Si los seriales fueron el formato que hizo posible que las productoras independientes sobrevivieran a la dictadura vertical de las grandes ‘majors’ en el Hollywood anterior a 1948, cultivando un cine de género (y, por supuesto, el western) que no tardaría en invadir los televisores de la segunda mitad de los años cincuenta, también es cierto que el cine, que tuvo que reinventarse en forma de gran espectáculo durante esa década para competir con la caja tonta, utilizó la mítica monumentalidad del western para reivindicarse en una época en la que sus estereotipos parecían entrar en crisis. En ese sentido, el megalómano proyecto de Kevin Costner, del que ahora nos llega su primer capítulo, “Horizon: An American Saga”, puede entenderse también como el síntoma de una crisis de identidad del cine frente al auge del capitalismo de plataformas, que ha convertido la serialidad televisiva en forma canónica de la cultura popular en un momento en que la asistencia a las salas decrece de manera alarmante.
Ahora que el formato serial se ha adaptado a los nuevos tiempos en el género de los superhéroes, dando señales de lógico agotamiento, Costner ha decidido, en un gesto un tanto suicida (nos quedan tres capítulos más, el estreno del segundo está previsto para el 30 de agosto, los otros dos están en el aire), filmar el western definitivo (como si “Bailando con lobos” y “Open Range” no gastaran esos aires) en lo que parece una miniserie para cines.
Nostálgico de la estética y la ideología del cine de la vieja guardia, Kevin Costner ama el género, hasta el punto de que parece que ha querido hacer su versión de “La conquista del Oeste”, con el inconveniente de que la estructura serial condena a este episodio piloto a una mera presentación de personajes. Si bien despierta simpatía su respeto por el canon, protegiéndose en una mirada ingenua y algo anacrónica hacia los tropos del género, la película, que busca su fuerza dramática en la tensión entre los colonos que ocupan las praderas del Medio Oeste y los indios que defienden su territorio (el primer asedio es magnífico, aunque nos deja con la mosca tras la oreja sobre la posición ideológica que tomará Costner en el retrato de los nativos), se pierde en una coralidad meliflua, incapaz de encontrar un centro de gravedad que justifique sus tres horas de duración.
Lo mejor:
Es innegable que de la película emana un sincero amor por el género.
Lo peor:
Es una mala idea concebir un proyecto para salas con la estructura narrativa de una miniserie.