Hace poco más de una semana la todavía presidenta electa dio a conocer un documento de 17 páginas sobre su estrategia de seguridad para los primeros 100 días, y la próxima semana, adelantó Claudia Sheinbaum en su primer mensaje como jefa del Ejecutivo mexicano, darían a conocerla. La solución a este problema, que rebasó al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, y que más preocupa a los mexicanos, la fue trabajando durante cuatro meses Omar García Harfuch, nuevo secretario de Seguridad Pública, a partir de un nuevo andamiaje institucional, nuevas leyes y la fusión de áreas que están dispersas en el gobierno federal, para alinearlas en el combate al crimen organizado.
La nueva organización no ha sido fácil. La secretaría se quedó sin policías al pasar la Guardia Nacional al Ejército, aunque en la negociación con la Secretaría de la Defensa Nacional, podrían permanecer bajo el mando de García Harfuch entre 15 mil y 20 guardias que pertenecían a la vieja policía de caminos. García Harfuch, si las cosas no cambian en estos días, se quedará con el Centro Nacional de Inteligencia bajo el mando de su viejo colaborador Francisco Almazán Barocio, relegando al general Salvador Morfín, jefe de la 1ª Zona Militar, el candidato del Ejército.
Junto con el CNI se quedará bajo las órdenes de García Harfuch el Centro Nacional de Fusión de Inteligencia, creado en el gobierno de Felipe Calderón con recursos de la Iniciativa Mérida, donde se procesa toda la información de inteligencia federal. Los centros de fusión están actualmente bajo el mando de Luis Rubén Sandoval, hijo del exsecretario de la Defensa Nacional, quien será relevado por gente de confianza del titular de Seguridad, aunque los forcejeos palaciegos de los días previos al relevo del mando presidencial lo perfilan como el próximo responsable de Cofepris, una dependencia que deseaba tener bajo su control García Harfuch, porque forma parte de la lucha contra los criminales, que regula una industria que representa 10% del PIB.
García Harfuch quería tener incidencia en la Agencia de Investigación Criminal, que depende de la Fiscalía General, pero todo indica que se quedará en su puesto el actual titular, Francisco de Jesús Gallo. No así la Unidad de Inteligencia Financiera y la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, donde la posibilidad de que sea él quien nombre a sus titulares está cerca de materializarse.
Las aduanas, que quería Sheinbaum pasaran a control civil al ver en ellas un instrumento clave para la recaudación, se quedarán en manos del Ejército y la Marina por la intervención de López Obrador durante la transición. Pero García Harfuch estableció contacto desde hace varios días con los nuevos secretarios de la Defensa –general Ricardo Trevilla– y de la Marina –almirante Raymundo Pedro Morales– para tejer una buena coordinación en este gobierno. La respuesta fue positiva.
El entramado de cómo quedará finalmente estructurado el gabinete de seguridad deberá quedar listo y afinado antes de que se anuncie la estrategia, que será desarrollada y coordinada por García Harfuch, de la que por ahora sólo se conocen los enunciados y los muy pocos detalles dados a conocer la semana pasada cuando se hizo público el documento que resume lo que se haría en los primeros tres meses de la administración Sheinbaum. Sin embargo, mucho van a tener que hacer, según se desprende de algunos de sus puntos, porque hay algunas confusiones entre diagnóstico y plan de acción, que van a ser definidos estableciéndose los procedimientos de metas y seguimiento de acuerdos del gabinete de seguridad. También deberá conciliarse lo que plantea el gabinete de seguridad, el combate al crimen organizado, con el discurso de la Presidenta de que no combatirá a los cárteles de las drogas, como tampoco lo hizo su antecesor. Si el mensaje no está alineado, sin importar qué tan buena sea la estrategia, estará condenada al fracaso.
García Harfuch sabía desde un principio que, al quedarse las tareas operativas de la seguridad pública en las Fuerzas Armadas, su papel como secretario del ramo quedaría reducido casi a un papel testimonial, por lo que enfocó su plan a fortalecer las áreas de inteligencia y restablecer las bases de datos que se manejaban en Plataforma México, que fue destruida por el gobierno de Enrique Peña Nieto. Sus dos pilares para hacer la Secretaría de Seguridad funcional y eficaz pasaban por el fortalecimiento de las tareas de inteligencia e investigación, y del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
En la primera torre de su fortaleza se encuentra el CNI, con Almazán Barocio, cuyo nombramiento, de no caerse, será hecho en breve. La segunda ya la tiene bajo su control, donde Marcela Figueroa, que fue su subsecretaria de Desarrollo Institucional en la Ciudad de México, será la responsable del SESNSP, que tendrá una de las partes críticas del trabajo que se va a hacer: la reestructuración de las 32 policías, 32 fiscalías y 32 sistemas penitenciarios estatales, mediante capacitación, metas y estándares de evaluación.
La estrategia de Calderón fracasó porque el segundo piso de su estrategia de acabar con los cárteles, el fortalecimiento de la policía municipal, falló. El colapso de la seguridad con Peña Nieto fue ignorar el apoyo a las policías municipales, y por razones inexplicables, el entonces secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, evitó que se les hicieran exámenes de control de confianza. Esto era tan importante, que se puede plantear, aunque sea hoy retóricamente, que de haberse hecho esas evaluaciones, la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, quizás, no hubiera sucedido.
La estrategia de seguridad no va a dar resultados a corto plazo, porque es mucho lo que se tiene que reconstruir después de dos sexenios de destrucción. García Harfuch necesita administrar las expectativas y cambiar la percepción de que la ciudadanía fue dejada a su suerte. Tiene que haber un golpe espectacular para provocar un cambio de ánimo y que la gente sienta que Sheinbaum va en serio. Una captura de alto impacto ayudaría, por ejemplo, la detención de quien ordenó asesinar a García Harfuch.