Economista en Jefe en GBM.
Este año hemos visto a muchos bancos centrales tomar la decisión de ajustar sus tasas de referencia con miras a incentivar las condiciones más favorables para sus economías. Por ejemplo, la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos recientemente anunció en septiembre su primer recorte en cuatro años, el cual sitúa la tasa de referencia en ese país en un rango entre 4.75 por ciento y 5 por ciento. La medida fue justificada por la Fed debido a que “los riesgos para alcanzar las metas de empleo e inflación están aproximadamente equilibrados”, según comunicó el organismo.
El recorte de 50 puntos base que decidió la Fed era esperado, sin embargo, la magnitud sorprendió ya que los analistas esperaban una baja de 25 puntos base. Con esto se espera un alivio al segmento de los consumidores con deudas en tarjetas de crédito, y también podría significar un incentivo para el crédito en la nación vecina; sin embargo, sus efectos podrían traspasar la frontera debido a la importancia de la economía estadounidense en otras regiones.
El Banco Central Europeo, por su parte, aplicó un segundo recorte a los tipos de interés durante septiembre, con un recorte de 25 puntos base de la tasa de depósito (donde los bancos guardan la liquidez) hasta el 3.5 por ciento. Esto sucede en medio de una baja de la inflación en la zona y en un contexto de desaceleración de la economía europea.
En nuestro país, el banco central también optó por continuar reduciendo la tasa de referencia. En marzo, el Banco de México (Banxico) recortó la tasa, por primera vez desde 2021, a 11 por ciento, como respuesta cauta a una desaceleración de la inflación. En línea con lo esperado por analistas, Banxico aplicó dos recortes más, siendo el más reciente de 25 puntos para dejar la tasa de referencia actual en 10.50 por ciento. Esta racha de recortes está impulsada por la tendencia a la baja que hemos visto en la inflación, la cual se situó en 4.58 por ciento durante septiembre y podría bajar a un nivel de 4.4 por ciento hacia el cierre del año, según estimaciones de GBM.
Aquí podemos resaltar el buen dato de la inflación no subyacente, la cual ha tenido un respiro luego de que se viera presionada por los precios de frutas y verduras afectados por la sequía, un periodo que ya pasó. Mientras que la inflación subyacente, aquella con menor volatilidad, ha continuado con una desaceleración ligera principalmente por los precios de las mercancías.
A medida que la inflación se modera y las presiones del mercado laboral se reducen, se prevé que los recortes a las tasas de política monetaria en la mayoría de los países, incluyendo México, puedan continuar, aunque el momento y la magnitud de las reducciones deberán depender de los datos y evaluarse con cuidado para garantizar que las presiones inflacionarias subyacentes se mantengan contenidas.