Rosalind Lee fue coautora del trabajo de 1993 sobre microARN por el que su marido ha sido reconocido este lunes con el Nobel de Medicina, lo que ha despertado de nuevo las críticas por sexismo a la Real Academia Sueca: ¿están justificadas?
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“Felicitaciones a nuestro premio Nobel de Medicina 2024, Victor Ambros. Esta mañana celebró la noticia de su premio junto a su colega y esposa Rosalind Lee, quien también fue la primera autora del artículo Cell de 1993 citado por el Comité Nobel”. Estas dos breves frases, acompañadas de una foto de la pareja, fueron publicadas el pasado lunes a mediodía en la red social X por la organización de los premios Nobel (@NobelPrize).
Desde entonces se ha producido un aluvión de críticas por sexismo a la academia sueca, que tiene un amplio historial de injusticias respecto a las mujeres científicas, a las que ha dejado y sigue dejando sistemáticamente fuera del foco. “Si Rosalind fue la primera autora de dicho artículo, ¿quizás también debería ser una de las premiadas?”, se pregunta alguno de los investigadores a los que este mensaje de la academia les ha parecido “machista y desalentador”. “Ella es autora de todos sus trabajos”, subraya otro de los mensajes. “Suena como la historia de Rosalind Franklin”.
Algunos de los científicos consultados por elDiario.es coinciden en que el tuit es inoportuno y sexista y que las críticas al machismo de los Nobel están justificadas, aunque en este caso se producen por el motivo equivocado. Porque el hecho de ser “primera autora” no significa lo mismo en todos los campos de la ciencia ni es lo que se puede interpretar desde fuera de este mundillo. “En Biomedicina, el último autor suele ser el senior, el que ha tenido la idea en grande y el primer autor es el que hace el experimento y ha hecho el trabajo material”, explica Sara Rodríguez Heras, especialista en microARN de la Universidad de Granada (UGR). El Nobel se suele dar a quien ha tenido la idea y ha dirigido a la gente para demostrarla, subraya, pero este caso también refleja una situación que se repite y sigue pasando: las mujeres son las que trabajan en el laboratorio y él dirige el grupo.
Para Sònia Guil, líder del Grupo de Regulación del ARN y Cromatina del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras, la polémica, tal y como se plantea, no tiene fundamento. “Ambros era el que lideraba el grupo de investigación en el artículo del 93”, asegura. “Hasta donde yo sé, no hay duda sobre su papel principal en la investigación de ese año y posteriores y por tanto sobre el merecido premio”. “Esto no quita —matiza—, que en otros casos se haya podido despreciar o no valorar como se merecía el papel de las mujeres, pero no me parece que sea este sea el caso”.
Otros especialistas expresan serias dudas sobre la oportunidad desaprovechada de reconocer a Rosalind Lee, que está como coautora en todos los trabajos relevantes de la carrera de Victor Ambros, el único de la pareja que ha sido reconocido. De hecho, ambos compartieron algún premio anterior con el mismo nivel de reconocimiento. El trabajo de Rosalind Lee, junto a la investigadora postdoctoral Rhonda Feinbaum —que aparece en el famoso trabajo de 1993— fue esencial para generar las cepas de C. elegans que sirvieron para estudiar el microARN en el laboratorio y caracterizar su función, mérito suficiente para haber recibido el Nobel.
“Ha habido muchas personas así en mi carrera, incluida mi esposa, Rosalind Lee, que trabaja en mi laboratorio y ha contribuido enormemente a mi éxito”, reconoció el propio Ambros en una entrevista. “Ella y una postdoctorada en mi laboratorio, Rhonda Feinbaum, fueron quienes clonaron y caracterizaron el primer microARN, lin-4, mientras yo estaba en Dartmouth”.
Para algunos, son claras las reminiscencias con el caso de Rosalind Franklin, que fue eclipsada por Watson y Crick a pesar de que su trabajo fue esencial para el descubrimiento de la estructura del ADN. “El planteamiento de la polémica, apelando a su condición de ‘primera autora’, no tiene sentido, pero viendo la aportación que hizo Rosalind Lee, tiene toda la pinta de que esta mujer podría haber compartido el Nobel”, asegura César Tomé, especialista en historia de la ciencia y coordinador del Cuaderno de Cultura Científica de la UPV/EHU. “La academia debería justificar por qué a esta señora no se la premia, pero no porque sea ”primera autora“ del paper, sino porque parece que contribuyó significativamente a los hallazgos”.
