Dato tras dato, se van acumulando evidencias de la desaceleración o incluso el freno de la actividad productiva en nuestro país.
El día de ayer conocimos los datos de la inversión bruta fija y del consumo privado, dos de las variables económicas más importantes y que son determinantes del curso de la economía en su conjunto.
Las cifras no dan buenas noticias.
La inversión fija bruta retrocedió en junio 1 por ciento respecto a mayo y apenas creció 0.7 por ciento respecto al mismo mes del año pasado.
El retroceso más importante está en la construcción no residencial, que incluye obra pública, pero también obra privada, como el desarrollo de parques industriales o locales comerciales.
En este rubro, la caída respecto a mayo es de 2.9 por ciento y con relación a junio de 2023 ya hay un retroceso de 3.1 por ciento.
Ya se perdió el impulso que esta variable tenía y que la llevó a lograr ritmos de crecimiento espectaculares en el año 2023.
Se conjugan dos clases de impactos negativos en la inversión.
El primero es el relativo a la conclusión de las obras de infraestructura que impulsaron la inversión pública, sobre todo en el sur del país.
No es que ya estén completas, habrá más desembolsos incluso el próximo año, pero las cifras ya no serán tan elevadas como en 2023 o en este año.
El segundo tiene que ver con el impacto de la incertidumbre derivada del cambio de sexenio.
Le hemos comentado en esta columna con mucha insistencia el hecho de que la mayoría calificada obtenida por Morena y el Plan C gestaron mayor incertidumbre que la usual en un cambio sexenal “normal”.
El escenario más probable es que por lo menos en la segunda mitad del 2024 tengamos peores datos en materia de inversión.
Respecto al consumo privado, lo que tuvimos en junio fue una desaceleración.
Contra el mes de mayo, el crecimiento fue de 0.1 por ciento, y contra el mismo mes de 2023 tuvimos un crecimiento de 2.5 por ciento.
Tradicionalmente, el consumo privado tiende a ser más estable. No crece tanto como la inversión en buenos tiempos y no cae tanto como ella en los malos momentos.
Sin embargo, los datos muestran una tendencia inequívoca a la baja.
Quizás no tengamos cifras negativas en las variaciones anuales, pero estarán muy lejos de la fuerza que tuvo el consumo el año pasado.
En los próximos días, el Instituto Mexicano del Seguro Social dará a conocer las cifras del empleo formal en el mes de agosto y, salvo que haya alguna sorpresa, también arrojarán seguramente una tendencia decreciente.
No nos sorprendamos si al final lo que resulta para este año es un desempeño económico en el rango bajo que el Banxico fijó en su último Informe Trimestral y que fue de 1.1 por ciento.
Con los datos que ya conocemos, eso significaría un crecimiento de alrededor de 0.8 por ciento para el PIB en el segundo semestre de este año.
Le hemos puesto mucha atención al impacto que pueda tener la aprobación de la reforma judicial en el tipo de cambio.
Pero, no hemos visto lo suficiente lo que puede traer consigo en materia de inversión productiva.
En la primera parte de este texto ya le reseñé lo que está pasando con las inversiones.
Pero, en realidad, el efecto que hemos visto será menor si la reforma judicial genera un ambiente de incertidumbre.
Si los inversionistas no saben a qué atenerse, la regla es que decidirán frenar.
Veo, en el caso de empresas extranjeras, a sus directivos locales esforzarse al máximo para convencer a sus matrices de que sigan invirtiendo en México.
Pero, cuando hay más opciones de lugares, veo a más y más empresas decir: espero a ver qué impacto hay con la reforma judicial y otras, y si me conviene regreso.
Y si no, no.
Esa es la realidad.