La cuestión es el pase, la clave. Se había pasado Mbappé todo el partido rematando, sin parar, con poca suerte, pero sin descanso. No le salían ni los remates en fuera de juego, como el que tuvo tras un palo de Vinicius, que se marchó fuera. Le faltaba siempre un centímetro, para quitarse al defensa de encima o para que le llegase el balón en condiciones o para rematar ese pase de Vini en la mejor contra del equipo de Ancelotti en la primera parte. Mbappé protagonizaba todo el ataque. No por nada es el futbolista que más remata de Europa. Pero no había manera.
Porque la clave era el pase. Al Real Madrid, en estático, le cuesta crear, aún es lento y los remates casi nunca llegan en las mejores condiciones y cuando corre, aún no está perfectamente engrasado y no le sale por poco. No faltaba intensidad, lo que se echaba de menos era claridad, que alguien lo viese más rápido que el rival, un toque sólo para desarmar a la defensa y encontrar el enésimo desmarque de Kylian.
Fue Valverde, con el ocho, de rubio, contra la nostalgia. Ya era la segunda parte del encuentro contra el Betis, el Madrid dominaba, no estaba mal, tampoco perfecto, pero algunos nervios se sentían en la grada. No es el socio del Madrid el que mejor maneja la paciencia. Tiene pinta de que la gran mayoría pitan en cuanto se enciende el semáforo y el de delante no avanza. Estaba el ambiente así, a punto de todo, cuando Rodrygo, el que mejor regateó contra el Betis, inició una carrera en vertical, se la dio a Valverde al borde del área y el uruguayo, de tacón, de primeras por fin, con sentido, se la dio a Mbappé. No falló el francés.
Por fin, el gol más esperado en el Bernabéu del futbolista más esperado en los últimos años. Puede que el taconazo de Valverde haya desatado a la bestia, le corrija el centímetro que estaba desviado y puede, seguro, que cambie la perspectiva del Real Madrid a partir de ahora. Con más tranquilidad ya, Vinicius sufrió un penalti y con naturalidad, tras decretarlo el VAR, Mbappé cogió la pelota y lanzó el penalti para marcar su segundo. Ya está aquí.
Y eso da tranquilidad al Real Madrid para el parón y dos semanas de tranquilidad y de trabajo. El equipo de Ancelotti fue mejor que el Betis y mereció la victoria mucho más que en otros encuentros de LaLiga, pero aún tiene algunos problemas que solventar. Lo bueno es que las ganas no es uno de ellos. Tuvo ánimo contra el Betis desde al principio, aunque la primera parte fue más un quiero y no puedo que otra cosa.
Pese a que Tchouameni mejoró, el equipo sigue dejando que el rival llegue demasiadas veces con velocidad, da la impresión de que se relaja o se despista y olvida el equilibrio que tanto repite Ancelotti.
El técnico probó con Ceballos como titular, en otra vuelta de tuerca, que sin Bellingham está dando en esa posición del campo. Modric no está todavía, Güler no le termina de convencer aún y Ceballos fue la gran sorpresa del once del entrenador italiano. Estuvo a ratos bien y a ratos regular, muy en su línea. Pero puede que el choque le ayude a sentirse importante.
Empezó mejor el Betis, quizá porque la inseguridad había hecho mella en el Real Madrid, pero el paso de los minutos igualó el choque. Y el equipo de Pellegrini se quedó sin balón. El Madrid lo tuvo aunque aún no tiene muy claro qué hacer con él.
En cambio, fue bastante superior después del descanso, pese a que concedió alguna al Betis a campo abierto. Pero el partido ya era más reconocible a los que se suelen disputar en el Bernabéu: el equipo atacando y jugándose ya en campo rival, con la defensa adelantada.
La insistencia, cuando aún faltan algunas cosas, también es un valor. Eso lo tuvo el Madrid y el futuro, ahora, es mejor.