La presidenta Claudia Sheinbaum advirtió que vamos por energías renovables y México ya no producirá más de 1.8 millones de barriles diarios de petróleo.
Quizás eso pueda consolar un poco al habitualmente estoico John Morales, a quien ayer se le cerró la garganta mientras hablaba por televisión acerca del tamaño de Milton, un huracán categoría 5 que ataca las costas yucatecas desde este lunes.
Este especialista de 40 años de práctica recurrió a las disculpas luego de quebrarse al aire en el canal NBC 6 de Florida, mientras explicaba la relevancia de una caída de 50 milibares en la presión en tan solo 10 horas, una señal de alarma porque sugiere un huracán que está ganando fuerza de manera explosiva, y puede traducirse en un evento extremadamente destructivo en muy poco tiempo.
Advirtió con un aviso entrecortado, que la razón está en la temperatura del océano, es el calentamiento global que los humanos generamos, advirtió.
Pero ayer, también, la agencia Reuters reventó una noticia: BP, la empresa británica que hace algunos años ensució el Golfo de México con un derrame petrolero, vuelve a la carga. Se ha retractado de su promesa de reducir la producción de petróleo y gas en un 40 por ciento.
Murray Auchincloss, un empleado de 24 años en esa empresa y quien fue nombrado director ejecutivo a principios de año, ahora está reduciendo la estrategia de transición energética de la compañía hacia la energía renovable ¿Su intención? Recuperar la confianza de los inversionistas que quieren ver más petróleo.
Debió filtrarse hace unos días el cambio de estrategia, pues las acciones aumentaron su valor 10 por ciento en una semana, recuperando algo de la caída de 25 por ciento que arrastraba desde abril.
El consejo directivo de la empresa debe celebrar en estos días. La empresa está de regreso en la actividad que mejor conocen. Su producción es de un millón de barriles diarios.
El costo lo pagarán otros ¿Qué más da? ¿Qué tanto daño pueden hacer?
¿Alguien recuerda el 20 de abril de 2010? La Enciclopedia Británica, sí:
Ese día BP ocasionó el derrame de petróleo de la plataforma de Deepwater Horizon, el mayor en el mar en toda la historia.
Se produjo tras una explosión en una plataforma petrolífera operada por ese gigante británico en el Golfo de México, en la que murieron 11 trabajadores.
La plataforma se hundió dos días después, liberando más de 4.9 millones de barriles de petróleo, equivalente a la producción total actual de México durante tres días.
Los intentos de tapar la fuga no tuvieron éxito al principio, hasta que BP instaló una solución temporal en julio. En septiembre, un “bloqueo de fondo” permanente selló el pozo. El derrame provocó acciones legales y acuerdo de pago de compensaciones por miles de millones de dólares.
Eso no detuvo el mayor desastre: Este derrame de petróleo causó daños significativos a la vida silvestre, con miles de aves, mamíferos y tortugas marinas cubiertas de petróleo.
La Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) observó un aumento en los varamientos de cetáceos, exacerbado por el desastre.
Los investigadores encontraron una infección por Brucella en delfines, probablemente relacionada con la exposición al petróleo.
Para 2015, mil 400 ballenas y delfines habían quedado varados y en general enfrentan problemas de fertilidad.
Mientras escribo este texto, espero desde Mérida el arribo de vientos con una velocidad que nunca he presenciado. A esta hora ignoro cuáles serán las consecuencias de Milton, pero la gente se ha volcado a las gasolineras y a los supermercados de la capital Yucateca.
A los habitantes de Puerto Progreso, las autoridades les indicaron que ubiquen el albergue más cercano.
Para un chilango sobreviviente de los terremotos de 1985 y de 2017, tiene cierta calidad de gentileza la llegada de un huracán, que al menos envía señales antes de sus golpes inclementes inclementemente.
Lamento que mucha gente que tiene poco perderá quizás todo. Lo bueno es que BP recupera la confianza de algunos inversionistas.