SANDINO, Pinar del Río. — Más de 100 kilómetros separan el poblado de Las Martinas de la cabecera provincial de Pinar del Río.
La ruta hasta allá está llena de viales maltrechos, pero incluso, en el más inaccesible de los lugares reside una familia.
Sandino acoge en su geografía al Cabo de San Antonio, a la Península de Guanahacabibes, y justo en esa dirección está el radar de La Bajada, fiel vigilante de los eventos hidrometeorológicos que afectan a la región del Caribe.
De camino hacia el Occidente, en Manuel Lazo, el visitante puede desviarse a la derecha y llegar hasta esa zona protegida o seguir rumbo a Las Martinas, donde Fidel entregó por vez primera tierras a los campesinos, en fecha tan temprana como marzo de 1959.
La Revolución naciente reconocía así que la tierra es de quien la trabaja y como embrión de la Ley de Reforma Agraria, 340 campesinos se convirtieron en propietarios de las fincas que se encontraban hasta entonces bajo la tutela de un latifundio.
El poblado, lleno de historia, creció y hubo escuelas, farmacias, consultorios, centros de trabajo… y aunque tuvo tiempos de mucho más esplendor que los actuales, siempre se distinguió por tener gente buena, guajiros nobles que dan lo que tienen y no lo que les sobra.
Son esos mismos los que en estos días de lluvia y viento, de apagón y agua caliente para tomar, han extendido una taza de café y un vaso de refresco, una sonrisa de agradecimiento y un apretón de manos a los linieros que han llegado desde otras provincias para ayudar en la recuperación.
A DOS AÑOS DE IAN
Este viernes se cumplieron exactamente dos años desde que el huracán Ian atravesara Pinar del Río, y aún están muy nítidos en la memoria de los vueltabajeros los recuerdos de aquella madrugada horrible del 27 de septiembre de 2022, en la que los vientos destrozaron cultivos, centros médicos, escuelas y más de 100 000 viviendas sufrieron daños.
Helene no causó ni remotamente los estragos de Ian, pero dejó una buena parte de los clientes sin servicio eléctrico, sector que recibió la mayor parte de las afectaciones por el impacto de las precipitaciones y vientos asociados a este fenómeno.
Tras dos días de lluvia, siete grupos de trabajo procedentes de Mayabeque, Cienfuegos y La Habana arribaron a Pinar del Río, para junto a las brigadas de los vueltabajeros, iniciar la recuperación del sistema eléctrico.
Entre ellos vino Yildo González Díaz, un joven habanero de 31 años, del Cerro, que sube y desciende de un poste de la electricidad con una destreza y precaución impecables. «La disciplina es lo más importante, dice, es lo que garantiza nuestra seguridad y la de nuestros compañeros».
Esta no es su primera vez en Pinar del Río. Cuando Ian prestó servicio en el municipio Los Palacios y sabe de la calidad de este pueblo agradecido.
«Soy liniero desde los 21 años. Tengo unos primos que fueron mi inspiración y siempre conté con el apoyo de mi familia, de mi mamá y de mi abuela», comenta el joven.
Mientras sube a lo más alto y toma todas las medidas necesarias, sus compañeros garantizan también que el ejercicio fructifique.
«Este es un trabajo en equipo. Todos los días por las mañanas, antes de empezar la faena, nos reunimos, nos ponemos de acuerdo para ver quién va a subir y quiénes se encargarán de las otras labores. Todo se colegia.
«Esta es la profesión que yo escogí. Me gusta ser liniero», afirma.
No hay trucos, mas son la solidaridad y la disciplina, quizá las palabras de orden en todo lo que hacen los trabajadores del sector eléctrico.
Bien lo sabe Alexander Granda González, quien se encuentra al frente de este equipo de trabajo, parte del Contingente José Martí, de La Habana.
Asegura que las principales afectaciones encontradas radican en postes partidos y caídos, líneas fuera de los aisladores, averías por la poda y en los bajantes.
«A veces lo más difícil es el acceso, porque hay zonas arenosas en las que el camión no entra y no queda otra forma para llegar que no sea caminando. Hemos recorrido varios kilómetros de línea y se ven bastantes daños», comentó Granda González, quien tiene 30 años de experiencia en estas labores.
«Vinimos cuatro camionetas y tenemos todos los recursos para trabajar», precisa, a la vez que está pendiente de lo que van haciendo sus muchachos.
«Aquí hay cinco reglas de oro que no se pueden violar y son las que garantizan que las cosas salgan bien, porque es un trabajo muy riesgoso. Los linieros que tengo aquí son jóvenes, pero están capacitados y siempre estoy pendiente», explica este hombre que pertenece a la UEB de línea aérea en la Capital.
Unos kilómetros antes de encontrar a Alexander con su camioneta, en un barrio conocido por El Carril subían por un camino que no permite el paso a los carros, Yoan Díaz Díaz y Oscar Yoenys Rodríguez.
«Es una zona intrincada y eso complejiza las labores», reconoce el segundo, un joven liniero de La Habana que este viernes desandaba los caminos bajo el sol más fuerte del mediodía junto a su compañero, otro muchachón que dejó el confort del hogar para venir a ayudar.
Habían empezado a trabajar antes de que el sol saliera, pero el calor fue implacable cuando alzó la mañana. «Ya estamos adaptados a estas faenas, son 10 años como linieros, lo que la temperatura violenta no ayuda.
«Aquí vamos a estar hasta que haga falta, hace dos años estuvimos en San Diego y fue igual, lo importante es hacer el trabajo bien y completo», refirió Yoan.
Por mucho que intenten protegerse el sol los castiga. No es tarea sencilla la que tienen los trabajadores eléctricos cada vez que un evento hidrometeorológico, por sencillo que sea, tira al piso parte de la red.
Mas son siempre los primeros en llegar; una suerte de cofradía, de hermandad, de solidaridad. No tienen fecha de partida, porque son de toda Cuba y, sobre todo, de Pinar del Río.