La nueva Asamblea Nacional salida de las elecciones legislativas anticipadas ha abierto por primera vez sus puertas para un inicio de legislatura que se anuncia tremendamente compleja, con el reflejo de una Francia tripolar en los asientos del hemiciclo, sin mayoría de nadie y con el fantasma de un país ingobernable que ha sobrevolado este arranque de decimoséptima legislatura de la V República.
Tras tres rondas de reñida votación la candidata macronista y presidenta hasta ahora, Yaël Braun-Pivet, ha conseguido por mayoría simple mantener el cargo frente al candidato comunista propuesto por el Nuevo Frente Popular, André Chassaingne. Macron se apunta un tanto al mantener ese cargo importante al frente del hemiciclo que puede ser elemental en una situación tan fragmentada. La propia Braun-Pivet, nada más salir elegida ha reconocido la dificultad del momento: «El país está fracturado». Encargada de representar a los diputados, la presidenta de la Asamblea Nacional ocupa el cuarto lugar en el orden protocolario, tras el presidente de la República, el primer ministro y el presidente del Senado.
A la incógnita que plantea la configuración tripolar del Parlamento se suma el carácter inédito de la permanencia de un Gobierno dimisionario con Gabriel Attal en funciones y las serias dudas emitidas por el resto de partidos en cuanto a la verdadera separación de poderes, debido a que algunos ministros combinarán excepcionalmente sus cargos ministeriales con el de diputados. Macron aceptó la dimisión de Attal el pasado martes, aunque seguirá gobernando de forma provisional y con un poder limitado. La gestión transitoria del Ejecutivo, que consiste en tomar decisiones administrativas sin impacto político, podría ampliarse hasta el inicio del nuevo curso académico, en particular para asegurar el buen desarrollo de los Juegos Olímpicos.
Mientras, continúan las tensiones en la alianza de izquierdas para encontrar un candidato a primer ministro. Laurence Tubiana, alta funcionaria y responsable de alcanzar el acuerdo del clima en la COP de París en 2015, ha dicho estar preparada para el cargo tras revelarse que cuenta con el apoyo de socialistas, ecologistas y comunistas, pero no de la izquierda radical de Jean-Luc Mélenchon. Las divergencias entre insumisos y socialistas parecen por momentos insalvables y complican designar un candidato de consenso. Algunas figuras de la coalición como la líder ecologista Marine Tondelier ya han expresado su hartazgo ante las líneas rojas y vetos dentro del propio Nuevo Frente Popular. «La esperanza [que surgió en las elecciones legislativas] se ha convertido en rabia, nuestra alegría se ha convertido en vergüenza», dijo Tondelier el martes, quien cree que la disputa en el seno de la izquierda beneficia al Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen.
Otras figuras del centro macronista siguen explorando posibles vías con acercamientos a Los Republicanos y a socialistas para intentar una alianza alternativa que fuese mucho más compatible con Macron. Tampoco parece fácil porque las cuentas no salen y la mayoría parlamentaria de 289 escaños parece lejana para todos. Según pasan los días y los franceses asisten a este baile de vetos cruzados se va acentuando la sombra de acabar con un gobierno técnico y una repetición electoral en el plazo de un año, tal y como marca la constitución francesa. La pregunta ahora es si Le Pen, clara perdedora de la segunda vuelta de las legislativas del pasado 7 de julio, puede acabar saliendo beneficiada del caos y la falta de entendimiento para formar gobierno de cara a las próximas presidenciales de 2027.
