Enero es el mes en el que comienzan a definirse los grandes temas que marcarán las conversaciones de los próximos meses y, en términos generales, del año entero. Esto se debe a varios factores.
El primero y más evidente es que es el inicio del año calendario; el segundo, que también marca el inicio del año fiscal en la mayoría de los países (aunque algunos, como Reino Unido, Estados Unidos o Japón, manejan fechas diferentes). Además, muchas empresas aprovechan este mes para definir sus objetivos de negocio, de talento y de desempeño individual para sus colaboradores.
También es un mes clave para las personas. Nosotros, como individuos, solemos establecer nuestros objetivos, propósitos y sueños. Aunque esto pueda parecer trivial para algunos, los rituales que acompañan estas resoluciones tienen un significado profundo.
No faltan quienes se burlan de estas prácticas, pero quizá estas mismas personas carecen de una comprensión fundamental del liderazgo: los rituales son actos simbólicos que conectan nuestras aspiraciones con acciones concretas.
Nuestra mente es una máquina de crear significados, y ahí radica el poder de los simbolismos. No es la maleta, la escoba o las uvas lo que importa; es lo que representan para nosotros. Este poder simbólico no solo es esencial para las personas, sino que también lo utilizan los gobiernos y las empresas para movilizar a sus comunidades.
Enero, además, es el mes del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza. Desde hace algunos años, he seguido de cerca los temas discutidos en este evento, especialmente aquellos que impactan el mundo del trabajo, el talento y las personas.
En el Foro de Davos 2024, los líderes globales abordaron retos como la cooperación en seguridad, la gobernanza de la inteligencia artificial, la creación de un modelo económico más equilibrado y la acción climática urgente.
Las conversaciones destacaron la necesidad de un liderazgo audaz, colaboración entre sectores y soluciones equitativas para enfrentar desafíos como la desinformación, la desigualdad y la sostenibilidad. Una de las reflexiones más emblemáticas del año pasado fue que “las proyecciones no son destino”, una afirmación que resalta la importancia de la unidad frente al peligro de la fragmentación.
Este año, del 20 al 24 de enero, se llevará a cabo la reunión anual 2025 bajo el título “Colaboración para la era inteligente”. Como cada año, el evento reúne a líderes globales para abordar desafíos globales y regionales clave, como responder a las crisis geopolíticas, estimular el crecimiento para mejorar los niveles de vida y gestionar una transición energética justa e inclusiva.
Los cinco temas centrales de la reunión este año son: restaurar la confianza, repensar el crecimiento, invertir en las personas, proteger el planeta y adaptar los sectores económicos a la era inteligente. Estos temas no solo afectan a los líderes y organizaciones, sino que también tienen un impacto directo en cada uno de nosotros como individuos.
¿Qué podemos esperar de este año? Según el Foro, el contexto actual no es menos turbulento que el anterior. Persisten las incertidumbres geoeconómicas, las tensiones comerciales, la polarización cultural y la ansiedad derivada de la crisis climática. Sin embargo, más allá de filias o fobias hacia este evento, conocido por su enfoque capitalista, es innegable que ofrece un espacio singular para debates de ideas contrarias y perspectivas diversas.
Por ello, vale la pena seguir de cerca lo que ocurrirá en Davos 2025, donde se definirán muchos de los temas que dominarán nuestras conversaciones durante los próximos doce meses. Desde este espacio, estaré compartiendo el seguimiento puntual de estas discusiones. No podemos darnos el lujo de ignorarlo.
El autor es Doctor en Filosofía, fundador de Human Leader, Socio-Director de Think Talent, y Profesor de Cátedra del ITESM.
Contacto: rogelio.segovia@thinktalent.mx
