Claudia Sheinbaum parece destinada a mantener la mañanera. El polémico modelo de comunicación gubernamental podría traspasar al sexenio y a su inventor, e instalarse como rutina inescapable porque le daría a la presidenta control del debate y emoción a su electorado.
Ahora que se buscan explicaciones a la victoria de Morena habrá que volver a revisar lo que ha sido la mañanera este sexenio y su posible evolución en el que arrancará el 1 de octubre.
La mañanera es un insumo de contenidos propagandísticos para todo un universo de medios y plataformas, convencionales o innovadoras, que a diario se aprovechan de la popularidad, incluidas sus polémicas, del presidente López Obrador.
Porque AMLO es un producto mediático demandado diariamente por miles (¿millones?) de consumidores; y no pocos medios se benefician, directa o indirectamente, de las informaciones, proclamas, diatribas, puntadas, réplicas, gracejadas y mensajes del Presidente en Palacio.
Si gobernar es comunicar, el éxito ha sido rotundo: por más que se haya puesto en duda lo que dice AMLO cada mañana entre semana, por más que se haya denunciado que emite una cantidad elevada de mentiras o medias verdades, su convocatoria no mermó.
Hay quien atribuye buena parte de la efectividad del ejercicio a la disciplina y las tablas, probadas desde sus tiempos como jefe de Gobierno capitalino, de López Obrador a la hora de comparecer ante la prensa en su peculiar espacio, medio amaestrado medio libre.
Y a su talante rijoso y combativo, por supuesto. Por lo mismo, porque se le ve como un formato que se ajustó a la personalidad del tabasqueño y no al revés, se ha abierto la pregunta de qué tipo de comunicación ejercerá la próxima presidenta de la República.
Viéndola en conferencias recientes en su casa de excampaña es evidente que la virtual presidenta electa ensaya su propia manera de hacer conferencias, pero ¿qué tan lejos está de decidirse a llevar a cabo mañaneras en su propio estilo?
Las ventajas de hacerlo son más que las desventajas de regresar a un modelo convencional de esporádicas salidas frente a la prensa, de actos protocolarios donde con discursos se dé la nota, o enviando boletines o publicando videos en redes sociales y medios públicos.
Morena, por definición, gana estableciendo un “ellos contra nosotros”. Eso no terminará en el traspaso de poder. El discurso que anula a la oposición como ente legítimo para la interlocución permanecerá. La dialéctica descalificación/autoafirmación continuará.
Claudia no abrirá la posibilidad de que medios dominen la conversación a partir de agendas que imponga alguien distinto o contrario a los intereses del gobierno. ¿Por qué renunciar a ese control cuando tan efectivo ha resultado el método?
El copar a los medios en el día a día con temas que fija la mañanera, además de nutrir a las plataformas afines y saturar a las no afines, minimiza el riesgo de que la prensa, en su rol de vigilante del poder, de auditor de la función pública, logre atención con sus denuncias.
Este sexenio, desde la mañanera los asuntos delicados revelados por la prensa fueron desmentidos o minimizados tachándolos de exagerados o falaces, producto de adversarios que buscan privilegios; ese mecanismo dio enorme margen de maniobra al Presidente.
Con el estilo que imponga la próxima presidenta, pero la mañanera, que tiene medios y periodistas paleros por conveniencia e incluso genuinos militantes además, claro está, de reporteros profesionales, seguirá.
La mayoría pide mañaneras. Si acabarán los excesos en contra de la prensa y de otros actores, si habrá un debate más técnico, más científico que hoy, ese es otro tema.