque no tiene más recursos, pero un adulto sí los tiene, aunque tu cerebro siempre te invite a disociar.
¿Hay mucho adulto disociado?
Claro, y lo hace de manera automática, inconsciente. Hay mucho adulto disociado que no es consciente de todo lo que tiene debajo. Lo que ocurre es que si yo tengo una problemática del tipo que sea, ya sea con mi pareja o en el trabajo, y no miro a los ojos al problema, eso se queda enquistado. Tarde o temprano volverá a salir y lo hará de una manera mucho más grande. Entonces, lo que me lleva a la disociación, a la evitación que es innata en el cerebro, es el deseo de huir de aquello que es desagradable y doloroso. El cerebro no tiene la función de hacerte feliz, sino de que sobrevivas. Por ello nos invita a huir de todo eso y muchas veces la única salida que se encuentra es la evitación mediante una adicción como puede ser la droga, el porno, las redes sociales.... cualquier cosa que me haga evitar esa vergüenza que me provoca esa ansiedad. Pero lo que ocurre es que la disociación es una desconexión total del cuerpo, de las emociones, no sé prácticamente ni quién soy. Y esta situación me afecta a mí y a todos los que me rodean.
¿Todas las situaciones traumáticas hay que abordarlas o en, ocasiones, hay algunas que es mejor sortearlas? Es decir, ¿puede ser el remedio peor que la enfermedad?
La psicoterapia también tiene sus efectos secundarios. No vale cualquier psicoterapeuta en cualquier momento o circunstancia de tu vida. Hay que encontrar la ocasión para tomar consciencia y pedir ayuda. Uno, desgraciadamente siempre puede estar peor de lo que está.
¿Qué papel juega la familia en la creación/solución de traumas?
Lo fundamental es no evitar y no hacer como si no hubiera ocurrido nada. Que un hecho desagradable se convierta en traumático o no va a depender mucho de cómo lo gestione el adulto que está con el menor. No hablar del tema e ignorarlo no es un buen camino, hay que reconocer la importancia que tiene cada hecho. La probabilidad de que convierta en traumático es mayor si no lo doy la importancia que tiene, ni más ni menos. Como adulto hay que hacerse cargo de la situación y no mirar para otro lado. Es necesario poner nombre a lo que el niño está sintiendo.
¿La sobreprotección conlleva problemas?
La sobreprotección es una forma de maltrato, aunque se ejerza con buena intención. Sin embargo, tener buenas intenciones no quiere decir que estés haciendo las cosas bien. Por eso, la sobreprotección es una forma de maltrato y tiene sus consecuencias. Es probable que el que ejerza la sobreprotección tenga traumas no resueltos, miedos que no quiere que su hijo sufra. Sin embargo, si no le dejo desarrollarse, crecer, sufrir, sentir miedo... lo que estoy haciendo es lanzarle el mensaje de que no es capaz.
¿La gestión de los traumas varía en función del sexo?
Las niñas se desarrollan cerebralmente antes y tienen un cerebro mucho más global e interconectado. En igualdad de circunstancias, vamos a decir que la niña tiene mayor capacidad de poder integrar el trauma. Pero claro, cuando hablamos de menores, todos tienen muy pocas herramientas y en este caso depende mucho del adulto que esté al lado del menor.
Otro factor básico es el apego, ¿cuáles son las claves para ejercerlo de manera sana?
Es cuestión de equilibrio. Las personas con apego seguro son aquellas que son capaces de proteger cuando debe hacerse, pero también dar ese espacio y cancha cuando el niño se siente con ganas de enfrentarse a un reto. Quienes ejercen un apego sano son personas coherentes, fiables y, sobre todo, las que tienen la capacidad de conectar con el menor.
En su libro habla del factor transgeneracional del trauma. ¿Somos víctimas de los miedos de nuestros antepasados?
Por supuesto. Si tengo unos padres sanos es una maravilla, pero si no gozan una buena salud mental, una buena gestión o autoestima y presentan, por ejemplo, adicciones, ejercen sistemas de evitación y de desconexión, sin duda me condicionará, pero no determinará. Afortunadamente, en consulta veo personas tremendamente valientes que vienen de muchas generaciones con traumas y me dicen: «Basta, no estoy dispuesto a transmitirle este trauma a mis hijos». Son personas conscientes y valientes, aunque, lamentablemente, no la mayoría.