La Fundación Barreiro saca a la luz más de un millar de cartas que forman parte de la relación epistolar establecida entre más de medio centenar de asturianas en el exilio republicano y el líder socialista, José Barreiro
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“Estimado amigo, nuestro querido amigo, querido amigo Pepe...” así comienzan las 1153 cartas que más de medio centenar de mujeres, en su mayoría asturianas, se intercambiaron desde el exilio, entre 1939 y 1975, con José Barrerio, más conocido como 'el maestro de Sama' y secretario general de la Comisión Socialista Asturiana.
Adela y Agustina Ramos, Gloria y Amparo Velasco, Aurea Riestra, Amada, Selina y Libertad Asenjo, Amelia Guerra, Pilar Santaeufemia o Rosario Angélica Gabancho son algunas de las mujeres que encontraron en esta relación epistolar con quien aglutinó al socialismo asturiano en el exilio catalán, primero, y francés, después, procurándoles información sobre sus familiares, sobre la situación que se vivía en España tras caer la República o consejos y esperanza para seguir adelante y confiar en el regreso.
Tras la caída del 'frente norte', en 1937, se estima que unas 7000 personas tuvieron que abandonar Asturias rumbo al exilio. Lo hicieron en barcos que, en primer lugar, les llevaban a Cataluña, previo paso por Francia, salvo aquellos que se dirigían a lo que por aquel entonces era la Unión Soviética (URSS). Ese fue el punto de partida de la relación epistolar que se estableció entre José Barreiro, secretario general de la Comisión Socialista Asturiana, y un total de 56 mujeres, en su mayoría asturianas, que habían tenido que abandonar el país tras la victoria del bando franquista.
Unidas por el vacío que invade los corazones que han sido obligados a abandonar la tierra, habiendo dejado la mayoría de ellas a familiares en Asturias, y castigadas por la historia de los perdedores, el proyecto de la Fundación Barreiro pone nombre y apellidos a todas estas mujeres que mantuvieron viva, hasta el final, la esperanza de poder regresar a una España libre y democrática, aquella que fueron obligadas a abandonar definitivamente en 1939.
José Barreiro tuvo claro desde el principio la importancia de generar una red de apoyo, esperanza y cuidados entre todas aquellas personas a quienes, como a él, el franquismo había arrebatado sus vidas y debían empezar de cero en un país extraño y hostil, lejos, en muchos casos, de sus seres queridos.
A través de estas cartas, Barreiro gestionaba peticiones de ayuda en casos de enfermedad, para conseguir trabajo o cruzar clandestinamente la frontera. Pero estas cartas también constituían una forma de hacer llegar dinero, tanto a familiares que se habían quedado en España y sufrían la represión franquista, como para quienes estaban en el exilio intentando salir adelante. Este dinero se organizaba en dos fondos: el “fondo de solidaridad” y el “fondo para Asturias”.
Las cartas también servían para dar apoyo psicológico y mantener el ánimo y la esperanza, entre el socialismo asturiano en el exilio, de poder volver algún día a España, y de eso se encargaba el maestro de Sama, tal y como explica Carmen Suárez, directora de la Fundación José Barreiro y coordinadora del proyecto, junto a un equipo compuesto por los patronos de la fundación, Lourdes Cuetos, Azucena García, María Teresa Montero, María José Ramos, Cristian Rangel.
En el centro de este relato, las voces de estas 56 mujeres narrando sus anhelos y esperanzas, y un entregado Barreiro, que respondía, siempre raudo y veloz, con su máquina de escribir, desde sus distintos domicilios del sur de Francia. A la vez que mantenía los ánimos en alza, Barreiro trabajaba también, como buen maestro, en la educación de los más jóvenes, preparándoles para la vuelta a España, cuando llegase el momento.
Tal y como asegura la directora de la Fundación, las cartas agrupan las sensibilidades y diferentes situaciones que vivían estas mujeres en el exilio. A pesar de que la historia de cada una de ellas tiene su particular singularidad, es importantísimo para Carmen Suárez el caso de “las rusas”, como se referían a Pilar Santaeufemia y Rosario Angélica Gabancho. Asturiana la primera, del mismo pueblo que Barreiro, Sama, y cántabra, de Castro Urdiales, la segunda, ambas exiliadas a la URSS.
Rosario Angélica fue una niña de la guerra, que partió hacia la Rusia de Stalin con doce años y contactó con Barreiro a través de Pilar, una de las maestras que acompañó a los críos en aquel viaje y que acabó quedándose con ellos en Rusia. Gabancho se carteó con José Barreiro entre 1945 y 1960, con quien llegó a establecer un intenso vínculo familiar que incluyó también a su mujer, Felicidad. El caso de “las rusas” fue tan importante pues a su vuelta a España pudieron contar la verdadera historia de lo que allí habían vivido, en otro régimen de terror, trabajo duro y vida difícil.
