La principal receta para la crisis de competitividad en Europa es multiplicar la inversión, pero los países están divididos en cómo financiarla. También quedan flecos pendientes en la unión bancaria y no arrancan los 'campeones europeos'
Cuando el tamaño importa: a Europa se le atraganta competir sin ‘campeones’ y con un 99% de pequeñas empresas
Donald Trump, China y las crisis políticas y sus derivadas económicas en Francia y Alemania. Son, a grandes rasgos, los principales desafíos a los que tendrá que enfrentarse la Unión Europea a partir de 2025 en un momento en el que la maquinaria está hasta cierto punto gripada y la falta de competitividad es una de las grandes preocupaciones de Bruselas y los gobiernos europeos, que llevan tiempo debatiendo cómo superar esa situación. Hay consenso en que se necesita multiplicar la inversión, pero las discrepancias surgen en cómo financiarla, y también en los detalles técnicos de la unión bancaria que no llega a culminar.
“Hay factores externos e internos que debemos incorporar a la matriz de riesgos”, explica Gonzalo López Molina, economista senior en Analistas Financieros Internacionales (Afi), que cita las crisis políticas en Francia y Alemania como los principales retos dentro de la UE. La inestabilidad política de Emmanuel Macron se suma a la delicada situación de las finanzas públicas del país, al que Bruselas ha abierto un procedimiento de déficit excesivo y que acabará este año por encima del 6% del PIB, el doble de lo que exigen las reglas comunitarias. Pero López Molina reconoce que es “más preocupante” la crisis en Alemania, que más allá del colapso del tripartito presidido por Olaf Scholz, encara turbulencias económicas: “Tiene debilidades estructurales relacionadas con un modelo industrial basado en energía barata procedente de Rusia, no son capaces de levantar el freno a la deuda, acumulan un importante déficit inversor y llegan tarde a algunas decisiones estratégicas sobre su industria automovilística”.
Sin que tire la 'locomotora' de Europa y con Scholz y Macron pendientes de las cuestiones domésticas, se complica el impulso a las decisiones que la UE tiene que tomar en un contexto geopolítico complicado, con la incertidumbre que genera la crisis en Ucrania, pero en lo económico sobre todo con el endurecimiento de la guerra comercial de Estados Unidos y China. “Me preocupan las decisiones arancelarias que pueda adoptar Trump”, reconoce Alicia Coronil, economista jefa de Singular Bank. También el experto de Afi menciona el enfrentamiento entre esas dos potencias y el encaje que pueda encontrar la UE, que busca su propia relación autónoma con Pekín tras décadas orbitando en torno a Washington. Su temor es que esto lleve “a un círculo vicioso y una escalada proteccionista que resulte globalmente perjudicial”.
“Cuando hablamos de que Europa tiene un problema de competitividad frente a China y EEUU, hacemos un análisis en el que no tenemos en cuenta que hay dos Europas: tenemos unos países nórdicos que sí son capaces de mantener la competitividad con un nivel fiscal y con estabilidad presupuestaria, y otros países en los que hay un problema de estabilidad presupuestaria”, explica Coronil, que subraya que “Europa necesita avanzar en el proceso de integración para superar su crisis de liderazgo”.
“Haremos más los europeos haciendo cosas en común si queremos competir en este orden geoeconómico y geopolítico”, agrega Coronil, que destaca, entre las medidas que se deberían poner en marcha, el avance en la unión bancaria, que fomente “bancos más grandes, más robustos”, así como el impulso a los 'campeones europeos' del tipo de Airbus, también a nivel bancario, y el desarrollo del mercado de capitales para potenciar las “fuentes de financiación alternativas”. “En EEUU el 35% de la financiación empresarial es vía bancos y el resto a través de capital riesgo o de mercados bursátiles y Europa no ha sabido crear ese mercado, sino que lo tenemos a nivel nacional y el coste es dispar y en muchos casos no es competitivo”, reflexiona la experta de Singular Bank.
Otra de las medidas a las que apunta es a la reducción de las “cargas burocráticas”: “Si Alemania consigue reducirlas y dejarlas al nivel de Suecia (...) se podrían liberar 140.000 millones de euros al año. Esto sería una mayor capacidad para el tejido empresarial, para expandirse y crear empleo”.
Todos esos planteamientos figuran en las recetas que tanto la Comisión Europea como las capitales tienen sobre la mesa para tratar de sacar a la UE del letargo y, sobre todo, la necesidad de impulsar la inversión. El informe que Ursula von der Leyen encargó al expresidente del BCE Mario Draghi cifra en 800.000 millones al año las necesidades de movilización para que la UE salga de la “lenta agonía” en la que se encuentra.
“Las necesidades de inversión anuales que se identifican son muy potentes, prácticamente del 5% del PIB durante la próxima década”, afirma López Molina, que precisamente cree que uno de los debates de los próximos meses será qué va a pasar con los actuales fondos Next Generation que se pusieron en marcha tras la pandemia y que vencen en 2026. “Veo que los países europeos sean capaces de acordar un fondo de esa envergadura, aunque puedan avanzar en aspectos legislativos y regulatorios”, señala el economista sobre las divisiones dentro de la UE sobre las formas de financiación, un debate en el que se ha reabierto la posibilidad de emitir eurobonos, pero que choca con el 'no' de Alemania y los frugales en un momento en el que, además, la derechización del continente es ya una realidad.