No cabe duda de que este país nuestro tiene muchas rémoras coloniales. Lo de pedir disculpas por los desmanes llevados a cabo durante la conquista no estaría mal pero quizás podemos empezar por cosas más sencillas. El ministerio de Asuntos Exteriores es, con diferencia, el ejemplo más palmario y salvaje de que las cosas tienen que cambiar
España no es capaz de abordar su deuda colonial. No lo es en casi ningún contexto, pero tampoco en el marco académico y de investigación, donde debería de ser algo más sencillo. Dejad que os cuente un “case study” para poner métricas a esta falta institucional de coraje para resolver un maltrato histórico a nuestra ciudadanía extendida del otro lado del océano Atlántico. Diego Armijos, es un herpetólogo ecuatoriano que trabaja en una universidad del sur de su país. Con el apoyo de su institución y en el marco de una larga colaboración con un grupo español decidió hacer su tesis doctoral con nosotros, en nuestro grupo de investigación. Es un investigador senior. Ha publicado en numerosas ocasiones y es reconocido en su marco geográfico como un experto en anuros, ranas para los no profanos, en un contexto ecológico de una diversidad salvaje. Incluso los investigadores blancos del gran norte le conocen. Le consultan. Está en todas las redes científicas de ese campo. Su tesis doctoral es de herpetofauna neotropical, claro.
Pese a las dificultades para compatibilizar su labor docente e institucional, más su compromiso social activo con cuestiones de conservación de la biodiversidad en su mundo tropical, ha conseguido llegar al final de su recorrido predoctoral. ¡Genial! Lo ha hecho en tiempo y forma. Nada que objetar.
Presenta toda su documentación y la escuela de doctorado de su universidad pública española le da el visto bueno. Todo fluye de manera perfecta. Se pone en contacto con el tribunal que se ha aprobado y, entre todos, buscan una fecha para la defensa de la tesis. Se deja bastante tiempo para llegar al evento. Se quiere que haya tiempo para resolver las cuestiones que cualquier ciudadano de un país como Ecuador tiene que enfrentar para venir a la madre patria. Ya está. Se retrasa algo más de dos meses lo cual parece más que suficiente. Para nosotros, los investigadores españoles, también es un motivo de orgullo haber llegado a este punto. Trabajar con Diego es tener la oportunidad de aprender de primera mano sobre la diversidad del Neotrópico.
Hasta aquí, todo ha ido perfecto.
Diego tiene que sacar un visado normal para venir a España. No hay una vía académica que aligere el proceso. Por supuesto tiene que ir de Loja, donde vive, a Guayaquil para hacer los trámites. Es un viaje caro y largo. El procedimiento es pétreo en ese sentido. No se puede aliviar de ninguna manera, no hay una opción on line, no valen cartas de su rector, ni de sus directores españoles, nada. Tampoco hay manera de saber el tiempo que puede demorarse el proceso. Una cohorte de moscas que viven ligadas a la embajada te ofrecen vías alternativas mucho más rápidas. No quiere utilizarlas. Son muy caras. Lo que él quiere hacer, defender su tesis doctoral, no parece exigir la utilización de vías alternativas. Ya ha sacado el billete de avión a España. No puede esperar más porque los precios se dispararán según nos acercamos a la fecha del vuelo. Llama una y otra vez a la embajada, al consulado en Guayaquil. No contestan los correos enviados. Días antes de la fecha del vuelo, sigue sin tener una respuesta. Viaja para intentar resolver la demora desde allá. Ni siquiera ha conseguido tener la cita para tramitar el visado allá. ¿Cómo es posible? Esto es una pregunta retórica, claro. La indefensión es la norma. No puede ir a España. No puede defender su tesis doctoral. El recorrido académico ha sido perfecto. Ha abonado todo lo que era pertinente en la universidad española y ha llevado a cabo todo el plan formativo. Está bloqueado en su tierra.
¿Qué hacer?
Alguien le sugiere que intente entrar en la Fortaleza Europea por Portugal ¿Cómo? Solicita al consulado un visado de turismo. Ok. No hay mucho tiempo, pero no se le ocurre ninguna alternativa.
La sorpresa es mayúscula cuando alguien le indica que los trámites se hacen por la embajada española porque Portugal no tiene embajada allá. Desde una agencia responsable del trámite de visados a España -previo pago- envía todo de nuevo a la embajada que no le había permitido la entrada, pero a otra instancia. En esta ocasión es la oficina delegada para visados la que lo tramita.
¡¡¡Fantástico!!! Diego tiene visado para entrar. Ahora sólo hay que sacar otro billete a falta de pocos días para la fecha de defensa. Claro que tiene que llegar a Lisboa en vez de a Madrid. Un dineral como os podéis imaginar. Diego tiene que pedir ayuda económica. Vamos, un crédito. La factura, que ya estaba muy por encima de sus posibilidades en el marco anterior (“normal”), se ha vuelto imposible.
Extenuado, humillado, dolido, consigue llegar un par de días antes de la defensa de su tesis al despacho de su director. A ensayar. A preparar un poco la defensa. A llorar.
No cabe duda de que este país nuestro tiene muchas rémoras coloniales. Lo de pedir disculpas por los desmanes llevados a cabo durante la conquista no estaría mal, pero quizás podemos empezar por cosas más sencillas. El ministerio de Asuntos Exteriores es, con diferencia, el ejemplo más palmario y salvaje de que las cosas tienen que cambiar si aspiramos a una relación con el resto del planeta más sana y decente.