En el sexenio pasado, la relación entre México y Estados Unidos no concluyó en buenos términos. López Obrador “pausó” el vínculo con la embajada estadounidense debido a las críticas de su Embajador acreditado en México, Ken Salazar sobre la reforma al poder judicial y la falta de claridad en la detención del “Mayo” Zambada.
Tampoco la interacción inició de manera favorable con Claudia Sheinbaum. El pasado 24 de octubre, el secretario de Relaciones Exteriores, Juan Ramón de la Fuente, se reunió con el Cuerpo Diplomático Acreditado en México y Ken Salazar no aparece en la foto (por lo menos no está en la primera fila).
La ausencia del representante de la relación más importante para México en esa reunión no es una señal positiva. Incluso esta misma semana hubo diferencias entre el gobierno de Sheinbaum y Estados Unidos por el tema del “Mayo” Zambada.
En este contexto, un tema de alto interés es la perspectiva que tendrá la relación entre ambos países ahora que inició una nueva administración en México y que habrá elecciones en Estados Unidos la siguiente semana. México es un actor importante en temas de política exterior para Estados Unidos por ser vecino inmediato, por ser el principal socio comercial y por la presencia de millones de mexicanos en ese país.
Es claro que la agenda bilateral estará dominada por tres temas: migración, seguridad y comercio. El primero estará presente por mucho y será posiblemente una fuente de conflicto entre México y Estados Unidos, sin importar quién gane la presidencia este 5 de noviembre.
Para Estados Unidos, la migración es un asunto “doméstico”, el cual no requiere de consultas con otros países. Para México, la migración es un tema de alta relevancia tanto en política interna como externa. Las políticas restrictivas de Washington continuarán y ello seguramente seguirá generando tensiones.
El tema de seguridad será un asunto que podría ser explosivo, especialmente en los temas relacionados al narcotráfico. El grado de conflicto va a depender del nivel de violencia que exista en el territorio mexicano. Si hay afectación a intereses o ciudadanos estadounidenses, entonces la presión de Washington aumentará y ello podrá generar aún más tensión en la relación bilateral.
En el ámbito comercial, un triunfo de Trump traería de inmediato efectos negativos en la economía de México, como serían una devaluación del peso y un aumento en el nerviosismo de los mercados financieros, lo que podría impactar en el crecimiento del PIB.
Un escenario complicado sería que en 2026 la revisión al T-MEC no favorezca a México. Así las cosas, podría haber afectaciones al crecimiento económico mexicano.
Un triunfo de Harris no implica necesariamente una mejor situación. Los temas migratorios y de seguridad seguirían siendo posibles fuentes de conflicto. Sin embargo, el panorama económico podría ser menos estridente.
Una característica de la relación bilateral es su alto nivel de interdependencia. Ello garantiza cierto grado de continuidad en los aspectos comerciales porque los grupos empresariales en ambos lados de la frontera buscarán presionar para mantener los acuerdos y no haya afectaciones a sus intereses económicos.
Las zonas fronterizas son las que más resienten el impacto de la relación bilateral. Es ahí donde se viven de manera más directa las ventajas y desventajas de la vecindad geográfica.
Las ciudades en ambos lados de la frontera están muy alejadas de los centros del poder político: Washington y Ciudad de México. Por ello, la atención del gobierno federal es relativamente limitada en estas regiones.
Para las dos administraciones recién llegadas al poder, Sheinbaum en Palacio Nacional y para el nuevo inquilino en la Casa Blanca de quien resulte triunfador en unos días, será importante atender, de manera especial, las necesidades de la región fronteriza además de los múltiples temas de la agenda bilateral porque ello será de beneficio a ambas partes.
El autor es profesor-investigador de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC). Es doctor en Estudios Internacionales por la Universidad de Miami. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores del CONACyT y es miembro de la Academia Mexicana de Ciencias. Es presidente del Centro de Enseñanza y Análisis sobre la Política Exterior de México (CESPEM).