La aprobación de la reforma judicial en el Senado esta semana concluye una etapa en la destrucción de nuestra democracia y en la división de poderes. Tenemos hoy en día, sin saber lo que ocurrirá en las próximas semanas y meses, una autocracia o más bien una dictadura, en donde una sola voz y un solo voto es el que cuenta, por encima de la ley y de la voluntad de millones de ciudadanos. Hoy por hoy, sin importar los medios que se utilicen, sin ninguna ética ni vergüenza pública, López Obrador y su séquito han logrado someter a las instituciones mexicanas con un velo o una pesada cobija de apoyo popular. Se ha valido de una elección de Estado en donde todos los instrumentos y todos los dineros públicos necesarios se han utilizado para “arrebatar” ampliamente las elecciones, por knock out para que no quede duda y que deje pasmados y aturdidos a los oponentes. Luego ha usado la intimidación, la coerción o su poder corruptor para eliminar al INE y al Tribunal Electoral, y dejar en minoría a las voces que defienden las instituciones democráticas. No le han importado las artimañas, tal como detener a familiares de personajes claves para chantajear, o usar órdenes de aprehensión reales o infundadas, u ofrecer cantidades millonarias de mordidas para obligar a senadores a votar en favor de lo que quiere el presidente. Hoy ha sido la reforma judicial, y la aprobación del resto del Plan C ocurrirá en los próximos días para terminar por concentrar el poder y apuntalarlo con las Fuerzas Armadas y el apoyo del crimen organizado. Sí, con la votación de la reforma judicial en el Senado, viene la aplanadora de destrucción democrática en este mes de septiembre, tal como fue anunciado por López Obrador en febrero pasado. No hay sorpresas.
En México tenemos un cambio de régimen que lo han convertido en una autocracia. O si alguien todavía quiere definir nuestro régimen como democrático, tendrá que ponerle un calificativo como una democracia autoritaria, o una democracia al estilo de Nicaragua, de Rusia, de Venezuela, de Cuba o de Irán. Eso es lo que hay, eso es lo que tenemos en México hoy día.
Quizás haya resquicios jurídicos para dar la pelea. Ojalá los haya y que el Poder Judicial continúe en la lucha. Espero también que venga una gran resistencia de personas y grupos que defendamos la democracia y nuestros derechos ciudadanos de manera organizada y efectiva. Como decía un amigo querido, habrá que volver a luchar por nuestras libertades que ya teníamos, habrá que empezar de nuevo a construir y conquistar instituciones democráticas, incluidos los partidos políticos que de todos no se hace uno solo, incluidos los dueños y accionistas de empresas cuyos recursos no sean más importantes que el país, y por supuesto, los medios de comunicación, que sean independientes y comprometidos con la verdad, plurales y críticos, pues la gran mayoría de los medios televisivos, radio y prensa han navegado de manera cobarde y convenenciera durante este gobierno.
Quisiera pensar que habrá éxito. Que si la democracia no es un valor evidente para millones de mexicanos por el que valga la pena luchar, sí lo sea la libertad, la libertad de expresarse, de pensar, de actuar sin miedos a represalias. Tomará años, muchos años, pero llegará. Es lo que más deseo.