Claudia Sheinbaum estará recibiendo la banda presidencial junto con dos bombas de tiempo con detonadores cruzados y posiblemente sincronizados. Una es la inseguridad y la otra la reforma en el Poder Judicial.
Ya hemos hablado en este espacio de la preocupante situación que enfrentamos en el tema de la inseguridad. La violencia y por consiguiente los homicidios siguen creciendo en el país, y tenemos semanas acumuladas en que el Estado ha perdido el monopolio de la fuerza en varias regiones del país. Si los grupos criminales siguen peleando por el control de ciertas plazas es porque el Estado ha perdido toda capacidad de control y salvaguarda de la convivencia pacífica en tales lugares. Independientemente de cómo queramos llamarle a la estrategia de seguridad de este sexenio que termina, es un hecho de que no está dando resultados.
La nueva presidenta deberá revalorar la estrategia hasta ahora implementada en el tema de seguridad, y definir una nueva alternativa que empiece a dar luces de resultados antes de las elecciones extraordinarias de los miembros del Poder Judicial en junio del 2025. De lo contrario, adicionalmente a la dificultad inherente del proceso para elegir a los jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial, tendremos que ponderar el riesgo de la inseguridad y posible violencia que ensombrecería estos comicios.
La reforma al Poder Judicial, por sí misma, es una segunda bomba que la nueva presidenta hereda de la administración anterior. La falta de claridad del proceso para la elección de los más de 800 jueces, magistrados y ministros; la rapidez con que se tiene que resolver el proceso que muy probablemente arroje ineficiencias y otros problemas no previstos; y la escasez de incentivos para que quienes actualmente tienen experiencia en el Poder Judicial deseen participar en este proceso; nos lleva a pensar que tendremos una inestabilidad en el Poder Judicial, al menos, para los primeros tres años de este nuevo gobierno.
Una cosa es pensar que la nueva administración de Claudia Sheinbaum será una continuidad de la llamada 4T y otra cosa muy diferente es entender que el nuevo gobierno de Claudia Sheinbaum continuará respondiendo a las decisiones caprichosas de su antecesor. Creo que López Obrador ha sabido acomodar sus piezas en el nuevo gabinete para asegurar, o al menos incrementar la probabilidad, de que seguirá teniendo una clara influencia en la toma de decisiones.
Yo no creo que haya una razón fundamental para pensar que la nueva presidenta querrá distanciarse de su antecesor; es decir, creo que si hay una intensión ideológica de mantener cierta inercia al menos en materia de política social para los siguientes años. Sin embargo, creo que la Doctora en Ingeniería Ambiental puede entender muy bien, y de manera práctica, la necesidad de apuntalar el sector energético en el país y la importancia de atraer inversión extranjera para hacerlo. Por lo que pienso – optimistamente – que sería posible que más pronto que tarde anuncie cambios en la estrategia energética del país, obviamente la pregunta clave será ¿qué tanto querrá Sheinbaum distanciarse de la política nacionalista de su antecesor?
Sin embargo, para mí, la pregunta más importante es ¿cómo querrá Claudia Sheinbaum pasar a la historia de México? Ya lo escribía hace algunas semanas en esta misma columna, y creo que es importante retomar esta reflexión.
Creo que ningún líder público quiere pasar desapercibido o desapercibida en la historia de su país; incluso dudo que algún líder público desee pasar a la historia como el peor presidente, o gobernador o alcalde o secretario en su país; sin embargo, la calificación que se gane en la historia dependerá en gran medida en los resultados de su gestión y éstos dependerán de la manera en que pueda ejercer su poder de decisión y de implementación. ¿Qué tanta libertad tendrá la presidenta Sheinbaum para tomar decisiones y para implementar políticas públicas con sello propio? No hay duda que quien hoy asume el poder de la presidencia de México lo hace con gran legitimidad, pero ¿tendrá ataduras para ejercer el poder?
En este sentido es en donde creo que la nueva presidenta tendrá un reto importante que resolver. ¿Cuál será el sello identificable por el cual se recordará a Claudia Sheinbaum en el futuro? ¿por ser la primera presidenta de México solamente? Sinceramente espero que no.
Yo creo que la nueva presidenta tiene, no solo la oportunidad, sino la capacidad de dirigir al país por un camino en donde se encuentre la reconciliación entre lo público y lo privado, y en donde se detenga el deterioro de las instituciones – imperfectas pero necesarias – para salvaguardar el balance de poder y nuestra débil democracia. Para ello, tendrá que construir un sello propio una presidencia propia, y eso necesariamente implica un distanciamiento de su antecesor; pues no creo que la mera continuidad de la llamada 4T implique una distinción propia de un nuevo gobierno.