Cualquier objeto puede ser un juguete. Una hoja de papel vale como barco o gorro de soldado. Unas cuantas ramas pueden recrear espadas o una cabaña donde inventar mundos e historias. Con imaginación, en cualquier lado se puede construir un puente hacia Terabithia. Dentro de la romantización de la era «pre internet», destacan esos juegos de niños al aire libre, sin pantallas ni límites. Se añoran en ocasiones esas rodillas renegridas como símbolo de movimiento y alegría, como contrapeso a esa tendencia de no aprender a base de caídas, sino de vídeos de menos de 30 segundos. Esas dulces imágenes, sin más tecnología que la permitida por la inocencia, las plasmó Francisco de Goya con la particular precisión y dulzura de sus primeros años como pintor. «Niños jugando al toro», «Niños jugando a saltar», «Niños jugando a soldados», «Niños jugando al balancín» o «Niños buscando nidos» son algunos de los óleos que componen una serie de obras del de Fuendetodos, y que ahora se puede observar de manera completa en el Museo Goya de Zaragoza.
La Fundación Ibercaja ha incorporado a la colección permanente del citado espacio «Juego de niños», seis óleos que conforman la citada serie, así como un retrato en miniatura, «Joven caballero con frac azul». Siete obras pintadas entre 1775 y 1785, y que suman en total 32 piezas del artista en la colección permanente del Museo. Esta adquisición, subraya José Luis Rodrigo, director general de la Fundación Ibercaja, «nos convierte en el segundo espacio con más obra pictórica de Goya en el mundo, solo por detrás del Museo del Prado».
La fijación de Goya por reflejar en sus lienzos lo callejero no fue solo a raíz de los horrores de la guerra, sino que también se sintió cautivado por lo cotidiano. El artista llegó a Madrid en 1775 y, tras pintar cartones para la Real Fábrica de Tapices durante cinco años, comenzó a realizar trabajos particulares. «Empezó con retratos a nobles como María Teresa de Vallabriga, pero también se abrió un camino que habían seguido otros pintores con los que había coincidido en Roma», apunta el historiador del arte Javier Martínez Molina. Fue así como surgieron sus obras de escenas ordinarias, y entre ellas su serie de niños jugando. Apunta el Museo Goya que «uno de los principales objetivos del artista con estos óleos era visibilizar la despreocupación existente hacia la educación de los niños humildes y pobres, la mayoría de ellos, analfabetos». Unas pinturas, por tanto, que contrastan con ingenio la diversión y alegría de sus protagonistas, la aparente placidez inspirada por tonos ocres, verdes y rosáceos, y la gran carga de intencionalidad crítica y social de su autor.
Pero no todo para Goya era una cuestión de revisar su entorno. Para estos juegos apunta el espacio zaragozano, el artista también utilizó sus propios juegos, sus recuerdos de infancia en Zaragoza, lugar donde recrea «Niños jugando al toro», así como en otros escenarios de pueblos de Castilla o de las afueras de Madrid. Seis obras que llegan como cesión en depósito a largo plazo, sin fecha límite, y procedentes algunas de ellas de la Fundación Santamarca y de San Ramón y San Antonio. Por su parte, el retrato en miniatura, obra inédita pintada a «gouache» sobre lámina de marfil hacia 1803, ha sido aportado por un coleccionista particular aragonés del que ya cuentan con otras obras en el Museo.
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SACANDO ARTE DEL ARMARIO
Se está sacando arte del armario. En este caso, de Goya. Apunta Ignacio Olmos, director de la Fundación Santamarca, que «durante casi 70 años, nuestra colección apenas ha tenido actividad expositiva, pero recientemente hemos relanzado con vigor este patrimonio». Ofrecen la oportunidad, con el espacio de la Fundación Ibercaja, de darle visibilidad a piezas inéditas ante el gran público y, aseguran, «en un perfecto estado de mantenimiento y conservación».
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