Era un hombre cariñoso, comunicativo y amable, y un compositor prolífico que, con altos vuelos, llevó la música campesina al pentagrama. Fue una estrella en el mundo de la publicidad. Se le conoció como El rey de los jingles. Compuso unos 200, orquestados muchos de ellos por Adolfo Guzmán e interpretados por la orquesta Riverside.
En dos ocasiones pusieron en manos de Eduardo Saborit un cheque en blanco para que escribiese él mismo la cantidad que quisiera recibir: cuando compuso Conozca a Cuba primero y la petrolera Esso quiso utilizarla en sus campañas publicitarias, y cuando en los años iniciales de la Revolución la agencia publicitaria para la que trabajaba insistió para que se fuese a vivir y a trabajar a Puerto Rico.
Ninguna de las dos veces se dejó comprar. En la primera alegó que no vendía a una empresa extranjera lo que componía para su país. Su respuesta en la segunda ocasión fue más contundente: escribió Cuba, qué linda es Cuba, una canción que le ha dado la vuelta al mundo y que, apunta Radamés Giro en su imprescindible Diccionario enciclopédico de la música cubana, «se ha convertido en un verdadero símbolo de la Isla».
Oye, tú que dices que tu patria
no es tan linda.
Oye, tú que dices que lo tuyo
no es tan bueno,
yo te invito a que busques
por el mundo
otro cielo tan azul
como tu cielo,
una luna tan brillante como aquella
que se filtra en la dulzura de tu caña,
un Fidel que vibra en la montaña.
Un rubí, cinco franjas y una estrella…
Es contradictoria y confusa la historia de esa pieza. Se dice que se estrenó formalmente en 1961, durante el 1er. Congreso de Escritores y Artistas Cubanos. No es cierto. Su estreno es muy anterior: en noviembre de 1959 la cantó Celia Cruz ante las cámaras de El Casino de la Alegría, un estelar de CMQ (Bohemia, 15 de noviembre de 1959).
Una delegación cultural cubana dirigida por Alberto Alonso (y de la cual Saborit formó parte) estuvo en el Festival de la Juventud de Viena antes de emprender una larga gira por Europa, y Saborit la compone en el balneario ruso de Sochi. Por cierto, el texto original sufrió supresiones, de las que el compositor no parece ser ajeno, como el verso que decía: “cuando estoy lejos sé que me cuida / mi virgencita, mi Caridad”.
Es 1961, año de la Campaña Nacional de Alfabetización que hizo que 700 000 cubanos aprendiesen a leer y a escribir en pocos meses, y Saborit se entrega en cuerpo y alma a esa tarea. Sin importarle parajes intrincados, ríos crecidos, noches a la intemperie, comidas al paso, escenarios improvisados ni el accionar de bandas contrarrevolucionarias que no respetan vidas ni haciendas, recorre la Isla como parte de un elenco de importantes artistas que llevan un poco de esparcimiento a los brigadistas alfabetizadores.
Y tras la invasión mercenaria de Playa Girón, en ese mismo año, la dirección del país le encomienda trasladarse a la zona agredida y conversar con los jóvenes que allí alfabetizan para que después dé cuenta de ello a sus familiares.
Fue el autor del Himno de la alfabetización y de la marcha Cumplimos, que se cantó en la Plaza de la Revolución el 22 de diciembre de 1961, en el acto con que se clausuró la proeza.
Pero, valiéndose del mismo tema, sabría el artista elevarse sobre la consigna y la contingencia para escribir Despertar, popularizada por Esther Borja, melodía memorable y conmovedora en su lirismo.
Cuantas cosas ya puedo decirte
porque al fin he aprendido a escribir.
Ahora puedo decirlo en mis cartas,
ahora empieza mi amor a vivir.
Ya la patria me ha dado un tesoro,
he aprendido a leer y a escribir.
Eduardo Saborit Pérez nació en Campechuela, localidad del oriente cubano, el 14 de mayo de 1911. Su padre era músico de profesión, director de la banda municipal del poblado y compositor de música para órganos, instrumento que, por otra parte, sabía reparar. Él sería el primer maestro del pequeño Eduardo, que desde temprano mostró afición por la música.
Tocaba la flauta, el clarinete y el piano, y tenía solo 14 años de edad cuando entró a formar parte de la agrupación que dirigía su padre. El hecho de que, desde 1912, Campechuela contara con su banda, de la que carecían poblaciones vecinas, hacía que los muchachos de Saborit padre fuesen solicitados en la amplia zona del norte de la provincia. Es en uno de esos viajes que el joven intérprete se aventura a tomar un baño en una laguna que para su desgracia estaba contaminada. El resultado fue un tifus que lo puso al filo de la muerte. Salvó al fin la vida, pero el médico le suspendió la ejecución de instrumentos de viento.
Entonces es que decide hacer estudios de guitarra clásica. Pensó que sería un mero entretenimiento. Pero no. Los que lo conocieron en esos días recordaban su clara vocación por la guitarra. Precisaban: «Ya en los primeros años de su juventud era un buen guitarrista».
En Niquero, donde se instala con su padre, se gana la vida como barbero, sin olvidarse de la música. Participa en numerosas actividades culturales y el maestro Crecencio Rosales guía sus pasos como guitarrista y compositor. Se beneficia con el contacto con los Raga, una familia de músicos. Entabla relaciones con Zoila Raga, con la que contraerá matrimonio y lo acompañará hasta el final, y con Luis Raga viajará primero a Manzanillo y luego a Camagüey, donde, junto con Teodoro Benemelis formará el trío La Clave Azul.
Saborit se va convirtiendo en un guitarrista fuera de serie, y la Cadena Azul, todavía con estudios centrales en la ciudad de Santa Clara, le ofrece empleo y lo trae a La Habana cuando el legendario Amado Trinidad decide establecer aquí su RHC. Trabajará después en CMQ-Radio y para agencias publicitarias. Figuró, en la RHC, en el elenco de los gustados episodios de Pepe Cortés, un bandido romántico que robaba a los ricos para repartir entre los pobres, y en El rincón de don Hilario, de CMQ. Años después fue frecuente su presencia en la TV, donde comenzó a dirigir conjuntos musicales. Formó parte del Conjunto Saborit-Ojada conformado por 30 guitarras, cuatro laudes y tres treses.
Antes, al estallar la 2da. Guerra Mundial, el mando aliado convoca a artistas que se presentarán en hospitales y frentes de guerra. Saborit está entre ellos. Su quehacer en la publicidad no lo alejó de la composición. Cantó al amor, a la mujer, a la vida, al paisaje, a los símbolos y atributos patrios. Una obra cubanísima la suya, auténtica, que le viene de raíz.
Es el autor de la música de El caballo y la montura y La guayabera, ambas con letra de Miguel Alfonso Pozo, el célebre Clavelito.
Quiero un sombrero
de guano, una bandera,
quiero una guayabera
y un son para bailar…
Todo pasó demasiado rápido para Eduardo Saborit.
Tenía 51 años de edad. La salud empezó a fallarle, perdió peso y el médico le indicó un reposo que el compositor se negó a cumplir; le faltaban demasiadas cosas por hacer. Llegó así la noche del 5 de marzo de 1963. Una noche que, aparentemente, sería como las otras. Conversó con su médico por teléfono, y antes de retirarse a dormir pasó por la cuna de su sobrino y le cantó hasta dejarlo dormido. Luego se acostó. Veinte minutos después estaba muerto. Había dejado bien afinada su guitarra.