Si éste es uno de esos días en que traes en la mente canciones como “Así no te amará jamás” de Amanda Miguel, “Hasta que te conocí” de Juanga o “La maldita primavera” de Yuri, es momento de ir a La Dolida.
Y no es que su servidora estuviera herida del corazón, pero se presentó la oportunidad de visitar este lugar con unas amigas que es entre cantabar, merendero y chupadero, pero muy nice.
Desde que llegas te encuentras con tarjetas de la lotería alusivas al desamor, como para ir preparando el terreno y ponerte en sintonía del “dolido”.
Para arrancar pedimos unas de las bebidas de su coctelería insignia presentadas en envases gigantes de Frutsi, Yakult y Pelón Pelo Rico, preparados a base de ron, mezcal y tequila, respectivamente.
El ambiente festivo del lugar te va involucrando y cuando menos lo esperas ya estás cantando con el amplio repertorio del DJ y algunos hasta terminan bailando con los hits del momento.
Al tercer chupe ya se te ocurrieron frases como “Brindo por el amor de mi vida que se fue con el amor de su vida” o “Si sabes que la perra es brava, para qué la acaricias”, mismas que los ardidos pueden ir pegando en el “Muro de los dolidos” y reírse a carcajadas del dolor propio y del ajeno.
Las penas con pan son menos
Mientras una canción de D’Alessio suena de fondo, pedimos el menú. La comida de La Dolida conforta no sólo al alma, también el estómago se ve beneficiado por la creatividad de los cocineros de este restaurante bar.
Con la certeza de que tanto el dolor como la comida compartida se llevan mejor, empezamos con “La incondicional”, no, no es la canción de Luismi, es una gordita de chicharrón hecha a mano con todas las de la ley.
Le seguimos con los sopes de tuétano con chapulines, antes me hablabas, con todo y guacamole y, para el ardor, las tortas ahogadas.
No faltó la que se puso a dieta, por aquello de que estaba de nuevo en circulación por lo que ordenamos un carpaccio de alcachofa con vinagreta de chapulines y un sashimi de chayote con flores de jamaica crujiente.
Por último, rematamos con unos taquitos de lengua llamados los mentirosos y otros de tentación o sea de pulpo a las brasas con mojo de hierbabuena.
Uno pensaría que en este tipo de lugares o te diviertes o comes bien, pero aquí suceden ambas cosas, pues de verdad, los platillos estaban bien logrados y apetitosos.
Según Arturo, uno de los socios, este espacio ubicado en el tercer piso del 530 de avenida Paseo de las Palmas, en la Ciudad de México, pretende no ser visto sólo para “echar relajo”, sino como “un centro de esparcimiento” que permita liberarse de las tensiones.
Ya para la media noche, habíamos cantado, bebido y comido lo suficiente para no acordarnos de aquella frase poco original que le dijo su pareja a una de mis amigas: “No eres tú, soy yo” y claro que fue él quien se la perdió.