Richard Armitage, entonces adjunto del Secretario de Estado, le dijo al embajador británico en Washington en 2004 que Bush necesitaba una “dosis de realidad” de la situación en Faluya
Las consecuencias de la guerra de Irak que llegan hasta hoy
En abril de 2004, los asesores del entonces primer ministro de Reino Unido, Tony Blair, se preguntaban en privado si Estados Unidos tenía un “control político adecuado” sobre las operaciones militares en Irak, después de que un alto funcionario estadounidense les confiara que el entonces presidente George W. Bush creía que estaba llevando a cabo una “misión encomendada por Dios” contra los insurgentes iraquíes.
Blair tuvo que “transmitir algunos mensajes difíciles” a Bush para que adoptara un “enfoque más ponderado”, tras una operación militar estadounidense para reprimir un importante levantamiento en la ciudad iraquí de Faluya, según los documentos confidenciales sobre los años de gestión del Nuevo Laborismo, también en lo relativo a política internacional, publicados por el Archivo Nacional de Reino Unido.
En una conversación sorprendentemente sincera –transcrita en un documento en el que se indica: “por favor, protéjase esta información con mucho cuidado”–, Richard 'Rich' Armitage, entonces adjunto del Secretario de Estado Colin Powell, le dijo a Sir David Manning, entonces embajador británico en Washington, que Bush necesitaba una “dosis de realidad” tras exigir a las fuerzas estadounidenses que “dieran una paliza” en Faluya, donde las tropas estadounidenses se enzarzaron en una sangrienta batalla con milicianos iraquíes tras la emboscada y el asesinato de cuatro contratistas militares privados de EEUU.
Armitage pidió que Blair utilizara su influencia sobre Bush en un viaje a Washington, que tenía previsto el 16 de abril de 2004, para convencerlo de la necesidad de tratar la cuestión de Faluya como parte de un proceso político cuidadosamente calibrado.
Estados Unidos lanzó la operación 'Resolución vigilante' en Faluya después de que los cuerpos mutilados de los contratistas estadounidenses aparecieran colgados de un puente sobre el río Éufrates menos de un año después del derrocamiento del dictador Sadam Husein en mayo de 2003 tras la invasión estadounidense de Irak. En un principio, Bush se había dejado influir por los generales del Ejército y quería “dar caña” con los marines que ocupaban la ciudad.
Pero los políticos de la autoridad provisional de la coalición, creada tras la caída del régimen de Sadam Husein, temían que la respuesta militar estadounidense pudiera dañar las perspectivas de establecer una administración iraquí independiente.
Tras enfrentarse a “un baño de realidad”, Bush dio marcha atrás, según informó Manning a la oficina del primer ministro de Reino Unido. “Rich resumió la situación indicando que Bush seguía pensando que estaba en una especie de misión divina. Pero que los últimos acontecimientos habían hecho que fuera 'bastante más mesurado'”.
Tras el derrocamiento del dictador iraquí por las fuerzas de Estados Unidos y Reino Unido, Bush anunció en un famoso discurso el fin de las operaciones militares en Irak, acompañado de una pancarta en la que se podía leer “misión cumplida”. La Casa Blanca ha tachado de “absurdas” las informaciones según las cuales Bush dijo en privado a una delegación palestina en 2003 que Dios le había hablado y le había dicho: “George, ve a luchar contra esos terroristas en Afganistán” y “George, ve y acaba con la tiranía en Irak”.
Armitage desestimó las afirmaciones del comandante general estadounidense en Irak, el general John Abizaid, de que podría sofocar el levantamiento de Faluya en cuestión de días, calificándolas de “absurdas” y “políticamente burdas”. Armitage creía que Estados Unidos estaba “perdiendo gradualmente en el campo de batalla” y que era “inevitable” que Washington tuviera que tomar la decisión de desplegar más soldados, lo que sería “un revés político” para Bush.
En la oficina de Tony Blair había inquietud por la respuesta militar estadounidense. Un documento informativo, previo a la visita de Blair a Washington en abril de 2004, afirmaba que los acontecimientos de Faluya habían “agotado gran parte del capital político de la coalición formada por Estados Unidos y Reino Unido” que invadió Irak.
“Públicamente querremos subrayar nuestro compromiso continuado en Irak, pero en privado tendremos que transmitir algunos mensajes difíciles a Bush sobre la necesidad de un enfoque más comedido por parte de las tropas estadounidenses, bajo una supervisión política adecuada, y la necesidad de un final claro de la ocupación el 1 de julio”, se lee en uno de los documentos. “El primer ministro podría cuestionar a Bush si existe un control político adecuado de las operaciones militares”, agrega el texto. “En resumen, demasiados oficiales militares hablando para una audiencia estadounidense, con poca atención al efecto sobre una audiencia iraquí o regional”.
El asesor de Blair en política exterior, Sir Nigel Sheinwald, describió las principales preocupaciones de Reino Unido en un memorándum dirigido al primer ministro hablando de “torpe gestión estadounidense”, “tácticas militares estadounidenses desproporcionadas (lo que hicieron en Faluya apareció en las pantallas de televisión iraquíes como una forma de castigo colectivo)” y “tratamiento apocalíptico en los medios de comunicación”.
Estados Unidos perdió 27 soldados, mientras que se cree que unos 200 insurgentes y 600 civiles iraquíes murieron en Faluya en aquella operación. Las fuerzas de la coalición tomaron la ciudad en una segunda ofensiva lanzada en noviembre de 2004. Los soldados estadounidenses permanecieron en Irak hasta 2011.
Traducción de Emma Reverter