T-MEC 2026: punto de inflexión para las perspectivas económicas
La economía mexicana entra a 2026 con un balance mixto entre resiliencia externa y debilidad interna. Por un lado, las exportaciones manufactureras mantienen un desempeño sólido, apoyadas en la fortaleza de la economía estadounidense y en un diferencial arancelario favorable para México. Por otro, la inversión —tanto pública como privada— se ha desacelerado de manera significativa en un entorno marcado por mayor incertidumbre comercial.
En este contexto, la revisión del T-MEC prevista para 2026 se convierte en un elemento central para las expectativas de mediano plazo. Este proceso no debe interpretarse como un trámite administrativo. Llega acompañado de una acumulación de fricciones sectoriales que incluyen energía, agricultura, reglas de origen y disposiciones laborales.
México mantiene actualmente un arancel efectivo cercano a 5%, muy por debajo del promedio global y del aplicado a varias economías asiáticas. Este diferencial ha favorecido un notable dinamismo exportador: excluyendo autos, las exportaciones manufactureras han crecido a tasas de dos dígitos incluso en un entorno global más proteccionista. Esta misma dependencia del acceso preferencial refuerza la importancia de un desenlace constructivo en la revisión del tratado.
El desafío reside en que la inversión ha perdido tracción en los últimos trimestres. La expansión observada en 2023 respondió principalmente al impulso del gasto público. Una vez retirado ese estímulo, la inversión privada se debilitó ante la persistencia de tensiones comerciales y dudas sobre el marco institucional, incluyendo la reforma judicial. La inversión pública, por su parte, se ajustó para estabilizar las cuentas fiscales, dejando a la economía con menos motores de crecimiento.
A pesar de ello, la oportunidad de mediano plazo permanece intacta. Las condiciones estructurales que sustentan el nearshoring —proximidad geográfica, integración manufacturera y un acceso arancelario difícil de replicar— siguen vigentes. La relocalización podría retomar impulso si la revisión del T-MEC concluye con ajustes moderados y si se avanza en reducir los cuellos de botella más relevantes, particularmente en materia energética.
De cara a 2026, la trayectoria económica dependerá en buena medida del resultado del proceso de revisión. Un escenario de renovación del T-MEC por 16 años con modificaciones acotadas podría contribuir a reducir la incertidumbre y favorecer una recuperación gradual de la inversión hacia 2027. Por el contrario, un proceso prolongado o altamente politizado podría postergar la reactivación y mantener en pausa parte del potencial del nearshoring.
México enfrenta esta revisión con ventajas competitivas claras, pero también con desafíos internos que deberán atenderse para maximizar los beneficios del acuerdo. Para consolidar un crecimiento sostenible será indispensable fortalecer el Estado de derecho, garantizar un suministro energético competitivo y asegurar un entorno regulatorio predecible.
En última instancia, el T-MEC será un indicador decisivo de la capacidad de México para aprovechar la coyuntura regional. Su resultado determinará en gran medida el perfil económico del país durante la próxima década.