Pedro Sánchez asumió el liderazgo del PSOE en 2014 y, ya en 2016, hizo su primer intento de investidura de la mano de Ciudadanos. Sánchez, quien se envolvía en la bandera española en los mítines, quería aparentar estar en las antípodas del recién nacido Podemos y tachaba a Pablo Iglesias de «populista» y le descalificaba por sus vínculos con Venezuela. No es para menos ya que los morados amargaron los inicios de Sánchez al frente del PSOE: dejaron a los socialistas en mínimos y se quedaron muy cerca de darle el «sorpasso».
Sin embargo, casi una década después de ver a un Sánchez cerca de Ciudadanos y lejos de Podemos, las cosas han cambiado diametralmente y el líder del PSOE se asemeja cada vez más al propio Iglesias. De hecho, hay medidas y discursos que solo empuñaba Iglesias y que ahora Sánchez prácticamente hace suyos: el último caso ha sido la guerra contra los medios que ha abierto el presidente del Gobierno. En los últimos dos años, Sánchez ha ido introduciendo en sus discursos, de forma más o menos tímida, el rechazo a la «derecha mediática», pero cuando Begoña Gómez ha empezado a ser investigada judicialmente ha endurecido ya el tono de sus ataques a la prensa con el objetivo de desprestigiar a los medios que han ido revelando detalles de las actividades de su mujer.
El miércoles compareció en el Congreso y acusó a partidos políticos de «comprar» líneas editoriales, unas palabras que se asemejan y mucho a cuando Iglesias hablaba de que los medios estaban controlados por «millonarios», «bancos» o «fondos buitre». No obstante, las acusaciones de Sánchez se quedaron, de momento, sin medidas concretas pese a que sí ha insinuado ya que va a tratar de controlar más a la prensa, de forma sigilosa: en este sentido, anunció 100 millones de euros para la digitalización de los medios (habrá que ver cómo se distribuyen) y María Jesús Montero ya introdujo nuevos criterios (retuiteo o tiempo de lectura) para repartir la publicidad institucional, unas palabras que parece que están hechas a medida para favorecer a sus medios afines.
En todo caso, hasta hace no mucho, cuando Iglesias atacaba a los medios de comunicación y señalaba a los periodistas que publicaban informaciones que iban en contra de Podemos, el PSOE salía en defensa de la prensa: «Nosotros no somos así», replicaban en 2020, por ejemplo. Ahora, Sánchez evita señalar a periodistas, pero sí señala a medios de comunicación, a los que tilda de «pseudomedios» dedicados a publicar «bulos»: es decir, parece que son dos formas distintas de decir prácticamente lo mismo. Además, en el marco de esta guerra del presidente contra los medios, el PP ha acusado a Sánchez de usar políticamente dos bulos que se han publicado contra la mujer de Alberto Núñez Feijóo y contra el juez que instruye el «caso Begoña».
Pero la guerra de Sánchez no solo es contra la «derecha mediática», sino también viene librándose contra el Ibex y la «derecha económica» en los últimos dos años. Eso ha hecho que también haya copiado a Iglesias en este ámbito y su guerra contra las grandes empresas: la medida más notable ha sido el impuesto extraordinario a la banca. En el programa electoral de Podemos para las elecciones generales de 2015 ya aparecía la propuesta de crear un «Impuesto de solidaridad» a las entidades financieras privadas con carácter extraordinario, algo que Sánchez ha acabado materializando con el tributo (prestación patrimonial) que creó en diciembre de 2022 para sobregravar los beneficios de la banca y establecimientos de crédito.
La hostilidad de Sánchez frente a las empresas tuvo una consecuencia prácticamente inmediata: medio año después de la creación de ese impuesto a la banca, acompañado de otro a las energéticas y a las grandes fortunas, Ferrovial, una de las compañías españolas más importantes, salió del país. La constructora se marchó ante la ofensiva fiscal contra las grandes empresas y el tono hostil del Gobierno.
Finalmente, la tercera pieza del discurso de Sánchez en los últimos dos años es la «derecha política», aunque realmente la mirada está puesta en los jueces que tienen en sus manos investigaciones que ponen en aprietos al Gobierno. En este sentido, Sánchez no ha dudado en seguir la línea de Iglesias y atacar al Poder Judicial, con acusaciones de «lawfare», con permisividad en las descalificaciones que hacen sus socios independentistas a los jueces y con una encuesta del CIS hecha a medida tras el estallido de la investigación a su mujer para generar un clima de presión y rechazo contra Juan Carlos Peinado, el instructor del «caso Begoña».