Hoy, quiero dirigirme a la juventud mexicana, particularmente a aquellos que han decidido abrazar la noble carrera del Derecho, la cual me ha dado el honor de ejercer a lo largo de mi vida. Como un abogado veterano, siento un profundo orgullo al ver el entusiasmo y la esperanza que ustedes, jóvenes estudiantes y profesionales, depositan en el futuro de nuestro país.
En estos momentos los mexicanos estamos atravesando una situación difícil, pero no insuperable, provocada por aquellos que se han olvidado, cuánta sangre, esfuerzo y lucha ha costado tener un México libre, con instituciones que nos dan seguridad, mismas que hoy por capricho quieren desaparecer.
Falta todavía que los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que los senadores de la oposición defiendan al Poder Judicial de la Federación.
Sin embargo, debo ser honesto: la situación que enfrentamos en México es preocupante, mucho más de lo que habría imaginado. El escenario actual nos plantea retos que parecen insuperables, pero no imposibles, aunque temo que, si sucede, el retorno no será fácil.
Yo, con mis años de experiencia, ya no cuento con dos virtudes clave que ustedes, los jóvenes mexicanos, tienen en abundancia: tiempo y energía. Estas son las herramientas que les permitirán hacer frente a las adversidades y, lo más importante, cambiar el rumbo de nuestra nación. No se trata solo de que ustedes se desarrollen como individuos, sino de que todo México depende ahora de su valentía y determinación.
Nuestro país necesita jóvenes abogados con convicción y firmeza para detener la criminalidad que nos aqueja y fortalecer la procuración e impartición de justicia. Requerimos de aquellos jóvenes profesionistas que protejan a nuestras empresas, familias, propiedades, patrimonios y dignidad. La nación demanda de ustedes abogados penalistas, civilistas, fiscalistas, administrativistas, laboralistas, constitucionalistas, jueces, magistrados, ministros, servidores públicos y notarios que defiendan el Estado de derecho.
Jóvenes abogados que sustenten su profesión en la lealtad, la honestidad, el respeto a los valores que dignifican al hombre.
México no puede sostenerse sin su esfuerzo. El porvenir democrático e independiente de nuestro país está en sus manos. Este es un llamado a la lucha, una invitación a que se enfrenten a los retos con valor. Ustedes son el futuro, y les corresponde velar por el bienestar de nuestra sociedad y del México de mañana.
No se rindan. Aún hay esperanza, y esa esperanza son ustedes. Lo dice un abogado que, al igual que muchos, ha dejado cuerpo y alma en el campo del litigio. No dejen que nadie les diga que no es posible. Sí se puede, y ustedes lo harán posible.
Encuentren la forma de superar los obstáculos, de ponerse en los zapatos del otro, de luchar por la justicia. Recuerden esa chispa inicial, ese primer sentimiento que experimentaron en su primer día de clases en la Facultad de Derecho, cuando se preguntaron: “¿Por qué quiero estudiar Derecho?”. Revivan esa motivación, pues ahí encontrarán la fuerza que necesitan.
Les repito, ustedes tienen lo que muchos desearíamos: tiempo, energía, inteligencia, integridad y fuerza. No desperdicien esos dones. Intenten, fallen si es necesario, pero levántense una y otra vez. Aquí estaremos, pocos tal vez, pero siempre dispuestos a empujarlos y a apoyar su lucha por la justicia.
Mis nietos, también abogados, se han acercado conmigo a pedir consejo y a pedir ayuda en momentos de desesperación, cuando se encuentran abrumados y derrotados. Yo les respondo: “No te dejes caer. Recuerda, antes muerto que indigno”.
Eso mismo les digo a ustedes, jóvenes abogados. México no es, ni será, sin ustedes. ¡Adelante! Nuestro país, por el que tanto he luchado y sufrido, está en sus manos. No permitan que caiga.
Recuerden nuevamente el sentimiento de su primer día. Unidos y con fuerza, podrán lograrlo. Tropezarán, sin duda, pero la verdadera dignidad está en levantarse cada vez. Cada acción, por pequeña que sea, hace una diferencia. Un cambio, por mínimo que parezca, puede ser el inicio de algo grande.