Los estudiantes protestan porque, con un mes de curso ya vencido, aún no hay un modelo de examen oficial aprobado; Galicia sí ha publicado un modelo basado en un preacuerdo que aún deben confirmar las comunidades
Los estudiantes van a la huelga el 11 de octubre por la Selectividad
Los estudiantes están hartos. Corre octubre y, aunque se van filtrando algunas indicaciones básicas, todavía no se ha definido de manera oficial cómo será la prueba de Selectividad (Ebau). Y han dicho basta. Pasan a la acción. El Sindicato de Estudiantes ha convocado huelga para este próximo viernes 11 en Secundaria, Bachillerato y FP.
“Hay una incertidumbre muy grande entre los alumnos de segundo de Bachillerato y de Formación Profesional que se presentan a la Selectividad. ¿Cómo es posible que un examen tan importante para nosotros, que determina nuestro futuro en la universidad, todavía no esté publicado? Hay profesores y profesoras que nos dicen que están improvisando todos los días. Si a la ansiedad, el estrés, y a todo lo que supone segundo de Bachillerato precisamente porque te juegas todo en un examen para entrar a la universidad le sumas que llevamos un mes de clase y todavía no sabemos nada, evidentemente eso supone un golpe a la salud mental del alumnado”, explica Coral Latorre, secretaria general del Sindicato de Estudiantes.
Algo sí se sabe, pero nada demasiado concreto. Lo que parece más amarrado es que la prueba será el 3, 4 y 5 de junio, una homogeneización inédita hasta ahora. Por lo demás, el Gobierno definió las líneas maestras de la que debería ser la mayor reforma de esta prueba en 40 años, pero ahora toca aterrizarla en un modelo de examen concreto. Este paso se está haciendo esperar más de lo que quienes deben hacer el examen querrían, teniendo en cuenta que –aunque no debería, es prácticamente inevitable– el último curso de la secundaria postobligatoria se dedica básicamente a preparar esta prueba. Y un mes después de arrancar las clases no hay nada específico que preparar.
Este curso será el del paso de la Ebau de siempre a un modelo que se adapte a la Lomloe y evalúe el aprendizaje competencial que esta propugna, aunque de momento lo hará de forma algo tímida. El Ministerio de Educación ha tardado un par de años, pero finalmente cumplió con su parte tras alguna ida y venida –como la prueba de madurez que quería instaurar y acabó desistiendo– y esbozó lo que quiere que sea la prueba.
Peldaño a peldaño, el modelo de examen va cogiendo forma. Existe un documento de propuestas elaborado por la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE), que aunque tiene ser validado por las comunidades autónomas probablemente se parecerán mucho al diseño final de la prueba. De momento ya cuentan con el beneplácito del PP, que tiene buena parte del poder autonómico y por tanto las competencias sobre la Ebau en sus territorios (más allá del marco general que marca el Ministerio de Educación) y que también ha presentado una propuesta base, adelantada este lunes por El Mundo.
A diferencia de lo que venía sucediendo en los últimos años, habrá menos optatividad en el examen. “Cada materia presentará un modelo único de ejercicio que se estructurará en diferentes apartados o bloques”, expone la CRUE. En este cambio subyace la idea de que el alumnado se tenga que estudiar todo el temario, extremo que el modelo anterior no garantizaba al permitir elegir entre diferentes modelos de examen.
Lo que sí se podrán incluir es “la posibilidad de elegir entre varias preguntas o tareas en algunos de los apartados si así se estima conveniente”. Cada examen durará 90 minutos.
La prueba que propone la CRUE para este curso limita la parte competencial –la que se supone gran novedad– a un mínimo de entre un 20% y un 25% de las preguntas, pese a que el propio texto afirma que “las pruebas tendrán un diseño competencial para comprobar el grado de consecución de las competencias específicas de las materias de acceso y admisión”.
Los rectores parecen conscientes de que es un cambio lento, pero explican que se trata de hacer más navegable el cambio de modelo, que además de serlo por sí mismo se realiza sobre la base de un modelo que se relajó el curso de la Covid. Se trata, dicen, de que “se minimice el impacto derivado de la transición desde los modelos del año 2024 tipo COVID a los modelos del formato del Real Decreto 534/2024”.
Los responsables universitarios también abren la puerta a incluir preguntas de formato diverso, más o menos abiertas, “siempre y cuando la puntuación asignada a preguntas/tareas de respuesta abierta y semisconstruida alcance como mínimo el 70%”.
Este es, dicen los expertos, el elemento que más puede cohesionar las pruebas a nivel nacional, dada la imposibilidad de hacerlo desde el currículo porque cada comunidad tiene el suyo propio. Ya el RD del Gobierno incluye novedades en este aspecto, con “una estructura, unas características básicas y unos criterios de corrección mínimos comunes para todo el territorio”.
El Ministerio de Educación ya dejó negro sobre blanco en su normativa básica que para todos los ejercicios los criterios de calificación y corrección incluirán, entre otros, parámetros que permitan valorar aspectos como la adecuación a lo solicitado en el enunciado, la coherencia, la cohesión y la corrección gramatical, léxica y ortográfica de los textos producidos, así como su presentación. Además, la valoración correspondiente a esos elementos de coherencia, cohesión, etcétera deberá contar como poco el 10% de la calificación (un punto) de la correspondiente pregunta o tarea.
El PP, que ha hecho de una Selectividad común uno de sus campos de batalla, saca pecho estos días porque el modelo que propone la CRUE valida su propuesta, sostienen los populares. El partido –que empezó hablando de examen “único” y lo ha rebajado a “común” porque las competencias educativas impiden hacer uno igual en toda España– ha elaborado un documento con lo que será la prueba que se haga en las comunidades autónomas donde gobiernan los populares (Andalucía, Aragón, Baleares, Canarias, Cantabria, Castilla y León, Comunidad Valenciana, Extremadura, Galicia, La Rioja, Madrid y Murcia y Ceuta).
El partido de Alberto Núnez Feijóo recupera para esta edición de la prueba las “matrices de especificaciones” que se venían utilizando con bastante laxitud. Estas matrices son básicamente un catálogo detallado de lo que entra en el examen para homogeneizar los contenidos: por ejemplo, listando los filósofos que pueden aparecer en alguna pregunta del examen de esa asignatura. O, también funciona en el sentido contrario, eligiendo dejar fuera el peso de cuestiones como “la lucha por la emancipación de la mujer y los movimientos feministas” o “los mecanismos de dominación y roles de género”.
Con todas estas premisas –Real Decreto del Gobierno, propuesta de la CRUE, acuerdo popular– la Consejería de Educación gallega ha publicado unos modelos de exámenes que permiten aproximarse a lo que harán las comunidades.
Los responsables gallegos han diseñado una serie de pruebas en las que hay cuatro preguntas de respuesta obligatoria, no se puede elegir, aunque sí habrá optatividad dentro de las preguntas. Uno de esos cuatro ejercicios tiene un enfoque competencial, cumpliendo así por lo propuesto por la CRUE.
Se observa en la prueba de Matemáticas. La primera pregunta tiene una exposición y pide aplicar conocimientos (la idea teórica bajo las competencias), como se puede leer.
El resto de la preguntas son más normales: problema, ecuación, respuesta.
La misma dinámica se observa en el examen de Química. La primera pregunta, siempre la competencial, propone al estudiante que se ponga en la piel de un grupo de geólogos del National Geographic que van a explorar el desierto del Atacama. Se le pide al alumno que “diseñe un kit de emergencia que incluya paquetes de frío y calor instantáneos”.
Las otras tres preguntas van en la línea más habitual.