La academia debería justificar por qué a esta señora no se la premia, pero no porque sea “primera autora” del paper, sino porque parece que contribuyó significativamente a los hallazgos
“Si el premio se otorga por el artículo de Cell de 1993 que citan, tendrían que ser premiados con el Nobel los tres autores, no solo Ambros y Lee, sino también la tercera firmante”, sostiene Gemma Marfany, catedrática de Genética de la Universidad de Barcelona (UB). Pero esto raramente sucede, reconoce, aunque existen precedentes en los que se reconoce al jefe y su estudiante de doctorado, como sucedió con Elizabeth Blackburn y Carol Greider en 2009. Aunque habría que saber con precisión cuánto participó Lee en los descubrimientos antes de calificar la decisión de los Nobel de machista, defiende Marfany, “teniendo en cuenta que en todos los trabajos destacados de él, ella también está, me parece que es más injusto su olvido, porque todo lo bueno que Ambros ha aportado en el campo también es por ella”.
Marta Macho, matemática y editora del espacio digital Mujeres con Ciencia, cree que seguramente el comité del Nobel no es quien ha dejado fuera a Rosalind Lee, sino las personas o entidades que han propuesto la candidatura de Ambros. El hecho de que Lee se haya ocupado del trabajo de laboratorio, opina, ha sido juzgado por muchos como secundario. “Los roles y las relaciones de poder se afianzan y son difíciles de invalidar, también en el entorno científico, que está altamente jerarquizado”, subraya. “Lamentablemente, esto lleva al pensamiento de que él lidera y ella colabora”.
Independientemente del fondo de la cuestión, el tuit de los Nobel pone encima de la mesa un hecho: la recalcitrante falta de sensibilidad de la Real Academia Sueca hacia la cuestión de la igualdad y la necesidad de poner un poco de equilibrio en una larga lista de reconocimientos exclusivamente masculinos. Y este nuevo episodio es ilustrativo porque refleja una situación de asimetría en la investigación entre hombres y mujeres que forma parte del paisaje, un estereotipo en el que ellos son los jefes y ellas hacen el trabajo duro y discreto por detrás.
Tienes un matrimonio que se dedica a hacer ciencia en el que el famoso es él, aunque quien lleva el laboratorio es ella. Eso en España pasa y ha pasado durante muchos años
“Esa asimetría existe, lo que ocurre es que se va desgastando con el tiempo, cada vez hay mayor número de mujeres que son investigadoras principales, jefas de laboratorio”, indica César Tomé. “Ahora mismo se están premiando trabajos que provienen de una época donde todavía la inmensa mayoría de los puestos de investigadores principales las tenían varones. Yo quiero pensar que de aquí a 30 años, cuando se estén premiando las cosas que se están investigando ahora, cambiarán las tornas y empezará a haber un mayor número de mujeres premiadas”.
Mientras tanto, y aunque parezca increíble, la rueda que deja a las mujeres fuera de los premios y el reconocimiento sigue girando. “Un caso muy conocido en genética es el de los fragmentos de Okazaki”, recuerda Gemma Marfany. “Siempre se habla de él como el creador, pero eran un matrimonio de investigadores y la aportación la hicieron los dos”. A su juicio, es una enorme injusticia que ocurre bastante a menudo. “Tienes un matrimonio que se dedica a hacer ciencia en el que el famoso es él, aunque quien lleva el laboratorio es ella”, describe. “Eso en España pasa y ha pasado durante muchos años”.
Desanima y exaspera esta especie de “día de la marmota” en el que tantas mujeres brillantes siguen sin conseguir el reconocimiento que sin duda merecen
Para Marta Macho, el sexismo recorre todas las etapas de la nominación para un premio, desde la decisión de a quién se propone para un reconocimiento, pasando por las resoluciones intermedias, hasta el momento final del fallo del comité del Nobel, en el caso de este galardón. “Por eso tantas mujeres quedan fuera, porque van quedando atrás en todas y cada una de las etapas”, concluye. “Y por eso desanima y exaspera esta especie de ”día de la marmota“ en el que tantas mujeres brillantes siguen sin conseguir el reconocimiento que sin duda merecen. Ni es justo ni es aceptable el olvido sistemático de los éxitos de las mujeres”.