En cuanto al conflicto de Israel y Hezbollah, algo de lo que se habla poco, es la moderación de los países árabes, que tradicionalmente respondían de manera inmediata en contra de Israel. Países como Egipto, Arabia Saudita, Jordania, Marruecos, Libia, Túnez, y los Emiratos Árabes Unidos, que en el pasado han criticado con dureza a Israel en conflictos similares, han optado esta vez por un tono mucho más moderado. Este silencio, o al menos la falta de fuertes declaraciones públicas, ha pasado desapercibido en gran parte de la cobertura mediática internacional.
¿Por qué este cambio de postura? Las razones son múltiples y complejas. Parte de esta situación tiene que ver con un golpe importante al poder de Hezbollah y sus aliados en la región. Las tácticas de Israel, que involucraron la interceptación y destrucción de medios de comunicación claves utilizados por los grupos terroristas, como los “pagers”, jugaron un papel crucial. Estos sistemas de comunicación permitían a los líderes de Hezbollah y otros militantes coordinarse y evitar ser detectados por tecnologías de espionaje más convencionales. Sin embargo, cuando Israel detonó estas redes de comunicación, logró diezmar la capacidad de los líderes de coordinar ataques efectivos, debilitando significativamente al grupo terrorista desde adentro. Han eliminado no solo infraestructura militar, sino también desmantelado los sistemas de comando y control que mantienen operativa a Hezbollah, lo que ha tenido también un impacto en Irán.
Una derrota de Hezbollah significa un debilitamiento de la influencia iraní en la región, algo que varios países árabes ven positivamente. Arabia Saudita tiene una larga historia de rivalidad con Irán, lo que influye directamente en su postura hacia los conflictos regionales, incluidos los actuales enfrentamientos entre Israel y Hezbollah. Irán y Arabia Saudita representan dos polos opuestos en términos de poder e influencia en el Medio Oriente: Irán es una república islámica chiita, mientras que Arabia Saudita es una monarquía sunita. Esta rivalidad ha dado lugar a varios conflictos indirectos.
Un ejemplo es Yemen, donde los Houthi, respaldados por Irán, han estado luchando contra una coalición liderada por Arabia Saudita. La guerra en Yemen comenzó en 2014, cuando los Houthi, un grupo rebelde chiita respaldado por Irán, tomó el control de la capital, Saná, y expulsó al gobierno reconocido internacionalmente. Esto desencadenó una intervención militar de una coalición liderada por Arabia Saudita en 2015, con el objetivo de restablecer al gobierno y combatir la influencia iraní en la región. Los Houthi han lanzado misiles y drones contra objetivos saudíes, por lo que el reino considera esta insurgencia como una amenaza existencial en su frontera sur.
Desde que comenzó la guerra en Yemen en 2014, se estima que más de 11 mil niños han muerto o han resultado gravemente heridos como consecuencia directa del conflicto, según datos de UNICEF. Se estima también que el conflicto ha dejado más de 377 mil muertos hasta finales de 2021, según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). La prensa internacional calla sobre esto, también los estudiantes e intelectuales de las universidades occidentales. Ahora que los Houthi lanzaron misiles contra Tel Aviv, e Israel respondió la agresión, Yemen ha entrado al radar de la prensa internacional, aunque sea en la letra pequeña ¿Hipocresía? ¿Antisemitismo? ¿Por qué será?
En este contexto, aunque Arabia Saudita no lo exprese abiertamente, probablemente vea con buenos ojos los esfuerzos de Israel para contrarrestar a Hezbollah, que representa otra extensión de la influencia iraní en la región.
La prensa internacional y quienes no están familiarizados con el contexto de Medio Oriente suelen emitir juicios sobre Israel desde el desconocimiento. Sin embargo, para los países de la región, aunque no vean con buenos ojos la presencia de Israel, muchos reconocen que la verdadera amenaza es Irán y prefieren mantenerse en silencio.