Se ha convertido en el patrón oro de la ciencia ficción más sesuda, gracias a títulos como la excelente “Ex Machina”, con la que debutó como director en 2014, o “Aniquilación”, firmada para Netflix de la mano de Natalie Portman en 2018. Pero antes de eso, el brillante guionista que vive en Alex Garland (Inglaterra, 1970) ya era uno de los más respetados a ambos lados del Atlántico gracias a su trabajo en “28 días después” (2002) o “Sunshine” (2007), escritas las dos para su buen amigo Danny Boyle. Ahora, respaldado por su excelso currículum y la maquinaria publicitaria de A24 -el nuevo caso de productora de éxito al que se aferra Hollywood- Garland vuelve imaginando una guerra civil inmediata en Estados Unidos, un país empobrecido y deprimido que gobierna un fascista carismático.
Si la historia les suena por plausible, todo lo que ocurre en “Civil War” también hará que un escalofrío les recorra la espalda, como película pegada a lo contemporáneo en su forma (el comienzo del filme mezcla imágenes recreadas con reales de manifestaciones, disturbios y conflictos armados) y en su fondo (debatiendo sobre noticias falsas, líderes extremistas y la polarización de una población crispada hasta la médula). Para darle sentido a la trama, y también para recrearse en la reflexión infinita sobre la violencia que se elige o no mostrar, Garland se vale aquí de Kirsten Dunst como loba vieja del fotoperiodismo de guerra que, después de un sangriento atentado, acoge en su manada de juntaletras a una joven aprendiz a la que da vida, de nuevo de manera fantástica, la misma Cailee Spaeny de “Priscilla”.
“La película es un reflejo de muchas ansiedades. Ansiedad, sobre todo, ante el extremismo y nuestro fracaso para contenerlo”, comienza a explicar Garland, que visitó Madrid para presentar “Civil War” y, de nuevo, para desmentir la información falsa publicada por varios medios que indicaban que esta sería su última película. “Para mí no ha tenido consecuencias, porque lo que decido hacer con mi carrera es cosa mía. En otras ocasiones, la falta de ética periodística sí tiene consecuencias graves. Fue extraño ver el desarrollo de acontecimientos a partir del discurso de Jonathan Glazer en los Oscar. Se malinterpretó desde un principio, pero no sé si con malas intenciones. Habla de una interacción extraña entre los sujetos y los medios. Y luego, en un plano más extremo, tienes a varios líderes mundiales apoyando este tipo de dinámicas, haciéndolas más fuertes”, apunta el director.
Consciente de lo plausible de la narrativa de su nuevo trabajo, Garland no esquiva las preguntas más directas: “Hillary Clinton, cuando se presentó a las elecciones contra Donald Trump, acabó usando una expresión que sería lapidaria. Se refirió a los votantes de Trump como “cesta de deplorables”. Y fue un insulto directo a esos votantes. Es muy posible que perdiera las elecciones por usar aquella expresión. La izquierda confunde todavía a Donald Trump, Nigel Farage o Boris Johnson con sus votantes. Son cosas distintas y, de hecho, lo que están haciendo es marcar a esa gente como “cesta de deplorables” de nuevo. A la gente que se lo merece y a la que no. Tengo amigos de derechas, y a veces lo son por razones ideológicas, pero a veces lo son por la familia en la que han crecido. No mucho más que eso. Su padre o su madre eran de derechas, así que ellos lo son. No son deplorables. No son extremistas. Solo siguen el camino que se ha marcado para ellos. La demonización de los extremos, en realidad, es puro prejuicio. ¿Cómo de exitoso ha sido ese mecanismo? ¿Nos ha funcionado bien? ¿Paró el Brexit? ¿Triunfamos o fracasamos estrepitosamente? Entiendo que haya gente frustrada con la película que me pueda atacar por lo que pienso, pero estará bien, porque esto es lo que pienso de ellos”, explica meridiano.
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Videojuegos que imitan a la guerra, y viceversa
Obsesionado en su filmografía más reciente con la estética adrenalínica y dolosa del conflicto armado, Alex Garland firma en «Civil War» un retrato del intercambio de fuego asesorado por veteranos de guerra. «Entiendo que la forma puede asociarse a la del videojuego, pero sería irrespetuoso comparar la experiencia de los veteranos de guerra con un juego como ‘‘Call of Duty’’. Los videojuegos imitan al cine de guerra, más que a la propia guerra», explica el realizador, que participó hace unos años en la saga «Devil May Cry» pero ya no está involucrado ni con Capcom ni con el equipo creativo: «Me llamaron para plantearme una serie de dudas técnicas sobre el guion, pero esa fue toda mi participación. Me acreditaron porque son buena gente. Son muy buena gente».
]]“Como no me interesaba el eje entre izquierdas y derechas, muchas veces quería confundir, no mencionando por ejemplo si el Presidente era del Partido Republicano o del Partido Demócrata. Fue un acto de confusión deliberado. Pero respecto al resto de decisiones, la más importante quizá sea la de California y Texas peleando juntas. Y preguntarme si, siendo el Presidente un fascista, estos estados podrían poner a un lado sus diferencias ideológicas para pelear contra el fascismo. Esa es la pregunta. Y si crees que es imposible, estás diciendo mucho sobre la naturaleza de la polarización, tanto del país como de su gente. No es tanto confusión como un desafío”, continúa el director, criticado por los sectores más progresistas de EE.UU. por no dejarse llevar por la obviedad. Y sigue: “Las posibilidades de que la gente no interprete como yo quiero la película siempre son altas. ¿Me molesta? No demasiado, porque sería como molestarme por la llegada de la noche o la subida de las mareas. Dentro de la película, hay varios indicadores de qué quiere decir la película al respecto de los extremistas. Sobre su comportamiento. Se puede leer en los manierismos del Presidente, o en cómo un bando ejecuta a otro. ¿Eso se puede malinterpretar? Sí, pero se estaría malinterpretando de manera consciente”, se despide elocuente.