Al presentar a J.D. Vance en la Convención Republicana de Milwaukee, su esposa Usha Vance contó la historia de cómo se conocieron siendo estudiantes en la Facultad de Derecho de Yale. «El JD que conocí entonces es el mismo JD que ven hoy», dijo. «Excepto la barba, claro». El candidato republicano a la vicepresidencia, un aislacionista al más puro estilo «America First» visto como el posible heredero de Donald Trump, puede provocar un cambio sustancial en la escena política norteamericana si resulta elegido en noviembre: devolver la barba a la Casa Blanca.
El último vicepresidente con vello facial fue Charles Curtis, que dejó el cargo en 1933. Y no era más que un bigote. William Howard Taft, un nativo de Ohio que también estudió en Yale, como el propio Vance, sirvió un mandato como presidente con bigote, desde 1908 hasta 1913. Benjamin Harrison, el último comandante en jefe con barba, también de Ohio, dejó el cargo tras un único mandato en 1893.
Después de Curtis, la barba y el bigote desaparecieron de los rostros de los líderes políticos de Estados Unidos. Algunos lo relacionaron con asociaciones de clase o con una división cada vez más profunda entre lo urbano y lo rural: las barbas eran para los labradores y los montañeses, no para los presidentes.
En un estudio realizado en 2007 y 2008 hubo una serie de pruebas que respaldaban la teoría de que los políticos con barba tenían rasgos más masculinos y apoyaban menos las cuestiones feministas. Puede que estas actitudes estuvieran bien durante la Guerra Civil y después de ella, cuando Rutherford B. Hayes, presidente durante un mandato, lucía una tremenda barba que le ocultaba la mayor parte del cuello. Pero con la llegada del sufragio femenino, el vello facial puede haberse convertido en un inconveniente.
En un artículo basado en el estudio de congresistas con barba, Rebekah Herrick, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Estatal de Oklahoma, sugería que podían ser señal de «fuerza y dominancia», pero podían hacer que un político pareciera menos compasivo. Si esto los hacía menos atractivos para las votantes femeninas, también los hacía menos atractivos para Trump, un viejo opositor al vello facial.
En 2016, mientras estudiaba quién podía ser su secretario de Estado, el magnate descartó a John Bolton por su bigote. Aunque consiguió dejar de lado su aversión dos años después, cuando le nombró asesor de seguridad nacional. Bolton reveló al podcast de The Bulwark que Trump intentó asegurarle que no le molestaba el bigote durante una reunión en Mar-a-Lago.«Mire, esto del bigote, bueno, mi padre tenía bigote», le dijo. «Eso fue como si él dijera: ‘No te preocupes por eso’». Sin embargo, las reservas de Trump con respecto al vello facial se mantuvieron.
Después de que su hijo Donald Trump Jr. regresara de un viaje de caza con barba, en 2018, su padre aparentemente lo desaprobó. «No me gusta en ti, como te he dicho», dijo Trump en el podcast de su hijo dos años después. «Creo que está bien si quieres hacerlo. Soy un libertario en ese sentido, puedes hacer lo que quieras. Pero no me gusta en ti».
Vance, de 39 años, amigo íntimo de Don Jr., luce barba desde su candidatura al Senado. Sin ella, al parecer, podía ser confundido con un adolescente, aunque también se especuló con que podría echar por tierra sus posibilidades de ser elegido como compañero de fórmula de Trump. El exmandatario, sin embargo, aseguró a Fox News que no sería así. «Tiene buen aspecto», dijo. «Parece un joven Abraham Lincoln». También puede haber ayudado a Vance presentarse como hijo de los Apalaches, una región asociada desde hace tiempo con las luchas económicas, aunque su esposa Usha también trató de moderar cualquier conclusión que la gente pudiera sacar de su barba. El hombre que conoció en Yale era «un marine duro», dijo. Pero su «idea de un buen rato es jugar con cachorros... Y ver la película Babe».