Si bien la mayoría de las mujeres que se cartearon con Barreiro estaban en Francia, no todas decidieron quedarse en el país vecino y las hubo que decidieron seguir camino hacia Sudamérica. Es el caso de Gloria Velasco, quien llegó a Chile a bordo del Winnipeg, el barco que zarpó de las costas francesas gracias a las gestiones del poeta Pablo Neruda.
Gloria fue la primera y única, hasta el momento, alcaldesa del concejo asturiano de Parres. Amiga, que no hermana, como inicialmente se pensó al compartir apellido, de Amparo Velasco, con quien llegó a Cataluña y posteriormente a Francia. El caso de ambas es relevante por dos motivos: en primer lugar, tienen un papel muy significativo en la organización de las ayudas para el Socorro Rojo; en segundo lugar, por la pésima experiencia vivida en el sanatorio en el que fueron “recluidas” cuando cruzaron al sur de Francia.
Otra de las sagas familiares que tuvieron relación epistolar con Barreiro fueron las hermanas Arias Iglesias, Nieves y Ana, poeta que escribía bajo la firma Ana del Valle, y la hija de esta última, Rosario. De ellas destaca Carmen Suárez su militancia política y feminista.
Aunque a todas las unía la tristeza y el desamparo de la vida en el exilio, algunas partieron de situaciones aún más difíciles, como la de Áurea Riestra, quien llegó sola a Cataluña con cinco hijos, porque su marido había sido fusilado, junto a otro de sus hijos, en San Esteban de las Cruces (Oviedo), y otra hija e hijo condenados en España, según ella misma narraba en sus cartas. A pesar de lo precario de la situación, conseguía reunir algo de dinero para los fondos que había puesto en marcha Barreiro. La historia de Áurea es, según cuenta Suárez, “la historia de la supervivencia en la más absoluta precariedad”.
La de las hermanas Ramos es la historia del compromiso y la contribución a la causa. Así se desprende de las cartas que juntas le enviaban al maestro de Sama y de la constancia mensual a lo largo de los años. Procedentes de San Martín del Rey Aurelio y de familia duramente represaliada, Agustina y Adela fueron vendedoras de boletos de rifas, fotos y folletos informativos, lo que hizo que destacasen por su solidaridad e implicación desde Francia.
Los problemas de salud, derivados de la precariedad en la que vivían, se sumaban al desarraigo familiar que ya de por sí experimentaban estas mujeres y hacían que la desilusión se apoderase de ellas, a pesar de los intentos de Barreiro por combatirla. Fue el caso de Amelia Guerra, gijonesa cuyo padre falleció enfermo, en Lyon, donde malvivía junto a Amelia y su madre, Amalia, mientras varios de sus hermanos habían sido enviados a Rusia. Algunos de los miembros de esta familia, como Amelia y su padre, habían pasado por campos de refugiados donde habían desarrollado problemas respiratorios que les acompañarían de por vida y que, en el caso del padre, habían acabado por causarle la muerte.
Este proyecto es el claro ejemplo de que, en el exilio de la Guerra Civil, las mujeres asturianas dieron por primera vez un paso adelante asumiendo protagonismo por sí mismas, no como en otras ocasiones en las que lo habían sido simplemente como acompañantes de los hombres. Con Cartas de exiliadas: El legado de la palabra y de la escritura (1939-1975) no solamente se busca abordar el contexto político, económico, personal y social de una generación que se vio forzada a salir de Asturias en la veintena o treintena y, en muchos casos, nunca más pudo regresar a su tierra, sino aportar luz sobre la historia del exilio asturiano.
Además, con este proyecto, la Fundación Barreiro abre la puerta a la posibilidad de recibir información a cerca de lo que sucedió con algunas de estas mujeres, bien sea a través de familiares o conocidos, pues se les acabó perdiendo la pista en México, Chile, la URSS o Argentina, cuando interrumpieron la relación epistolar con Barreiro.
El proyecto Cartas de exiliadas: El legado de la palabra y de la escritura (1939-1975), materializado en el libro coordinado por Carmen Suárez, se completa con Compañero Barreiro, un podcast dirigido por la periodista Patricia Martínez, que parte de la selección de algunas de las cartas enviadas por una veintena de estas mujeres, a las que se ha puesto voz, a través de la dramatización de sus misivas, ayudando más si cabe a que su historia cale en la sociedad.
La iniciativa cuenta también con una exposición, colgada en la web de la Fundación aunque aún no ha visto la luz físicamente, integrada por los paneles elaborados por el dibujante Alfonso Zapico.
El próximo objetivo de la Fundación José Barreiro, de cara al próximo año 2025 cuando, además, se cumple 50 años del fallecimiento de quien le dio su nombre, en la localidad pirenaica de Chaum, será que los restos de este asturiano que no consiguió volver a su tierra descansen, por fin, en su Sama natal.