La decapitación del alcalde de Chilpancingo, Alejandro Arcos Catalán, a seis días de asumir el cargo, es la prueba fehaciente del Estado fallido en que se ha convertido México, que está bañado en sangre y violencia y que, lejos de amainar con el cambio del gobierno federal, se ha recrudecido con el embate de los criminales.
No solo estamos hablando de Sinaloa, Guanajuato, Zacatecas, Veracruz, Morelos, Michoacán y otras más entidades, sino de Guerrero, en donde es más que evidente que la gobernadora Evelyn Salgado es incapaz de proteger a sus coterráneos, no obstante los cambios que ha hecho de titulares en las dependencias policíacas del estado que desgobierna.
El reclamo más sentido de los mexicanos es la seguridad pública, y eso lo sabe la presidenta Claudia Sheinbaum y para ello nombró a Omar García Harfuch al frente de la disminuida Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, quien, aparte de tiempo, requiere de todos los apoyos institucionales para cumplir y estar a la altura de las demandas ciudadanas.
Le dejaron un esqueleto de dependencia que ahora comanda, toda vez que la Guardia Nacional fue incorporada a la Defensa Nacional, y aunque le dejaron algunas áreas torales, como la de Inteligencia, lo cierto es que Harfuch tiene ante sí el mayor reto de su vida, ya que el país no es la CDMX.
Además de la coordinación que se requiere con las Fuerzas Armadas, la Marina y la Guardia Nacional, se necesita el presupuesto necesario y el apoyo tecnológico de las agencias de inteligencia de nuestros vecinos del norte para contener la violencia y combatir con toda la fuerza de la ley a los capos de la droga y en general a la delincuencia.
El pacto que intentó AMLO con los criminales no fue respetado, en razón de que todo lo que se hace al margen de la ley no prospera y menos en este caso; por ello resultó un sexenio fallido en el combate a la inseguridad pública.
La política de “Abrazos, no balazos”, fue una burla a las víctimas que permitió empoderarse a los malosos, no solo a los cárteles de la droga, sino, en general, a los delincuentes del fuero común.
La connivencia de las autoridades de todos los niveles de gobierno con los malhechores es más que evidente, así como la intromisión en la vida política de ellos, que no solo eliminan a los funcionarios que no se pliegan a sus designios, sino que, directamente, cogobiernan con presidentes municipales, gobernadores y tienen influencia en altos niveles del gobierno federal.
La desconfianza mostrada por las agencias de inteligencia de Estados Unidos a no compartir información con ningún funcionario mexicano sobre el operativo para capturar a ‘El Mayo’ Zambada, por el riesgo de que se filtrara el operativo, tan solo es una muestra del grado de desconfianza que prevalece en la Casa Blanca con sus pares mexicanos.
No podemos normalizar la violencia y menos dejar tan solo en la estadística negra el cruel asesinato del alcalde de Chilpancingo, Alejandro Arcos. Al contrario, tanto la misma presidenta Sheinbaum como las autoridades de procuración de justicia no deben descansar hasta aprehender a los responsables, tanto a los autores materiales como a los intelectuales, y que, para detectarlos y castigarlos, solo hace falta la voluntad política y preguntarle a cualquier guerrerense sobre el nombre de los responsables.
Guerrero, como otras entidades del país, está gobernado por los criminales, quienes imponen su voluntad con plomo y sangre a quien pretenda obstaculizarlos en sus aviesas intenciones.
Para que impere la paz, el Estado de derecho y se imponga la seguridad pública en el estado que desgobierna Evelyn Salgado, tiene que intervenir personalmente Omar García Harfuch, apoyado por las Fuerzas Amadas, porque de otro modo seguirán ocurriendo horrendos asesinatos y otros hechos delictivos que ya son propios del narcoterrorismo.
Se acepte o no, estamos ante un enemigo que atenta contra la seguridad interior de México y ello, aquí y en China, se conoce como terrorismo, ya que no solo se trata de delitos del fuero común, sino que son crímenes que tienen todas las agravantes para alterar la paz pública, como mandar mensajes tenebrosos con decapitados, desmembrados o cocidos en ácido.
El mantener, por ejemplo, sitiados a los habitantes de Culiacán por parte de la guerra que se da entre los Chapitos y los Mayos es otra manifestación evidente del terrorismo que tanto ha alertado a Donald Trump y a la propia Kamala Harris, ya que ambos han prometido combatir a los cárteles de la droga que introducen fentanilo y otras drogas sintéticas a Estados Unidos al catalogarlos como grupos terroristas, y por ende serán perseguidos, incluso, en territorio mexicano.