Hagamos una deconstrucción de Fernando Gago como jugador, antes de llegar a él como entrenador.
Fue un fino mediocampista que surgió de Boca Juniors, al que llegó con siete años, debutó con apenas 18 y logró un ascenso meteórico. Con ese estilo de trotar tan característico, en el que los talones casi chocan con los glúteos, mostraba formas distintas, incluso, en la manera de tocar la pelota. Distribuía por todo el campo, parecía un veterano; era un metrónomo que marcaba el ritmo del partido como maestro. Se hizo titular en su torneo debut, deslumbró a toda Argentina en el Apertura 2005 y Clausura 2006, en los que salió campeón, y, a finales de ese año, se fue al Real Madrid a cambio de casi 28 millones de euros.
En Madrid esperaban al nuevo Fernando Redondo, uno de los jugadores mejor valorados técnica y tácticamente en la historia del club. Nunca dio el estirón. Las lesiones lo hicieron pedazos. En su carrera, dos veces logró disputar 42 partidos oficiales, ese fue su máximo, y lo hizo en 2005-06 y 2007-08, es decir, 12 años antes de su retiro. En sus 16 años de carrera, sufrió 24 lesiones que le hicieron perder partidos oficiales. Entre ellas, dos roturas de ligamento cruzado -la última lo retiró, en Vélez- y tres roturas del tendón de Aquiles, dos de ellas con apenas 3 meses de diferencia, entre 2015 y 2016.
Así, aunque fue un jugador destacado cuando estuvo sano, realmente no pudo mostrar su potencial a plenitud. Nunca. Colgó los tachones con 34 años, después de jugar para puros equipos de prestigio: Boca, Real Madrid, Roma, Valencia y Vélez Sarsfield. Sus mejores momentos los vivió, por supuesto, con el xeneize: cinco Ligas, una Copa Argentina, una Sudamericana y dos Recopa Sudamericana. El recuerdo es grato y es ídolo.
Después, como entrenador, es otra cosa. Debutó en Aldosivi y se fue tras 26 partidos con únicamente siete victorias por 16 derrotas. Aun así, un mes después de renunciar por pelearse con el director deportivo, Ciro Lubrano, lo fichó Racing Club. En La Academia, su balance es dividido en tres temporadas; logró un subcampeonato de Liga en 2022, cuando se quedó a tres puntos de coronarse, pero cayó ante River y permitió a Boca llevarse el título. Renunció en septiembre del año pasado, justo después de perder un Clásico ante Independiente, pese a que en julio aseguró que cumpliría su contrato aun si no le llevaban refuerzos. A finales de diciembre, fue anunciado como técnico del Guadalajara.
Bien, ahí está todo el contexto. Y es ese contexto el que le hace el nuevo técnico de Boca y no su paso por Chivas. Repito: NO es Chivas el por qué el presidente xeneize, Juan Román Riquelme, lo eligió.
“La principal (razón) es coyuntural más que de arraigo”, me explicó el reconocido periodista argentino, Juanjo Buscalia. “Boca está atravesando un periodo en el que, por primera vez desde que Riquelme es el ídolo más grande en la historia de Boca, su imagen está siendo discutida por un sector importante. El equipo no jugó en 2024 la Copa Libertadores y en la gestión de él como vicepresidente es que no se logró esa clasificación. Actualmente, en 2024, ya con Riquelme como presidente, el equipo también se está quedando fuera de la Libertadores 2025 y el hincha de Boca mide el éxito o el fracaso en función de jugar o no la Copa Libertadores y hasta te diría de ganarla”.
Juanjo ahonda sobre por qué ahora sí Riquelme busca a un ídolo para el banquillo y antes no lo hizo: “Una de las plataformas de campaña de Riquelme fue: ‘vamos a volver a ganar la Libertadores’ y, bueno, ni siquiera la está jugando. La gente está enojada, está enervada. Se perdió el Superclásico como local contra ocho suplentes de River. River está en la Semifinal de la Copa Libertadores y hace una semana Conmebol oficializó que la Final va a jugarse en el Monumental, es decir, del otro lado celebran, festejan, y están atravesando un momento de mucha efervescencia y del lado de Boca, poco y nada”.
Ahora, a Riquelme lo que le importa es lavarse la cara. Se trajo al candidato “tribunero”.
“Riquelme necesita un técnico que esté identificado con el club, que lo conozca y que tenga el respaldo de la gente. Más allá de que Riquelme no tiene una buena relación con Gago -aunque fueron buenos compañeros y van a poder convivir-, como presidente, Riquelme necesita un técnico que tenga una identidad clara como Gago, de jugar bien al futbol, de jugar de igual forma en todas las canchas y que conozca bien al club”, explicó, por su parte, Mariano Dayán, director del Diario Olé. “Gago no esperaba esta propuesta este tiempo en Chivas, le surgió el sueño de su vida después de retirarse, era dirigir a Boca, y se le abrió la puerta, aunque él estaba bien en México”.
Y así se va Gago, después de un paso más bien gris con el Guadalajara. Con 36 años, se fue a cumplir el sueño sin demasiada experiencia, sin buena gestión de prensa, sin buenos resultados en los Clásicos: ante América, ganó uno y perdió uno en Concacaf, pero quedó eliminado; empató uno y perdió otro en Semifinales del torneo pasado y quedó eliminado; empató uno y perdió el más reciente en Liga para un balance de una victoria, dos empates y tres derrotas. Contra el Atlas, ganó uno y perdió otro en Liga.
¿Su estilo de juego? Definido, pero nada espectacular, nada memorable. A Boca, insisto, le importa un cacahuate lo que pasó con el argentino en México.
“Tampoco tiene muchas opciones en el mercado de gente reconocida que pueda asumir en Boca en este momento”, añadió Dayán.
“(Gago) es una válvula de contención para Boca más que ir a buscar un entrenador de excelencia. Todos los entrenadores que Riquelme había ido a buscar hasta aquí habían sido entrenadores manejables... El último, trajeron un entrenador con mucha más experiencia -Diego Martínez- en el Ascenso que en Primera”, detalló Buscalia.
Otro candidato de la afición era el “Mellizo” Barros Schelotto, libre en este momento, pero Guillermo no tiene una gran relación con Riquelme desde que eran compañeros. Ahora se saludan y ya. Lo mismo con Martín Palermo, actual técnico del Olimpia paraguayo, pero el “Titán” ni siquiera entró en la baraja, luego de que apoyó abiertamente a Andrés Ibarra -respaldado por Mauricio Macri- en las elecciones a presidente ante Riquelme.
Gago resultó ser la solución más fácil, pero también demostró que son pocos los técnicos o jugadores argentinos que no dejarían botado un trabajo en México ante un llamado de Boca o River.
A los aficionados del Guadalajara les ofende que Gago se vaya así a Boca, pero no por la persona, sino por hacer el “fuchi”, pese a que no hizo clic con la afición ni logró grandes resultados. Nunca estuvo cómodo -al menos hacia el exterior- y para muestra está la actitud que tomó en sus conferencias de prensa.
Lo más sensato para todos fue su salida. Boca amaina su incendio interno y Guadalajara se libra de un entrenador que no quería estar.
Que le vaya bien a Gago, quien nunca ha cumplido un contrato ni ha salido bien de sus equipos. Esta vez, a la distancia, parece que será el propio Riquelme quien no se la ponga fácil, pues lo lleva como la esperanza para rescatar un barco que se hunde por una serie de malas decisiones y su remedio, en realidad, es solo un tapón.