Las campanas de fin de año han sido demasiado para la eterna caspa española. No es una trivialidad, sino un dramático síntoma de que el 'Muera la inteligencia' de los generales golpistas del 36 pervive en sus sucesores ideológicos y de que la democracia apenas ha hecho nada por erradicar ese cáncer en la convivencia
Venía arreciando la acometida contra David Broncano y su equipo de La Revuelta, el programa que ha revolucionado el panorama televisivo que parecía tan gastado como inamovible. Y las campanas de fin de año han sido demasiado para la eterna caspa española. No es una trivialidad, sino un dramático síntoma de que el “Muera la inteligencia” de los generales golpistas del 36 pervive en sus sucesores ideológicos y de que la democracia apenas ha hecho nada por erradicar ese cáncer en la convivencia.
Y esto es un pulso de trascendencia en momentos en los que la involución marca el paso en el mundo. La imbecilidad y el oscurantismo han ganado en Estados Unidos y 2025 nos va a hacer sentir su onda expansiva en gran medida también a este lado del Atlántico. Los dos extraños atentados de este principio de año tienen un sospechoso aroma a justificar la involución.
Habría que tender un dique. España es uno de los pocos países europeos que cuenta con un gobierno socialdemócrata, asediado -eso sí- por sus propias contradicciones, por una oposición de derecha extrema que dirige la mayoría de las comunidades autónomas y por unos socios de investidura en los que otra derecha, la de Puigdemont, se comporta como lo que es. Al clima contribuyen unas portavocías mediáticas que ya titulan a menudo como en una barra de bar de exaltación ideológica que parece retarse en sujetar mejor el cubata para elevar la apuesta.
Podía aprovecharse cualquier asunto como chispa desencadenante y ocurrió con las campanadas en las que una pareja infrecuente en ese acto desplegó su naturalidad y su ingenio y eso, insistimos, es demasiado para la caspa patria. Había un problema añadido: Lalachus, diana perfecta para el machismo. Laura Yustres no se ajusta además al modelo estético requerido por la costumbre y es espontánea y provocadora. La estampita que sacó es una mera excusa; les molesta que les rompa los moldes. Porque hasta su inefable musa, Isabel Díaz Ayuso -la de los 7.291 ancianos en su cuenta-, ha aparecido sin incomodarles vestida de santa, virgen y mártir, lo que ya es superar todos los colmos.
Querellas de la ultraderecha, la Conferencia episcopal -muda ante enormes atropellos- comparece alarmada con la estampita, la muy subvencionada pocilga mediática se lleva las manos a la cabeza mientras reza sujetándose el bolsillo. Ni una rata entre los famosos de la facción ha faltado a la crítica ácida contra Lalachus y por extensión a Broncano, todo el equipo, y TVE, que por fin parece tomar el pulso de lo que debe hacer la televisión pública. Esa es la España imperecedera que hay que combatir. Porque cuando agarra a una víctima con sus fauces es implacable e incansable, y ya han dejado demasiadas en el camino para consentir que añadan a Broncano y Lalachus. Son victorias acumulativas que marcan tendencia. Por eso repiten una y otra vez.
El Gobierno ha prometido tantas veces instar la derogación de la obsoleta ley de ofensas al sentimiento religioso que hasta pensé que ya estaba arreglado ese asunto, pero no. Y como no cumplan de una vez, verán lo que será con ella si llegan Feijóo, Abascal, Puigdemont, Ayuso y la inmensa caradura que está por ver.
No pueden consentirse tantas dilaciones en salir del pozo de la historia. Tampoco es admisible que operen con tal impunidad todas esas organizaciones ultras que el PP legalizó y subvencionó, porque detrás de ellas está un movimiento involucionista cargado de dinero para lograr sus objetivos. También se ha mencionado que se prohibirá su acceso al desparrame de demandas que interponen ante jueces afines, se diría. Otro tema en situación de “proyectos”,
Pongamos por ejemplo el caso del llamado “sindicato” Manos limpias. Tras un largo encausamiento, el Tribunal Supremo revocó la sentencia de la Audiencia Nacional condenatoria por extorsión y estafa considerando “que sus prácticas podrían ser ”reprochables“ éticamente, pero no contenían la intimidación o el engaño suficiente para condenarles”. Pocos días después, el Juez Peinado aceptó su demanda contra Begoña Gómez, sustentada por bulos y recortes de prensa de ultraderecha.
No les faltó más que Broncano y Lalachus arrarasaran en audiencia con cifras históricas. El exhibicionismo de Pedroche llevado al colmo del mal gusto con el trajecito de perlas de leche materna queda opacado por esa espontaneidad inclusiva de David y Laura que además mencionan los problemas e inquietudes del común de los mortales. Son buena gente, con curiosidad intelectual y cultura, un jarro de agua fría para la España cerrada.
TVE, que acertó con las campanadas y ofreció un resumen del año de televisión pública a cargo del gran Carlos del Amor, habrá de recuperar para la información los Telediarios. Urge cambiar a quienes persisten en la desinformación y algunos vicios en la calidad adquiridos con ella.
Insistamos en que España es ya uno de los pocos países que resisten a duras penas la ola ultra, con un gobierno acosado seriamente, y sin oír las voces a su izquierda ni emprender las acciones urgentes que precisa. En esos puntos críticos, sobre todo, que generan tal caudal de ataques incluso a la democracia.
Si lo pensamos bien, llevan décadas intentando matar la inteligencia y no lo consiguen, es una gran baza, que precisa de sustentos de cauces y fuerza, pero esperanzadora como soporte.