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“Una chica que es licenciada, que tiene un máster, que es concejala de Hacienda, con una solvencia cultural… Primero, ¿cómo se deja ser acosada? Y después, ¿cómo tarda tanto tiempo en denunciar?”. Nos gusta pensar que el tiempo pone a cada cosa y a cada quien en su lugar, pero no siempre es así. Nevenka Fernández, la concejala que allá por 2002 denunció al alcalde de Ponferrada Ismael Álvarez y consiguió ganar el juicio por acoso sexual, vive ahora una reparación pública gracias a la película de Icíar Bollaín. Ya antes hubo quien rescató su memoria, en un documental producido por Newtral y que puede verse Netflix, o en el libro que el periodista Juan José Millás publicó en su momento. Pero es ahora cuando su figura ha terminado de consolidarse como un símbolo pre MeToo.
Y digo que el tiempo no siempre pone cada cosa en su lugar, porque seguramente faltan perdones y autocrítica, y porque lo que sufrieron unas, lo siguen sufriendo otras. Esa frase con la que he empezado el boletín la pronunció Ana Rosa Quintana en su programa cuando estalló el caso Nevenka. Resume muy bien los grandes prejuicios que hay contra las víctimas de violencia sexual: no pueden ser cultas ni tener buenos trabajos o estar en una buena posición, más bien se espera que sean unas pobrecitas, algo tontas, mejor si son de un nivel sociocultural bajo, poco cualificadas.
Tienen que resistirse, si te intentar acosar o agredir, ¡no te dejes! Siempre parece que las mujeres debiéramos haber hecho o dejar de hacer algo para no ser violentadas, como si el sujeto de la acción fuéramos nosotras y no los agresores. Si denuncias pronto es sospechoso. Si denuncias tarde, también. El escarnio contra Nevenka nos pone frente al espejo de la sociedad que hemos sido y de la que somos en cuanto nos despistamos.
Es difícil explicar de otra manera lo que ha sucedido en Murcia con el caso de los ocho empresarios que abusaron de varias chicas menores de edad y que no pisarán la cárcel. La red contaba con captadores, conductores, proxenetas y clientes que pedían chicas jóvenes y que eran conscientes de que ninguna había cumplido la mayoría de edad. El caso ha tardado nada menos que una década en llegar a juicio y qué justicia es justa cuando tarda años en resolver un delito contra menores tan grave.
La cosa tampoco queda ahí porque la Fiscalía ha llegado a un acuerdo de conformidad con los acusados, de manera que admiten los hechos, pero se libran de la cárcel, a la que si irán, curiosamente, varias mujeres que captaban y acompañaban a las chicas. La Fiscalía y la Sala han sido mucho más duros con ellos que con los hombres que pedían carne fresca y ejecutaban la agresión. Me pregunto si alguien ahí dentro se ha parado a pensar si este proceso ha servido para reparar de alguna manera a las víctimas.
Mientras, Gisèle Pelicot sigue inmersa en el juicio contra los 51 hombres, incluido su marido, que la violaron durante años. Los aplausos que recibe a veces a la salida o los comentarios que elogian su valentía conviven con las preguntas estigmatizantes de las defensas y la sensación de que ella, como Nevenka, quizá pudo hacer o dejar de hacer algo para no ser agredida. Los actos de mujeres como Nevenka o Gisèle son catalizadores, pero es el activismo, la pedagogía y el trabajo de muchas mujeres sin nombre el que permite generar conversaciones y cambios profundos. Cuando se nos ocurra pedirle a todas las víctimas el mismo arrojo que tuvieron estas dos mujeres, acordémonos también del coste que pagaron y recordemos a las menores de Murcia y a muchas otras que no tuvieron ni reparación ni justicia.
Así que en 2024 recuperamos a Nevenka y aplaudimos a Gisèle, pero seguimos perdiendo a otras cuyas historias quizá nunca lleguen a una serie o a una película.
Hace unas semanas os pedí vuestros testimonios sobre el uso de los succionadores de clítoris. Fue muy interesante leeros. Resulta que la tecnología que está detrás de los succionadores, que se han convertido en el jugute sexual con más éxito, cumple ahora diez años. Y en este texto he repasado lo que ha supuesto la aparición de estos aparatitos: romper el tabú sobre la masturbación femenina, ampliar la conversación sobre el placer de las mujeres, crear espacios de autodescubrimiento y erotismo. Hay, incluso, quien tuvo su primer orgasmo con succionador, a pesar de que ya sobrepasaba los 40 y tenía dos hijos....
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Y otra llamada a compartir historias: ¿no te has separado o lo hiciste más tarde de lo que te hubiera gustado por motivos económicos, por lo difícil que es mantener dos unidades familiares, por el precio de la vivienda, por la precariedad?, ¿o incluso te has separado pero seguís viviendo juntos? Me interesa ;)
Ana