La democracia de Estados Unidos lleva mucho tiempo ofreciéndose al mejor postor. La diferencia de este momento es el descaro con que el presidente electo lo calcula todo en términos de transacción
Zuckerberg elimina los verificadores de datos en Facebook e Instagram por un modelo como el de Elon Musk en X
Lector, estaba equivocada. Terriblemente equivocada. Me duele reconocerlo pero en un pasado lejano (el año pasado) escribí cosas muy desagradables sobre Donald Trump y sobre su familia. Pero ahora que he crecido y soy más sabia me doy cuenta de lo equivocada que estaba. Permítanme dejar las cosas claras: el presidente entrante es un hombre excepcionalmente atractivo con un coeficiente intelectual increíblemente alto. Todos podemos considerarnos afortunados porque este genio tan estable haya sacado tiempo de su apretada agenda de golf para guiar al mundo libre hacia la prosperidad.
¿Cómo lo ve? ¿He sido lo suficientemente aduladora o todavía tengo que serlo más? Lo pregunto porque, como sin duda habrá notado, las genuflexiones ante el gran mercader Trump se están intensificando a medida que la toma de posesión se acerca. Los líderes empresariales están batiendo récords con el dinero que están invirtiendo en el fondo de investidura del magnate republicano.
“¡¡¡TODO EL MUNDO QUIERE SER MI AMIGO!!!” escribió en diciembre Trump en su red social Truth Social. Está claro que Mark Zuckerberg quiere. No solo ha elogiado al presidente entrante llamándolo “malote”, sino que ha reajustado la dirección de Meta para hacerla más cercana a Trump, nombrando como miembro del consejo a Dana White, empresario de artes marciales y aliado del presidente electo. El ex viceprimer ministro de Reino Unido Nick Clegg abandona el cargo de presidente de asuntos globales en Meta (con varios millones en el bolsillo) para ser sustituido por Joel Kaplan, la voz conservadora más destacada en la empresa de redes sociales, conocido por apoyar al juez de la Corte Suprema Brett Kavanaugh cuando se enfrentó a acusaciones de abuso sexual.
Meta también está eliminando a las personas encargadas de comprobar la veracidad de lo que se publica y deshaciéndose de restricciones sobre lo que se puede decir en temas como el género y la inmigración. O sea, que supongo que Meta no tendrá ningún problema si Trump quiere seguir difundiendo bulos sobre inmigrantes que comen gatos en Ohio.
Pero en las Olimpiadas de la sumisión, Jeff Bezos no le está permitiendo a Zuck ganar fácilmente. Ann Telnaes ha dimitido recientemente de su trabajo como caricaturista del Washington Post en respuesta a la negativa del periódico propiedad de Bezos a publicar una viñeta satírica en la que el fundador de Amazon y otros titanes de las tecnológicas se arrodillaban ante Trump. El jefe de opinión argumentó que la única razón para eliminar la viñeta fue que el Washington Post ya había publicado una columna sobre el tema. Telnaes no parecía estar de acuerdo. En un artículo que subió al portal de boletines de noticias substack dijo que la decisión del periódico es “peligrosa para una prensa libre”. El Washington Post también fue noticia el año pasado, tras el veto a que el equipo editorial expresara su apoyo a Kamala Harris.
Bezos no está haciéndole la pelota solo a Trump. La división de streaming de Amazon, su otra criatura, anunció este domingo el lanzamiento de un documental sobre Melania Trump con un acceso inédito al “entre bastidores” de la próxima primera dama. El cineasta Brett Ratner es el director del documental, su primer gran proyecto después de que al menos seis mujeres lo acusaran de conducta sexual inapropiada en 2017. No se sabe si la familia Trump cobra por participar en la película, pero el consenso general es que tiene menos de documental que de publirreportaje. Melania se ha hecho conocida por lo extremadamente reservada que es. A menos que sea ella la que pusiera las reglas, no es posible imaginarla permitiendo que haya nadie entre bastidores.
¿Qué otros proyectos tiene Amazon entre manos para seducir a Trump? ¿Sería posible un programa con Ivanka Trump que emule al de la duquesa de Sussex, dando consejos de moda y de belleza? Otra posibilidad es que Tiffany Trump pueda por fin convertir en realidad su sueño de ser una estrella del pop (su suegro es el nuevo asesor de Trump para Oriente Medio). No es posible saberlo todavía pero una cosa sí parece terriblemente cierta: las prisas de las élites económicas por colocarse en el lado bueno de Trump demuestran que la conquista de EEUU por parte del multimillonario republicano es integral. Vivimos en la era de la oligarquía.
Por supuesto, esto no es (solo) obra de Trump. Que el republicano haya llegado a una segunda presidencia es síntoma de un sistema que no funciona, no su causa. Estados Unidos lleva mucho tiempo ofreciéndose al mejor postor, con el poder consolidándose durante décadas en torno a un número de personas cada vez menor. Un proceso impulsado en 2010 por el fallo del Tribunal Supremo en el caso Citizens United, que despejó el camino para que la política recibiera donaciones de dinero prácticamente sin límites.
Pero la diferencia ahora es el descaro con que Trump lo calcula todo en términos de una transacción. Si hay un resquicio de esperanza, tal vez esté en la transparencia con que se hace todo. Durante mucho tiempo Estados Unidos se ha considerado a sí mismo como una excepción, un faro de democracia en nada comparable a la Rusia oligárquica. Pero esta ilusión de excepcionalismo estadounidense se hace más difícil de mantener con el burdo modus operandi de Trump.
Eso es algo bueno. No se puede cambiar lo que no se ve. Ya es hora de reconocer que la democracia no muere solo en la oscuridad [como reza el eslogan del Washington Post]. Lleva años muriéndose a la vista de todos.
Traducción de Francisco de Zárate.